7/06/2013

Bitacora 2013. Dia 5. Köln (Colonia)


Salió el sol a pleno. Dejamos Frankfurt camino a Köln (Colonia). No tan temprano como se había programado porque las graves inundaciones que se etán produciendo han elevado los niveles de los ríos al punto de desborde en muchos de ellos. El Rhin, nuestro próximo objetivo, ya figuraba desbordado con lo que se suprimió el Crucero que teníamos previsto para tomar en un lugar y llegar hasta Köln. La “Hochwasser” se agranda en todo el territorio. Malas noticias de Salzburg y Praga y pronósticos complicados del Danubio en Viena. No podemos contra el tiempo. La propuesta era buena, pero quedó ahí. Tendremos que hacerla a través del google y revisar la gran leyenda de Loreley.

De ahí que con nuestro bus y con la compañía de veinte personas mas Chello de guía y Jesús de Chofer. Dos cosas resultaban claras desde el camino. El verde de las praderas, los valles y colinas. Y la otra, el tránsito intenso, aunque ordenado, de sus carreteras y autopistas. Camiones de todo tipo, con cargas de todos los países y con marcas indescifrables. Muchos cargados de autos nuevos, otros cerrados con el sello de logística de cargas. A lo largo de los días que estuvimos en las rutas alemanas no vimos un solo incidente importante. Solo un atasco debido a algún problema menor. Es el símbolo de un desarrollo sin fin? Y ¿la crisis? No aparece a la Aussicht (mirada) común del turista. Es necesario penetrar en la Alemania profunda para verlo.

La llegada a Köln se vuelve a sintetizar en las dos cosas que dijimos al principio: el río y el Dom. La catedral, inmensa, difícil de captarla en una fotografía. Tanto el frente como los laterales o el fondo son signos de belleza. Siempre me acostumbre a ver las catedrales góticas desde atrás, parecen más hermosas, con sus arbotantes y sus contrafuertes. Por dentro y con un sol favorable es posible gustar las vidrieras y los rosetones. El Dom te sobrepasa. Dentro, cuando te encontrás en el ábside (el crucero central) y mirás hacia arriba: un caleidoscopio de colores increíbles por la luz que ingresa por los vitrales superiores, muchos de ellos reconstruidos. Y la delgadez de sus columnas hace que el templo se dirija hacia el cielo, pareciendo que  no termina nunca. Todas estas cosas te hablan no sólo de la excepcionalidad arquitectónica sino del sentido religioso de la época y del inmenso poderío de reyes e iglesia. El pueblo presta su lomo para transportar las piedras y expresa su obligatoria fe con la transpiración y el esfuerzo. No ha cambiado mucho de aquella época al hoy.



Esta grandiosidad, que parece solo un detalle (decoración,  objetos, imágenes, símbolos, estatuaria y pinturas, und so weitere, serán causa - un tiempo después - de la gran crisis religiosa que tendrá su origen en Alemania con Lutero y el surgimiento del protestantismo. El Dom (Die Hohe Domkirche St. Peter und Maria), se inició en el S. XIII y tuvo su culminación tardia en el S. XIX. Raro! O no? Hay comienza a aparecer el tema del protestantismo en la detención de la construcción. Un gótico por excelencia tienen sus torres casi 160 metros. ¿Será pariente de la catedral de La Plata? Como dato curioso se dice que en el relicario central se encuentran los restos de los tres reyes magos. De todos modos, su perdurabilidad se observa en la negritud de sus paredes (huellas del fósforo de las bombas aliadas?).




Durante la segunda guerra no fue dañada. ¿Milagro, casualidad o táctica militar? Dicen que la iglesia era el punto alrededor del cual debían bombardear los aliados. Y eso se ve en las fotografías del año 1945. Mito o realidad, las guerras siempre presentes y cuanto más uno las ve, mas la odia. Y se odia tanto al que la originó como a los que la siguieron y la terminaron. ¡Qué fácil es olvidar los millones de víctimas inocentes!




El otro punto importante es el Rhin, río importantísimo para la economía histórica de Alemania y de los países bajos.  Ancho, vigoroso, se va nutriendo de los ríos importantes como el Main, el Mosela para terminar en el mar en Holanda. En su recorrido riega los valles más importantes y de ahí resultan los productos más importantes y gustosos como el famoso Weisswein (vino blanco). Es un gusto probar el clásico Riesling del Mosela.



Y durante todo el día, el sol para todos. Los Coloneses lo extrañaban y salieron a la calle. Hacía más de 100 días que no lo veían. Entonces, todas las terrazas, las tabernas, los bares, llenos de gente, almorzando a cualquier hora, cenando temprano, probando una cerveza o el gustoso Kölsch o, no lo había visto antes, comerse un exquisito helado. Parece una buena costumbre y eso hicimos. Pedimos helados en panqueques, en copas, o servido y preparado en mil formas.


Cuando regresamos al hotel cerca de las 9,30 de la noche todavía era de día. Pero ya no había gente en las calles; todos se llamaban al descanso, abandonando las calles. Los negocios cierran temprano, no más de las 8. De modo que cuando llegamos a la calle del 4711 la encontramos cerrada. Gran depresión ya que en nuestros planes, mejor dicho, en los planes de las mujeres del grupo, estaba comprar la antigua y vigente Agua de Colonia.






Al llegar al hotel, ya era de noche.

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