Bitacora
2013. Dia 3. Frankfurt am Main
El Río
Maine, al momento de volver a cruzarlo, para llegar otra vez hasta el centro,
se encontraba sumamente crecida. Das
Hochwasser (la inundación en el centro de Europa, tal como la titulan los
diarios) se siente mucho en sus ríos interiores. Seguramente en los próximos
días se hablará del Rhin y del Elba que finaliza en Hamburgo. En el centro, el
río estaba casi al desborde. Por supuesto, no se podía acceder a las
escalerillas de los muelles para subir a los barcos atracados.
Nuestro
objetivo tempranero era llegar hasta la casa de Goethe, cuya vivienda te
retrotrae al romanticismo del S. XVIII. Una hermosa colección de pinturas en su
museo hacen que la visita – ya de por si – fuera un hermoso placer. Su casa no
fue una kleine Haus. Por el contrario, es muy grande, casi
palaciega, situada en el centro de la ciudad, donde desfilaban escritores,
pintores, hombres del poder, músicos y artistas de la nueva generación del
“Sturm und Drang” (tormenta y fuerza), gran movimiento dinámico que levantó a
todas las artes de Alemania en ese siglo.
Visitar
una casa de un escritor, de un artista clásico te permite imaginar muchas
cosas, de su vida, de su actuación. Los objetos que para él fueron cotidianos
para nosotros son testigos de su vida. El mobiliario, la distribución de las habitaciones,
las paredes con sus cuadros, sus ventanas y sus cortinas nos llevaron en un
momento a la fuerza y al dinamismo de un movimiento literario del romanticismo
alemán. Casi con pudor uno se retira de la casa, sintiendo en el brazo que se
han erizado los pelos de pura emoción. Nunca visité una casa con la emoción con
la que pude ingresar a la de Goethe.
Luego,
obvio, lo de siempre, buscar un lugar para almorzar. Lo hicimos al solcito
(apareció por primera vez para nosotros y también para los alemanes luego de
100 días de nubes), en la Torre del Insel. Cerca de la Rathaus. Lo hicimos luego de buscar un
pantalón más liviano en las grandes tiendas de ropa que aparecían en la zona.
Volviendo
quisimos darle una mirada algo más profunda a la catedral. Construida
tardíamente a partir de 1415 y terminada en el siglo siguiente, tienen formas
propias dentro del gótico alemán. Tal vez su mayor característica sea la torre
que reproduce la corona imperial. En ella se reunían los siete electores
(príncipes y arzobispos) para elegir al emperador. La catedral ha sido símbolo de la unidad nacional de
Alemania, especialmente durante el siglo XIX. Aunque nunca ha sido sede
episcopal, era la iglesia más grande de Fráncfort del Meno y su papel en la
política imperial hizo de esta iglesia uno de los edificios más importantes de
la historia imperial, y justificó el uso de la apelación de catedral imperial (Kaiserdom). En la segunda guerra sufre los
destrozos de las bombas caídas al punto tal que todo el interior quedó
incendiado. Reconstruida a partir de 1950 es un hermoso monumento y testimonio
histórico para conocer.
Pero más allá del centro histórico, existe
una ciudad moderna, inalcanzable con la vista hacia el cielo, de edificios
imponentes y modernos. Es la ciudad de la Messe,
de las exposiciones internacionales, del dinero, de la producción. Muchos
de esos edificios corresponden a los Bancos globales. No es una ciudad
abarrotada de habitantes (casi 700.000) pero muchos de ellos son bancarios. Trabajan
todos y también de las aldeas y ciudades vecinas. Basta ver en las calles los
trajes oscuros y camisa blanca con corbata en los hombres y las mujeres con sus tailleur también oscuro. Tampoco es la
capital del estado de Hesse, sin embargo
su importancia deviene de su historia, de sus caminos comerciales, de su
Medievo burgués. Siempre lo ha sido - y ahora mas - el verdadero nudo de
comunicaciones comerciales no sólo de Alemania sino de toda Europa. Es la sede
del Banco de la Comunidad Europea y como tal incentiva la construcción de
nuevos edificios compitiendo en altura y belleza con los otros bancos globales
que también están en lo mismo: Alemania, China, Japón, USA. Por eso mismo, la
ciudad sigue creciendo.
Regreso a casa pudimos ver a los rollers. Cientos de ellos en una maratón
extraordinaria pasaron por calles y puentes. Ellos mismos organizaban el
tránsito y sólo al principio y al final un par de patrulleros acompañando.
Por la noche debíamos encontrarnos en el
hotel con los organizadores del tour “Alemania total” del que participaríamos.
En la cena apareció por primera vez Die
Gemüsse Suppe (sopa de verduras) que
– seguramente - no nos abandonaría hasta el final del viaje.
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