7/05/2013

Bitacora 2013. Dia 4. Würzburg

Bitacora 2013. Dia 4. Würzburg
Ingresamos a Würzburg, la caminamos durante varias horas y no alcancé a dimensionarla completamente. Rara y hermosa a la vez. Si bien nunca llegó a tener 100.000 habitantes, fue destruida durante la guerra. Dijeron siempre que los aliados no destruirían ciudades mayores de ese número. ¿Cuál fue la razón de la destrucción, entonces? Sólo destruir para lograr que el enemigo no destruya… Razonamiento implacable e inentendible. Se lo verá a lo largo de las muchas ciudades que visitaremos. De todos modos, la encontramos totalmente reconstruida, con sus edificios y sus palacios, particularmente el Palacio de la Residencia. 






También a la orilla del Río Main se levanta como una ciudad bávara de muy antigua data. Su nombre se refiere a la ciudad de las especias y si bien resulta un ejemplo de ciudad medieval, sus edificios se remontan al romanticismo del siglo XVIII. Recostado sobre la colina se encuentra el castillo de Marienberg, que del otro lado del río luce espléndido. Al igual que el puente de arcos grandes que une las orillas del Main.
Su Markplatz (plaza del mercado) siempre tuvo relación con la comercialización de las especias, y su vínculo el Río, que – otra vez – nos pareció sumamente desbordado en las partes bajas de la ciudad. El almuerzo fue en una vieja cervecería: Würzburger Hofbräu.  



Ya voy aprendiendo que cuando aparece la palabra Hofbräu (hofbroi = fonéticamente) no debo olvidar que estamos hablando de las primeras cervecerías medievales. Con su fabricación de cerveza propia que debe consumirse antes de los tres días, ya que todo es natural. Sabe suave al paladar al punto de desear la repetición de la jarra. Los bávaros no se conforman con su jarra chica. La tienen de un litro y la repiten sin problemas (por eso hay tantos mingitorios en los baños de estos patios cerveceros). Un buen plato de carne con tallarines caseros y el clásico perfume a mostaza que no dejaré de sentirlo a lo largo del viaje por Alemania.
La Iglesia dedicada a San Killian es la catedral y es una construcción románica sobria construida en el S.IX., ahora totalmente restaurada. El Grafeneckart o el edificio del Ayuntamiento ( Rathaus) sólo tiene sus dos pisos originales. El resto ha sido restaurado en forma constante, al punto tal de tener un gran restaurante en su interior.

Lo que impresiona en esta ciudad es el Palacio de la Residencia (así se lo conoce), es inmenso, con un frente que llama mucho la atención. Hoy es sede de la universidad, oficinas públicas, salones de fiestas (incluso familiares privadas). Un verdadero lujo. En la parte de atrás, un hermoso jardín (no me acuerdo si es al estilo francés o al inglés ya que todavía no he aprendido esas diferencias). Lo que es cierto es que es muy hermoso. En una tarde asoleada como la que nos tocó, buscar la sombra en ese jardín resultaba relajante y descansado.




Por la tardecita, volvimos a Frankfurt. Nos habíamos quedado con las ganas de ver la Opera y los símbolos mayores de la ciudad que son un oso y un toro, ambos de bronce. Nos costó encontrarlos, incluso con mapa en mano. Y entre muchísima gente. Pero lo logramos. Luego de dar vueltas sobre las mismas calles (acuérdense los lectores que estas ciudades no están hechas como las que conocemos en Argentina, del trazado tipo español, con manzanas cuadradas, la plaza al centro con la iglesia y el municipio). Llegamos. Vimos la ópera. La vieja, porque funciona a veces. La nueva la vimos ayer cuando pasábamos entre los grandes edificios. Ya no es solo para la música lírica, sino que es un edificio moderno para toda la cultura (canto, audiciones, salas de espectáculos y exhibiciones). Para todos.


 Y al final, el par de animales se nos aparecieron, frente al edificio de la Bolsa: un oso y un gigantesco toro (símbolos de la fuerza de los negocios?). Nos imaginamos que en la tranquilidad de esa calle, se movía una gran parte del dinero del mudo. No sabíamos que cosa tocar de los animales… Dicen que hay que tocar algo para volver….Yo me animé a tocarle solo las orejas…



Y volviendo ya para la cena de despedida vimos mucha gente. Una movida increíble. La Calle? Fressentstraße, quiere decir la calle de engullir no de comer (essen) y era tal como lo que veíamos: mucha gente tomando y comiendo (en realidad, engullendo). Con sus trajes oscuros, a viva voz, como si fuera una gran reunión de amigos. Muchos bares, también carpas en las calles. Una gran movida de after office. No nos animamos a imitarlos. Nos esperaba una pizza en un restaurant italiano detrás del hotel. Con una buena cerveza fresca.

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