Moin.Moin. Parece ser el saludo de esta ciudad, al igual que
el clásico Tschüss, pero con cantito incluido. Toda la energía del desarrollo
hanseático permanece intocable, a lo que hay que agregar el progreso
tecnológico y los nuevos sistemas de comunicación portuaria y sus nuevas claves
de la logística (puertos, nuevos y grandes barcos, miles de contenedores encima
de un solo barco, y otros tantos miles
apilados en las estibas de los puertos.
La ciudad, también destruida por la guerra, sobrevive a cada
calle por que avanzamos. Si algo está
mal o molesta se crea algo nuevo. Vale la densidad demográfica y es mucho mas
importante la nueva densidad que se crea (espacio para más gente y a la vez,
nuevos territorios verdes). Parece magia. Es sólo planificación y desarrollo.
Sobre el río Elba y a su desembocadura se han establecido casi 100 Km de
puerto, tantos puertos en los tantos kilómetros que demorará el Elba en llegar
hasta el mar del Norte.
De tradición
escandinava, la libertad y la tolerancia pueden resultar las categorías salientes
y percibidas por nosotros. Más allá de la fe, el coraje, la justicia y la
concordia que son los valores que aparecen en forma de estatuas en las alturas
del Rathaus (Ayuntamiento o Municipio en nuestras tierras). Alrededor de los
miles de canales que van estructurando la ciudad se desenvuelven lagos
interiores, múltiples espacios verdes y grandes avenidas donde el tránsito luce
agitado y dinámico, aunque ordenado. Y a veces también, lento dada la gran
cantidad de autos, bus y camiones que la transitan.
Casi con 5 millones de habitantes, contados los de los
suburbios y estados vecinos, es la segunda ciudad luego de Berlin. Vigente e
importante desde el siglo IX. Durante la segunda guerra, ciudad estratégica por
excelencia, fue destruida en un 70 %.
Hoy luce toda reconstruida.
Caminar por sus barrios es tarea titánica porque su escala
es muy grande. De todos modos, varias de las cosas que vimos impresionan
muchísimo. La Rathaus es un edificio renacentista construida en el s. XIX, con
una gran plaza enfrente y en un barrio donde se extienden todas las tiendas de
marcas importantes y los shopping para delicia de los turistas.
Nos impresionó la Iglesia de St. Michelis (Miguel), protestante,
por su belleza y su disposición. Es la primera vez que vemos una iglesia
protestante con tanta belleza. Por lo general, suelen ser austeras y muy
sencillas. Esta ha sido originalmente católica, pero al momento del paso al
protestantismo, han respetado sus contenidos y luce tal cual era. Un incendio la desvastó a
principios del siglo XX pero fue reconstruida de acuerdo con los planos
originales. Su interior majestuoso de mármoles y bronces, contiene el púlpito
con forma de punta de barco, símbolo del amor de los navegantes que siempre
venían a esa antigua iglesia. Su torre, era el vínculo con los marineros, un centro
de investigación astronómica y el punto mas alto de la ciudad, desde allí se
daba la hora a toda la ciudad de Hamburgo.
El otro barrio importante, que no visitamos de noche, es el
de St. Pauli, donde está la calle de la Große Freiheit (gran libertad) que es
una de las tantas que constituyen el barrio rojo de la ciudad. Detrás de él, los puertos donde atracan los grandes barcos y
cruceros, entre ellos el Quen Elizabeth II, al que siempre acompañan todos los
veleros cuando entra y sale de la rada.
Seguramente podemos decir que nos quedamos con las ganas de
seguir conociendo Hamburgo. Es una ciudad que se merece varios días y una vista
aérea para comprender el tamaño y poderío de la ciudad.
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