Bitacora 2013. Dia 2. Frankfurt am Main
Amaneció con mucho frío. Casi polar para el primer domingo en
Alemania. De todos modos no nos quedamos y salimos a caminar. Ya teníamos una
idea por lo que, comenzamos caminando por una de la ribera izquierda del Maine.
Mas crecido que ayer y muy correntoso.
Comenzamos a interpretar que las lluvias
en el sur este de Alemania, en la zona de Passau, Zwikau y Dresden,
no sólo
inundaban aquellas zonas, sino que también hacían crecer los ríos interiores
del Centro de Europa.
Días después nos enteraríamos que estaban la mayoría de los grandes ríos, todos desbocados, el Zalzach en Salzburgo, el Moldava en
Praga y el Danubio en Viena. A veces estos acontecimientos en un país distinto
te obliga a estudiar su propia geografía.
El tránsito nos obligó a ser cuidadosos con los semáforos,
cruzar cuando te corresponde y no andar por las sendas de las bicicletas. En
Europa, no se si por sus reglamentaciones, en la práctica, el ciclista tiene
prioridad. Increíble. Y donde te descuidas te llevan por delante. En el menor
de los casos, algún timbrazo desde cincuenta metros y un murmullo vocal que en
Argentina olería a putiada.
Cruzamos el río porque me interesaba ver el Museo de Historia
y la grandiosa estatua de Carlomagno al que una vez dediqué un cuenta. Todo en
restauración y la estatua, guardada.
Caminamos unos metros y nos adentramos en el centro propiamente
dicho. Ahí se encuentran los tres edificios, entre los que se destaca el Römer,
en el que habitó el ayuntamiento de la ciudad por más de seiscientos años.
Ahora son oficinas públicas alrededor del Mark en la plaza Römerberg. Todos estos edificios con el clásico estilo
de Frankfurt fueron destruidos durante la segunda guerra y reconstruidos. Salvo
una manzana en la que – dice la gente – se construyó un edificio inapropiado.
Ahora lo han tirado abajo y están reconstruyendo todo de acuerdo a los planos
originales del Medievo.
Por la tarde, siesta y lobby para descansar. El jetlag del
viaje aparece en el segundo día, donde el tiempo biológico no es igual al dia
cotidiano. Amanece muy temprano y anochece a las diez de la noche, por lo que
tenemos un día muy largo y la luz solar te estimula a andar y andar. Por eso,
nos sentamos en el lobby del hotel, a tomar unos mates, a charlar un rato y a
observar a la gente. Y de paso, bajar un cambio…
Vimos como el Hotel se “tragaba” literalmente a cientos de
turistas que llegaban bajo el formato de “grupos turísticos globales”
(coreanos, japoneses y chinos) y algunos especiales (argentinos, brasileros y
colombianos und so weiter),. Arabes e
hindúes venían por su cuenta pero a raudales. Todos entraban en el hotel. No ví
salir a nadie de ese grupo.
Enfrente de nuestro hotel un Cementerio. Muy cuidado. Con mi
natural curiosidad volguense la invité a mi mujer y nos adentramos en el hermoso
parque. Muy cuidado, lleno de verde. Las tumbas se caracterizaban por una
lápida y un pequeño jardín sobre el túmulo. Flores y plantas. Las lápidas muy
simples. Algunas con cruces, otras no (la mayoría). Vi un reflejo del respeto por los antepasados,
sentimiento que existe también en nuestra comunidad volguense. La lápida de
piedra es lo único que vence al tiempo, las flores y las plantas expresan el
tiempo corto de la vida. Entre las tumbas algunos símbolos clásicos, otros
naif, o alguno muy significativo para el gestorbet,
como forma de recordarlo de un modo especial. Los farolitos con velas
encendidas, otro clásico entre el follaje verde. Este color intenso lo
asociamos a la gran humedad que se sentía, particularmente a lo largo del día
frío que habíamos pasado.
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