7/31/2019

Día 16. Moscú 1


Arrancamos temprano con lluvia. Paraguas en mano salimos a conquistar Moscú. Nuestra primer parada en el mirador del río Moscova para ir entrando en clima antes de ingresar al Kremlin, con sus largas escaleras, sus sistemas de control y sus grandes colas de turistas. Esto no lo pudimos evitar. Más aún, debimos convivir con ello y ese fue nuestro espíritu para los dos próximos días.
El Kremlin es de por si una gran fortaleza y dentro de ella se encuentra un complejo de edificios institucionales gubernamentales y religiosos, como por ejemplo, la torre, algunos palacios y cuatro catedrales. Todos dentro de la muralla.



Ya desde el periódo soviético el Kremlin es sinónimo del poder de Rusia. No visitamos la armería que es la que guarda las joyas del gobierno ruso, sus preciadas armas y las coronas de la monarquía. Si pudimos apreciar las catedrales que se engloban dentro de lo que hemos visto en el anillo de oro. Sólo que mucho mas grandes, mas solemnes y muchísimo mas ricas en joyas, arquitectura interna, decoración. El barroquismo de los iconostasios y las grandes coberturas de oro de los marcos, tronos hacen de estos testimonios que uno se asombre muchísimo. Pese al conglomerado de gente que estaba mirando lo mismo que nosotros, era posible admirar esta belleza religiosa.




Desde la revolución de 1917 el Kremlin volvió a ser la sede del Gobierno, hasta este momento en San Petersburgo. Las águilas bicéfalas (símbolos del zarismo) fueron sustituidas  por las estrellas de rubi )rojas) símbolo del socialismo. A partir del 1991 se crea el museo nacional de Rusia que comprende este complejo con la Armería y las catedrales, el campanario de Ivan el Terrible y otros edificios.





Los íconos mas importantes de la historia como el  cañon del Zar, de 1200 mm de calibre y de unas cuantas toneladas de peso. Nunca fue utilizado, aunque llama la atención por su poderío. Son importantes los relieves que muestra. La cureña original quedó destruida cuando el ejercito napoleónico ingreso a Moscu (1812) pero fue luego restaurada. Otro ícono es la campana del Zar. Pesa 200  toneladas y tiene una altura de seis metros con igual diámetro, En un incendió se quemó el campanario y la campana se cayó y se rompió y quedó tal cual la vemos ahora.



Luego salimos a la Plaza Roja. Imponente por el colorido de las murallas. Si bien la llovizna se había propuesto arruinarnos el paseo, salimos a la plaza por lo menos a caminar parte de sus casis tres manzanas de superficie que tiene albergando los grandes símbolos de Rusia. El mausoleo de Lenin, la Iglesia de San Basilio y todo el marco comercial que hacen las edificaciones a su alrededor.
La “roja” más que indicar el color de los ladrillos de la muralla, o el color rojo del comunismo, es llamada asi como fonéticamente significa “bonita” y ese calificativo es real.


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Luego de almorzar rápidamente hicimos una visita muy particular. Entrar en el metro de Moscú y recorrer algunas de sus estaciones clásicas por los decorados especiales que contienen. Más allá de bajar en las escaleras mecnánicas casi 60 metros y andar un par de estaciones, nos detuvimos en la Mendeleiv que recuerda a la tabla periódica.













 La de ucrania con sus pinturas en las paredes recordando las regiones, su pueblo y sus trabajos vinculados a la agricultura. Otra dedicada a Bielorrusia con sus tallas sobre mámol en los cielorrasos .La Mayakowki, dedicada a este líder comunista en el mejor estilo ArtDecó; la Plostchad,  dedicada a la revolución comunista y a sus lineres.Otras estaciones con pinturas, con estatuas de bronce. Viajar y cambiar de direcciones durante casi dos horas y media nos llevaron a reconocer una buena parte de la obra del metro que tenía por objeto, como todo icono comunicativo, generar identidad entre los pobladores y grandeza para los visitantes. Una experiencia recomendable.











Por la noche tuvimos la suerte de ir a un espectáculo de mucho nivel artístico. El Ballet Nacional Ruso «Kostroma» , en el Folk Theatre  ha  presentado  Show Nacional Ruso de Danzas:  es un programa que narra la historia de Rusia y la vida de su pueblo, donde el tiempo y los horizontes se abren gracias a los poderes infinitos del arte de la danza. Los momentos cruciales de la historia, las tradiciones y costumbres de la Rusia multinacional reflejan la diversidad cultural de centenares de etnias autóctonas que se unen para formar la amplia y singular cultura del pueblo ruso. El Show sumerge al espectador en los tiempos del Bautismo de Rusia, la Rusia Imperial y la URSS. Muestra la vida de los pueblos del Extremo Norte, Siberia, las Estepas del Sur, de los Montes del Cáucaso y la Rusia Central.


El show ha sido extraordinario. Con una perfecta unión de folclore, cantos épicos y apuntes líricos. Representa diferentes vertientes de la cultura rusa - la cultura soviética, la urbana, la rural y la militar. Gracias a la interpretación magnífica de diferentes personajes como la madre, la hija, el hijo, el marido y el guerrero, representantes de diferentes generaciones, los artistas llegan a reflejar el indescriptible espíritu del pueblo ruso. Realmente un musical de alto nivel artístico que nos dejó con ganas de mas. Pero todavía no había terminado el día.



El bus nos esperaba para llevarnos a pasear por las avenidas iluminadas. Los grandes shopping con sus marcas occidentales lucian a pleno. En un momento, frente a la Òpera comenzamos a caminar, paraguas en mano como para alejar la lluvia que nos había acompañado durante todo el dia. Llegamos caminando hasta la Plaza Roja y disfrutar de la iluminación de los monumentos, de las galerías comerciales, de la Iglesia de San Basilio. Pareciera un derroche de luz. Lo es sólo que la energía en Rusia es suficiente y se utiliza en las ciudades. Para el poblador, la factura tiene un valor simbólico, representando momentos del pasado socialista. Ya era tarde cuando regresamos al hotel. Al día siguiente no comenzaríamos tan temprano por lo que decidimos volver a al Restaurant y pedir unas rabas y un rissotto de mariscos. Esta vez con un vino blanco bien frío. De Australia. Muy bueno.


7/30/2019

Día 15. Hacia Moscú












La noche anterior de partir hacia Moscú tuvimos una agradable sorpresa durante la cena. En conjunto de danzas nos agasajó con sus cantos y sus bailes folklóricos, Realmente el colorido de sus trajes, los instrumentos musicales, incluyendo la balalaika y el pandero nos permitió asombrarnos. No entendimos la letra pero el tipo de danzas y el movimiento de sus cuerpos y sus rostros nos ayudó a entender que se trataban de canciones de amor, de hidalguía, de picaresca, de seducción. Realmente, nuestro acompañamiento de palmas y la alegría de todos fue una excelente respuesta para este generoso grupo de danzas.



Partimos temprano con destino Moscú. No eran muchos kilómetros pero seguiríamos rodeando el anillo de oro. Suzdal es una ciudad pequeña y encantadora. Cruzamos varias veces su puente sobre el río llamado Kamenka que nos trae a los alemanes del Volga reminiscencias de una aldea en la Bergseite del  mismo río.
Pequeño con sus torres multicolores y acebolladas, muchas doradas, hizo que esta ciudad quede como el centro de esta hermosa visita. Me he permitido tomar una fotografía ajena para mostrar como sería la ciudad en invierno. Hermosa, con glamour y con mucha historia.


















Desde allí y volviendo a cruzar nuevamente el Kamenka nos dirigimos hacia  Vladimir. Esta ciudad es más grande, de casi 300.000 habitantes con mucha actividad (tejidos, fruta enlatada, productos químicos, instrumentos de precisión y autopartes). Y, siendo parte del anillo de oro, tiene también sus edificios religiosos medievales que valen la pena visitarlos. Así fuimos por la Catedral de San Demetrio, la puerta dorada y otros más. 

También este conjunto forma parte del Patrimonio de la humanidad. Es de destacar la puerta dorada, hecha con oro y calentada con mercurio lo que le da una tersura y una vista muy particular. Por supuesto nadie sobrevivía a este tipo de técnicas de trabajo. Sólo la belleza del producto terminado.
Tanto los grabados de los iconostasios, los marcos de los tronos y los frescos en las paredes y cielorrasos hacen que uno se deslumbre con tanto trabajo. Es cierto que han sido recuperados, pero la labor realizada es extremadamente delicada y con excelente terminación.


Cerrando el anillo de oro, llegamos a la conclusión de que “es oro todo lo que reluce” y que el pueblo ruso ha puesto en ello su esfuerzo y sacrificio, Bien vale el reconocimiento.





Terminada esta etapa nos dirigimos a Moscú con la idea de llegar a la tardecita. Poco a poco el tránsito de ingreso a la capital fue haciéndose más lento. Era un viernes y mucha gente salía hacia el campo, hacia sus “Dachas” para pasar el fin de semana. La llovizna nos venia acompañando en los últimos tres días  y el pronóstico era de que se iba a mantener.  Sin embargo el moscovita iba a su casa de campo para descansar, jardín, huerto, vodka y sauna eran sus objetivos. Totalmente inversos a los nuestros que ingresábamos a una enorme ciudad con ideas de conocer sus cosas, ver su gente. Su ciudad.,


Y a medida que hacíamos nuestro ingreso a Moscú, percibiamos ese eclecticismo de una ciudad inmensa y compleja. Conviven sus historias de monarquías zaristas, del socialismo soviético y ahora de un capitalismo difícil de precisar. Las grandes urbanizaciones contrastan con la edificación moderna que ha comenzado a aparecer en los últimos treinta años de la mano del “mundo capitalista” que no quiso quedarse fuera,  a la caída del muro. 


Y con ellos conviven el viejo Kremlin y las iglesias ortodoxas entre ellas el ícono de Moscú que es San Basilio.
Nuestra llegada al hotel mostró un mundo distinto. Al lado de unas de la estaciones del metro y junto al río Moscova nuestro hotel y en el frente, un gran shopping nos mostraba palmariamente que habíamos ingresado en el siglo 21 de total tinte capitalista. A ese shopping fuimos a comprar por lo menos un paraguas. Y por supuesto, demoramos bastante hasta encontrar uno.  
La lluvia no paraba y no lo iba a hacer en los dos próximos días. Lo segundo, fue cenar algo caliente. Terminamos como siempre en un restaurante italiano comiendo unas apetitosas pastas. Esta vez dividimos; mi mujer siguió fiel a su copa de vino blanco y yo me incliné por una pinta de cerveza rubia.



7/28/2019

Día 14. El anillo de oro


Este Nombre se le ha dado a un circuito de cuatro ciudades medievales (S. XII) a menos de 100 km de Moscú y que resultan fundacionales para toda la vida histórica política y religiosa de Rusia. Política por cuanto han nacido y vivido algunos zares, otros han intervenido en ellas en tiempos posteriores como Catalina la Grande. Pero lo que resulta más importante es que la fundación de la iglesia ortodoxa rusa tiene su base en esta región y donde se encuentran , en su mayoría,


perfectamente conservados los más importantes testimonios de sus Monasterios y sus Catedrales. En forma individual, algunas de estas han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad y es en donde no se cumple aquel famoso dicho. Aquí es “oro todo lo que reluce”. De las ocho o nueve ciudades hemos recorrido sólo cuatro. En alguna de ellas nos hemos remojado con la lluvia pero no hemos renegado de haberlo hecho, ya que la magnificencia de estos monumentos históricos y fuentes de la religiosidad rusa nos han impactado sobremanera. Ni las luchas internas del soviet a partir de la revolución del 17 ni la invasión nazi en 1941 llegaron a destruirlas, aunque es importante decirlo, durante la etapa stalinista no fueron precisamente bien cuidados, sino mas bien descuidados: echados sus monjes, abandonados los monasterios y los templos dedicados a otros fines. Con el “glasnot” y la “caída del muro de Berlin” la Rusia moderna se encargó de pasar todos estos bienes a sus respectivas iglesias y ellas se han encargado de su reciclado en la mayoría de ellas. Otras esperan turno.









Como todos los días nuestra salida fue tempranera para recorrer esos caminos de bosques y de lagos que nos fueron llevando a un itinerario sorpresivo. La ciudad de Klin donde se encuentra la casa de Piet Tchaikowski, actualmente un museo. Vivió hasta sum uerte en 1895 Cómo no recordar la música del lago de los cisnes, el Cascanueces  o la la Obertura 1812, donde narra el triunfo de Rusia sobre Napoleón, verdadera anticipación de la derrota de los nazis en esa Rusia invernal que no pudieron soportar.  Los compases de la marsellesa perdiéndose en el fondo musical cuando aparecen los sonidos de los cañones y el himno conocido de Dios salve  a los zares. Se te ponen los pelos de punto. Para quienes no la escucharon,  bien vale la pena animarse.  Eso de ir demasiado temprano nos sorprendió: estaba cerrado. De modo que , unas fotos y seguir adelante.

El monasterio de la Trinidad y San Sergio​ en la ciudad de Sérguiev Posad  es un importante monasterio ruso y centro espiritual de la iglesia ortodoxa rusa. Se encuentra a unos 70 kilómetros al noreste de  Actualmente alberga a unos 300 monjes. Según la Unesco, que lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1993, se trata de «un buen ejemplo de monasterio ortodoxo en funcionamiento, con sus rasgos de época de los siglos XV  a partir del que se desarrolla. El conjunto arquitectónico y artístico del monasterio tiene valor excepcional. Es una obra maestra, y un modelo de la arquitectura temprana moscovita – la catedral de la Trinidad, de piedra blanca, construida de 1422 a 1425. Andrei Rubliov y los pintores de su escuela pincelaron las pinturas del iconostasio y las pinturas murales cuyos pequeños fragmentos se han conservado hasta hoy.
También pasamos por una ciudad Alekshandrov, con su Kremlin, construido por Iván el Terrible.
Mas tarde llegamos a la ciudad de Suzdal. Es increíble. No tiene más que 10.000 habitantes pero mantiene una estructura religiosa en la que existen má de 30 iglesias y monasterios, justamente de la misma época a partir del S. XII. Nuestra primer mirada fue a conocer  el Museo de Arquitectura de Madera donde pudimos recorrer, bajo una persistente llovizna, el modo como construían sus casas tanto los campesinos como los nobles de la comarca. Casi me animaría a decir, que encontramos en estas construcciones, algunos testimonios que existen también en la zona del Volga, donde arribaron a partir de 1763 los alemanes para colonizar la tierra y también formas parecidas de construcción que llevaron a Argentina. El vestíbulo al costado, la distribución de las habitaciones y su Nuschnik al fondo del patio. La noria para el molino y el pozo de agua nos resultan conocidos. En esta ciudad también nos encontramos con el Kremlin o fortaleza, un gran talud de tierra que defendía las casas reales y las instituciones religiosas. 



Visitar la catedral  de la Natividad fue importante y realmente marcó el centro de la vida religiosa durante el Medievo.
Posteriormente pasamos por el Monasterio del Salvador y san Eufimio, que es un complejo de viviendas, iglesias y claustros. En momentos de la crisis de la segunda guerra fue utilizado como prisión. Tuvimos la suerte de escuchar musica coral dentro de la catedral y luego un concierto de campanas con el carrillón que se encuentra al lado. Una verdadera belleza. El carrillón no es automático sino que la música es interpretada por un maestro de las escuelas del monasterio. Existen también talleres de iconostasios, cursos de teología y música.


Antes de retirarnos de Suzdal tuvimos una clase taller para la construcción y pintado de Matrioskas. Cada uno de nosotros, sentado frente a una matrioska debimos hacer el esfuerzo simpático de colorearlas. Hubo de todo, Verdaderos pintores y algunos mamarracheros entre los que me incluía. Las maestras pintoras rusas nos dieron una mano con su simpatía y buen humor. Claro, al final debíamos consumir los souvenir que en el local se vendían y que eran de excelente calidad. Cómo no comprar una Matrioska. Si ya en la tapa de uno de mis libros figuraba una de ellas y el significado profundo estaba en su interior:



 . Al final del viaje y ya cuando debía

marcharse hacia el aeropuerto, Gertrud lo acompañó al Hostel a buscar sus mochilas, abonar el servicio y cuando lo acercó al metro que lo llevaría al Aeropuerto, le dejó un pequeño regalo.
Es una matrioska. Tú sabes lo que es. Muy colorida como nos gusta a nosotros. Siempre hay algo más dentro de la que ves y así sucesivamente. Es un regalo ideal para un historiador. En cada historia siempre encontrarás otra. No te he traído de las más grandes porque no tienes espacio en tu mochila. Pero hay siete muñecas rusas en este presente. Espero me recuerdes siempre.
Desenvolvió el regalo y se asombró del colorido y de la belleza de la matrioska que tenía en sus manos. Abrió una de las muñecas y se encontró con otra, totalmente distinta en coloración y detalles.
– Y así una y otra hasta el final – le aclaraba Gertrud con su infaltable sonrisa.” (De Las Flores del Almendro, de Horacio Agustin Walter, La Plata, 2014).