10/29/2011

Día 1.- Madrid.

Aterrizar en Madrid al amanecer es una sensación distinta a la que se tiene mas tarde. No hay nadie en las calles aunque comienza a sentirse paulatinamente el rumor de la gente que comienza a caminar. Y a partir de ese momento, es un movimiento continuo. Salir del aeropuerto ya es una experiencia interesante. Es moderno, increible, pensado para dentro de muchos años. Cuesta creer que las maletas quedan a cuatro kilómetros de donde saliste del avion y para llegar tenes que usar escaleras mecánicas, ascensores, pasillos y hasta un.....metro (subte)! Increible. Todo automatizado, hasta la información. Para los argentinos que somos preguntones, nos confunde tener que seguir las gráficas. Y se llega a donde queres hacerlo.
Por la tarde, bus turístico mediante, comenzamos a mirar la ciudad. Por suerte, no está muy arbolada, con lo que la visión hacia adelante y hacia arriba es buena. Recorrer las callecitas en las que hay dos manos, en las que micros y autos se cruzan sin tocarse (eso no es muy cierto porque casi todos tienen sus rayones). Pero que pasan "finito" es cierto. Y una buena costumbre. Paran en las esquinas, concretamente frente a un semáforo rojo, o un peatón. Pareciera que no tienen apuro. Y es así, hay menos autos que en Buenos Aires o La Plata, porque el sistema público es excelente.
Y entonces pasamos frente al Palacio Real, al Parque del Retiro, frente a la eterna Cibeles, o por las puertas de Alcalá y de Toledo.



"Todos los tiranos se abrazan como hermanos,
exhibiendo a las gentes sus calvas indecentes,
manadas de mangantes, doscientos estudiantes
inician la revuelta son los años sesenta
ahí está, ahí está viendo pasar el tiempo
la Puerta de Alcalá" (Ana Belén)
 Y la crisis? No está a la vista del turista aunque nos damos cuenta que existe. La notamos en los medios periodísticos que machacan y machacan (¿igual que aqui?), en las conversaciones con la gente que nos atiende, en algunas personas que piden dinero en las calles. Nos extrañó ver un conjunto de música seria interpretar con mucha solvencia el Canon de Pachelbel, y con la caja del violín con pocas monedas... Pero que la crisis está, está. Y la gente sigue andando por la Gran Vía, con sus bares, sus calles laterales, sus terrazitas y la infaltable caña con tapas o montaditos calientes.

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