Bitacora 2013. Dia 4. Würzburg
Ingresamos a Würzburg, la caminamos durante varias horas y no
alcancé a dimensionarla completamente. Rara y hermosa a la vez. Si bien nunca
llegó a tener 100.000 habitantes, fue destruida durante la guerra. Dijeron
siempre que los aliados no destruirían ciudades mayores de ese número. ¿Cuál
fue la razón de la destrucción, entonces? Sólo destruir para lograr que el
enemigo no destruya… Razonamiento implacable e inentendible. Se lo verá a lo
largo de las muchas ciudades que visitaremos. De todos modos, la encontramos
totalmente reconstruida, con sus edificios y sus palacios, particularmente el Palacio
de la Residencia.
También a la orilla del Río Main se levanta como una ciudad
bávara de muy antigua data. Su nombre se refiere a la ciudad de las especias y
si bien resulta un ejemplo de ciudad medieval, sus edificios se remontan al
romanticismo del siglo XVIII. Recostado sobre la colina se encuentra el
castillo de Marienberg, que del otro lado del río luce espléndido. Al igual que
el puente de arcos grandes que une las orillas del Main.
Su Markplatz (plaza del mercado) siempre tuvo relación con la
comercialización de las especias, y su vínculo el Río, que – otra vez – nos
pareció sumamente desbordado en las partes bajas de la ciudad. El almuerzo fue
en una vieja cervecería: Würzburger
Hofbräu.
Ya voy aprendiendo que
cuando aparece la palabra Hofbräu (hofbroi = fonéticamente) no debo olvidar que
estamos hablando de las primeras cervecerías medievales. Con su fabricación de
cerveza propia que debe consumirse antes de los tres días, ya que todo es
natural. Sabe suave al paladar al punto de desear la repetición de la jarra.
Los bávaros no se conforman con su jarra chica. La tienen de un litro y la
repiten sin problemas (por eso hay tantos mingitorios en los baños de estos
patios cerveceros). Un buen plato de carne con tallarines caseros y el clásico
perfume a mostaza que no dejaré de sentirlo a lo largo del viaje por Alemania.
La Iglesia dedicada a San Killian es la catedral y es una
construcción románica sobria construida en el S.IX., ahora totalmente
restaurada. El Grafeneckart o el edificio del Ayuntamiento ( Rathaus) sólo
tiene sus dos pisos originales. El resto ha sido restaurado en forma constante,
al punto tal de tener un gran restaurante en su interior.
Lo que impresiona en esta ciudad
es el Palacio de la Residencia (así se lo conoce), es inmenso, con un frente
que llama mucho la atención. Hoy es sede de la universidad, oficinas públicas,
salones de fiestas (incluso familiares privadas). Un verdadero lujo. En la
parte de atrás, un hermoso jardín (no me acuerdo si es al estilo francés o al
inglés ya que todavía no he aprendido esas diferencias). Lo que es cierto es
que es muy hermoso. En una tarde asoleada como la que nos tocó, buscar la
sombra en ese jardín resultaba relajante y descansado.
Por la tardecita, volvimos a
Frankfurt. Nos habíamos quedado con las ganas de ver la Opera y los símbolos
mayores de la ciudad que son un oso y un toro, ambos de bronce. Nos costó
encontrarlos, incluso con mapa en mano. Y entre muchísima gente. Pero lo
logramos. Luego de dar vueltas sobre las mismas calles (acuérdense los lectores
que estas ciudades no están hechas como las que conocemos en Argentina, del
trazado tipo español, con manzanas cuadradas, la plaza al centro con la iglesia
y el municipio). Llegamos. Vimos la ópera. La vieja, porque funciona a veces.
La nueva la vimos ayer cuando pasábamos entre los grandes edificios. Ya no es
solo para la música lírica, sino que es un edificio moderno para toda la
cultura (canto, audiciones, salas de espectáculos y exhibiciones). Para todos.
Y al final, el par de animales se nos aparecieron,
frente al edificio de la Bolsa: un oso y un gigantesco toro (símbolos de la
fuerza de los negocios?). Nos imaginamos que en la tranquilidad de esa calle,
se movía una gran parte del dinero del mudo. No sabíamos que cosa tocar de los
animales… Dicen que hay que tocar algo para volver….Yo me animé a tocarle solo
las orejas…
Y volviendo ya para la cena de
despedida vimos mucha gente. Una movida increíble. La Calle? Fressentstraße, quiere decir la calle de
engullir no de comer (essen) y era tal como lo que veíamos: mucha gente
tomando y comiendo (en realidad, engullendo). Con sus trajes oscuros, a viva
voz, como si fuera una gran reunión de amigos. Muchos bares, también carpas en
las calles. Una gran movida de after office. No nos animamos a
imitarlos. Nos esperaba una pizza en un restaurant italiano detrás del hotel.
Con una buena cerveza fresca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario