10/26/2018

Bitácora de viaje. Día 18. Fin de viaje


El último día es el peor de todos. Acomodar todo en la maleta. Pesarla porque las diferencias de gramos ahora se pagan como oro (experiencia aprendida). Pensar en los transfers y en las horas aburridas del aeropuerto. Pensar en un vuelo confortable. Todos esos “pensares” se acaban al momento de subir al avión, particularmente el segundo, luego de las conexiones realizadas. KLM es una excelente compañía y el confort y atención, aún en economic class es muy bueno. Los asientos no te aprietan contra el de adelante y las mesitas para el momento de la cena no son tan peligrosas que se te cae todo. De ahí que salimos a horario y llegamos a horario. Sólo que la gran tormenta en Ezeiza nos hizo dar unas cuentas vueltas arriba del aeropuerto con alguna vibración incómoda al momento de llegar. Pero todo pasó y bien. El remise esperando y en un rato de tiempo en casa buscando desarmar todo y acomodarnos a los nuevos horarios que las diferencias de horarios nos habían complicado. Ver a los hijos y a los nietos, entregar los regalos, disfrutar los mimos y el cariño fue todo uno. Incluídas algunas malas noticias que nos esperaban. Pero como en la vida, todo pasa y tiene que seguir. Algo aprendimos en el viaje, y “todo se mueve con una ordenada armonía” de modo que con esta consigna podemos decir que aterrizamos de lo mejor.


El viaje fue bueno en todo sentido. En nuestra elección de los itinerarios y de la empresa que los prestaría. Todo anduvo como un relojito. El recorrido no sólo cubrió la expectativa sino que la  superó ampliamente. Ese “dejarse asombrar” propio de la filosofía griega fue nuestra consigna y por ello disfrutamos las novedades, el paisaje, la estética de lo griego en su mar, en sus montañas, en sus pensadores. Dejarse asombrar significa también entusiasmo, emoción, casi atontamiento frente a la belleza, lo inesperado. 




Hugo paisajes verdaderamente alucinantes como Kalambaka y Capadocia, ciudades que te dejaban con la boca abierta por esa capacidad humana de rehacerse frente a todas las adversidades habidas. Una historia pletóica en ambos pueblos, el griego y el turco, sus principios  y prácticas religiosas, respetables y únicas que pudimos ver, admirar, sentir y acompañar. Esas entradas a las iglesias ortodoxas nos llenaban de piedad y de sensibilidad, tanto como el ingresar a las mezquitas que de algún modo lo hacíamos por primera vez. 
Hemos visto peregrinos cristianos en Fátima, en Santa Ana de Montmorency (Canadá)i, y los hemos visto en Konya para llevar el homenaje y el respeto de los mahometanos a su maestro Mevlana. Tan iguales en actitudes y respeto…


Hemos sumado paisajes de montaña y de bosques,  de mar y  de ríos, de lagos y de arroyos, de atardeceres y algún amanecer. Lo urbano con sus calles y su gente. Caminatas por la noche y paseos hasta cansarse.


Y ese caleidoscopio que es nuestra mente incansable de mirar, descifrar, disfrutar y … recordar.  Las emociones de lo bello y siempre…. ¡el asombro!
Fueron más de 4500 Km los recorridos. En excelentes buses e inmejorables choferes. De ahí,  un agradecimiento especial a Europamundo vacaciones. Por los recorridos, por el trato, por el cumplimiento de todos los detalles. Por los buenos hoteles que no alcanzamos a disfrutar en el tiempo disponible.  




A Emre  Karaman, nuestro guía de Turquía. De un modo especial. Un verdadero y profesional coordinador de grupo y mejor guía. Nos hizo sentir su país como corresponde. Con respeto, sensibilidad y mostrándonos esa “vida profunda”  que a veces el turista no alcanza a captar. El paisaje, la nación, lo religioso y de lo que se sienten orgullosos los turcos. La nación entera es un mosaico de muchísimos siglos de historia, de luchas, de fracasos y de éxitos como el que están teniendo pese al malhumor de muchos medios internacionales. Emre hizo todo el esfuerzo, creo que algo nos ha quedado y eso lo agradecemos con cariño y mucho respeto. Agradecemos su preocupación personal hacia Montserrat cuando fue necesario.  Gracias, Emre. Gran amigo, Cheee!

A Carlos Lombardi y Confort Turismo con su gente,  por haber interpretado nuestras inquietudes y habernos ayudado a elegir un itinerario, fechas y vuelos,  que nos satisfizo plenamente. Para recomendar. Tanto el itinerario como a Carlos y su equipo. Saben lo que hacen.

A Las compañeras de Junín (Betty, Liliana, Teresita y Pelusa) con quienes encontramos los momentos de la pausa turística para charlar, contar cosas y reírnos y en los momentos de wifi intercambiarnos fotografías.  

A los amigos mexicanos Ricardo, Guillermo y Jorge, y a Sergio, de Chile,  que le pusieron seriedad y humor  al tour, junto con las “chicas” del fondo del bus, Fabiana, Julieta y Cecilia. Humor, alegría, vitalidad y superacompañamiento. 




A Graciela y a Magui que no dudaron en darnos una verdadera mano cuando fue necesario. Con simpatía y verdadero sentido de acompañamiento (y debo agregar, profesional), a Beatriz y a Elísabeth con quienes nos encontramos casi perdidos a las 3 de la mañana al salir del aeropuerto de Atenas y con afecto nos reconocimos durante todo el viaje.


En fin a todos los compañeros del grupo Grecia y del Grupo Turquía porque entre todos tuvimos la buena onda de disfrutar el viaje,  las enseñanzas de los guías y de compartir lo que cada uno podía con el otro. Se puede decir sin ninguna duda. Un hermoso viaje., con mucha alegría, toques de humor. Buena Gente.




Y, finalmente, a nuestros seguidores “virtuales” que nos han acompañado a través del Facebook (más de 1000 likes, sobre los reportes, ni hablar los de las fotos ) y del Blog (de 600 visitas) y con quienes hemos compartido gustosamente los relatos y las imágenes.


Antes de partir de Estambul,  hermosa , misteriosa, llenas de luces, mezquitas con sus minaretes, calles pletóricas de gente,  perfumes y olores, de especies de todo tipo, de frutas y de nubes de de narguiles humeantes, fuimos a caminar hasta el momento de la despedida.



 Luego, Aeropuertos, esperas, vuelos, corridas finales y después de una larga noche y un amanecer  un poco movido, llegamos a la Argentina. Nuestra cosa, que extrañamos, con todo lo que es. Y ya en casa, un almuerzo a gusto, con un buen vino nacional, y a soñar el próximo viaje….

Nos vemos......!

10/25/2018

Bitácora de viaje. Día 17. Estambul 2


La mañana se inició nuevamente con esa llovizna persistente que te llama a quedarte en el hotel. Pero no debíamos hacerlo. Era nuestro último día en Estambul y no habíamos visto lo más importante. De modo que la consigna fue salir, a cualquier costo. Campera de lluvia, algún paragua que compraríamos por ahí y a andar. Primero una vuelta panorámica por la ciudad. Imposible descifrarla sin un mapa a mano y todo lo que veíamos desde el bus estaba cortado por la mitad. El primer punto atractivo fue subir el teleférico para tener una visión de la ciudad desde lo alto. 















Realmente una hermosa vista particularmente del cuerno de oro, los puertos y las partes de la ciudad. La idea de bajar caminando se truncó por la lluvia pero hubiera sido interesante ya que hubiéramos pasado por un cementerio otomano. 




Luego nos dirigimos a la Mezquita de Souleiman. Esta mezquita se comenzó a construir en 1550 terminándose pocos años después. Simplemente había que realizar una obra arquitectónica que compitiera o fuera mejor aún que Santa Sofía. Como en un esquema creativo la mezquita está rodeada de hermosos patios, columnatas de mármol y pórfidos de distintos colores. Patios, entradas,  fuentes de purificación o ablución, jardines. Pese al gris del día, los colores mostraban su vitalidad. El centro de la mezquita es un ámbito sagrado al que es importante ingresar descalzo, las mujeres con el cabello y los hombros cubiertos, asi como también las piernas. La cúpula tiene casi 55 metros de altura con un diámetro de 26. ¿Influencia de los creativos italianos del renacimiento? Casi, diría que si, pero no sabría la respuesta correcta.


Paredes sumamente decoradas, alfombras hermosas y una iluminación tenue, transforma el ámbito físico de la mezquita en un lugar profundamente sagrado. El sonido mínimo, ,  (por no decir, el silencio) como el chasquido de un papel o una palabra, se escucha en todos los ámbitos de ese centro rodeado de cúpulas. El interior está totalmente alfombrado, y el centro de oración, que tiene unos 30 metros de diámetro, con alfombras multicolores con detalles alucinantes. Cada aspecto de la construcción y decoración nos hacía temblar el corazón. La emoción estaba a flor de piel.
A la salida fuimos en bus hasta la plaza donde se encuentra Santa Sofía. El bus nos abandonó y a partir de aquí la caminata sería la consigna. Y la llovizna.



Santa Madre Sofía o Hagia Sophia (del griegoΆγια Σοφία, «Santa Sabiduría»; en latínSancta Sophia o Sancta Sapientia; en turcoAyasofya) es una antigua basílica patriarcal ortodoxa, posteriormente convertida en mezquita y actualmente en museo. Ingresar a ella es pura emoción. Desde la imponencia que tienen las bóvedas hasta la belleza de sus inscripciones. Las cúpulas, como descubrimiento constructivo en el momento de su hechura llaman a la admiración. 

La decoración a veces simple y a veces abigarrada muestran los momentos importantes de su vida cultural. El cristianismo y el islam. Hoy es un museo abierto a todo el mundo. Se habla en silencio con mucho respeto y sólo se escuchan el murmullo de admiración y sorpresa.
Famosa por su enorme cúpula, está considerada como “lo más” de la arquitectura bizantina, y se dice de ella que cambió la historia de la arquitectura. ​ Fue la catedral con mayor superficie del mundo durante casi mil años. El edificio actual fue reconstruido entre 532 y 537 para ser usado como iglesia, por orden del emperador bizantino Justiniano I, siendo la tercera iglesia de la Santa Sabiduría edificada en ese mismo emplazamiento.




No era posible estar todo el día, aunque realmente valiese la pena. Cruzamos y nos dirigimos hacia la Mezquita Azul. También filas de personas que deseaban ingresar. De todas las nacionalidades, de todo el mundo, creyentes o no. La belleza es un valor en si misma que exige la mirada, la concentración y el amor. No sirven solamente los ojos, es el cuerpo humano y su alma la que disfrutan la belleza. Eso es lo que hacíamos y los pocos signos de admiración con que contamos, no alcanzaban
La mezquita se construyó en el lugar que ocupaba el Gran Palacio de Constantinopla, frente a Hagia Sophia (en esa época, la mezquita más venerada de Estambul) y el hipódromo, emplazamiento de gran valor simbólico. Gran parte de la cara sureste de la mezquita descansa sobre los cimientos y sótanos del Gran Palacio. Fue necesario comprar, a un precio elevado, diferentes palacios que se encontraban en el mismo lugar y derribarlos. La construcción de la mezquita se inició en agosto de 1609. La intención del sultán era que la mezquita Azul fuese la primera mezquita de su Imperio.
Es imposible no quedar atrapado por la belleza de esta mezquita. La belleza de sus cúpulas y sus minaretes acompañan al musulmán en sus oraciones. Su nombre lo indica de una manera clara. Y es que  el interior de la Mezquita Azul está revestido por mas de 20.000 azulejos que adornan y decoran su cúpula y la parte superior de la mezquita, teniendo mas de 40 diseños distintos.
Las horas no alcanzan frente a tanta belleza. Entre medio de estos dos monumentos  se encontraba el hipódromo (casi 20 metros mas abajo nuestro), ahora una gran plaza que rellenó toda su superficie hasta los niveles actuales. 



A pocos metros, pasamos a conocer otra de las obras fantásticas de Estambul en este espacio de alto nivel cultural:  La cisterna de Yerebatan (Yerebatan Sarnıcı, su nombre en turco) tiene unas dimensiones de 140 por 70 metros y se calcula que podía almacenar unos 100.000 m3 de agua. Tiene 336 columnas de 9 metros de altura. Los estilos de las columnas son muy variados, ya que fueron reutilizadas de antiguas estructuras y monumentos.
El paseo turístico se hace por unas pasarelas que van por encima del agua. Estas pasarelas fueron colocadas a finales del siglo XX, ya que anteriormente el paseo se hacía en barca.

Entre las 336 columnas de la basílica hay dos que tienen como base una cabeza de Medusa, el ser mitológico que convertía en piedra a quien mirara. Hay diversas teorías sobre que significan esas grandes cabezas en el interior de la cisterna, aunque la teoría más aceptada es que se pusieron ahí por fines prácticos, para ser usadas como base de las columnas. Es un remanso de tranquilidad en medio de la bulliciosa Estambul: su luz tenue, la música de fondo y el frescor que emana del agua la hacen una visita imprescindible. Algunos la recordábamos de verla en la película “The international”, con Clive Own.



Nuestro asombro ya  estaba en un punto de ebullición. Las venas hervían de esa alegría con los ojos agrandados por las vistas durante el día. Faltaba todavía algo que incluyera todos los sentidos. Y ese fue el Gran Mercado. Olores y perfumes de todo tipo. Colores de las especies y de las lámparas y de las telas. El ruido de voces, de gente, de ofertas y regateos cubría todo el escenario infinito del mercado. Una profusa cantidad de tiendas en  pasadizos interminables, que uno deseaba tomarle el gusto y perderse. Recordábamos la puerta por donde habíamos ingresada y esa era la que debíamos encontrar para la salida. La venta de especies y de exquisiteces turcas era lo más común, aunque uno podría distraerse con las alfombras, la ropa, las telas, las lámparas, los regalos y souvenirs  de todo tipo. Es imposible encontrar  un local entre los más de 3500 puestos en los que el idioma no era el problema principal. La clave de la negociación era que el cliente debía apostar a una rebaja y la recibiría si lograba una buena negociación.  Todos ganan. El cliente y el vendedor. 
El rito del regateo es importante y quien no lo hubiera hecho, es como no haber estado en el mercado. Todos los sentidos gozan de los momentos que uno pasa dentro de sus pasadizos que parecen iguales y son distintos y termina en el lado opuesto por donde debía salir. Se sale. Con paquetes en la mano. Con algún triunfo en el regateo y con los regalos previstos para el regreso que ya se acercaba.







Muchas emociones a lo largo del día. Nos olvidamos que nos mojamos varias veces y era tanta la emoción que no hicieron mella. A la noche una caminata por el barrio La Pera sobre la plaza Taksim. Unas rabas y una cerveza como para despedirnos.
No había cesado la llovizna pero igual seguíamos andando. Aunque, a decir verdad, ya estábamos de última. Al día siguiente comenzaríamos el rito del regreso y la  despedida. La ciudad nos llenó de magia. Y no puedo olvidar las palabras de Pamuk “…  que mi Estambul no es exótico, mágico ni raro,  que en realidad mi infancia le debe mucho al Bósforo y que simplemente es maravilloso” .