El tercer día en Pigué es para recorrer su parque, disfrutar
la sombra y el verde, los amplios lugares donde la gente del pueblo y de los
pueblos vecinos vienen a disfrutar. Dos amplias piscinas públicas hacen la
razón para para el verano. En el mismo hay espacio para todas las actividades
deportivas y sociales. Uno de los lugares a no perdérselo es la visita al Museo
de Pigué que en dos construcciones alberga documentación importante de la
historia y de la cultura de la ciudad y la región.
Otra visita obligada es la del calvario. Hay que tomar la
Av. Mitre y dirigirse hacia el sur. No lamenten el polvo del camino de tierra
ya que llegar al cerro donde se encuentra el calvario tiene su mérito. Las
distintas estaciones ubicadas en la pendiente de la sierra están prácticamente
escondidas entre la nueva vegetación que se ha armado y que , responsables
voluntarios del riego, pasan uno por tarde a
hacer su tarea.
El cerro es pequeño. Vale la pena subirlo caminando o en
bicicleta. Si vas en auto, podes subir hasta la cima sin problemas. Sólo que tendrás
que limpiar el polvo en un día seco. Las estaciones son muy construcciones con
una decoración muy simple y delicada. Al final una gran cruz de hierro muestra
su presencia colosal para ser percibida
desde muy lejos.
Y como un plus, se puede ver como desde un balcón una
panorámica de la ciudad, de los campos alrededor, y las sierras del sistema
Cura Malal al fondo. Un hermoso paisaje.
Y cuando volvés al pueblo a la tardecita, es importante
hacer lo que hace todo el mundo, recorrer la avenida Casey , la “vuelta al
perro” a paso tranquilo (casi desesperante) donde la gente se saluda, se mira
pasar, ve quienes están sentados en un clásico del pueblo que es la Confitería
Paris, donde todo el mundo alguna vez tuvo algo que ver allí. Y tal vez ahora,
mas ya que cuenta con WI Fi. Se puede arrancar desde la estación y llegar hasta
el modernizado hospital que se encuentra en la parte mas alta de la ciudad, y
luego bajar por la otra mano de la Avenida Casey. Y a no desesperar….
Como no hay semáforos, muchos quieren doblar a la izquierda
para ingresar a la calle España. Entonces, hay que tener una gran paciencia.
Los viejos negocios han dado lugar a los nuevos, pero no ha habido una
modificación arquitectónica al respecto. Uno solo de los negocios, mantiene su
vieja estructura. Es el almacén de ramos generales de Miguel hermanos. Así se
llamaba en mi época. No sé ahora. No importa eso. Ingresar al mismo es posible
encontrar una escopeta junto a un rallador de queso o una juguera eléctrica. Un facón para calzarlo en la cintura, cañas de
pescar, semillas y todo lo que puede contener un especializado almacén urbano,
junto a un bazar. Está todo. Y hay de todo. No se puede hablar de “cambalache”
porque no es intención de repetir la ironía de la canción, sino mostrar que es
posible encontrar de todo. De todo, dije. Probablemente sea el negocio mas
antiguo que perdura en Pigue.
Hoteles hay dos o tres. En algunos se almuerza muy bien. Un
buen restaurante se encontraba sobre la ruta 33 “san Francisco” ya no está. Ni como edificación. Qué vendrá? No se sabe.
Los comentarios son muchos, que van desde un shoping hasta algo novedoso… Habrá
que esperar.
Ayer hablaba de los monumentos. Es cierto, está el clásico
de San Martín en medio de la Plaza y muchos mas, como dijimos. Probablemente
uno de los mas antiguos y originales es el monumento a la madre, en una de las
avenidas (mas de uno se lo ha llevado por delante (falta de frenos). Su
significado es atemporal y perdura con la misma sensibilidad. Para no redundar
en este tema citaré uno mas y es el recuerdo a uno de los grandes de Pigue.
Juan Carlos Cobián, hombre de tango que alguien alguna vez lo llamó por su
fineza en la interpretación como el “Chopin del tango”. Seguramente y aunque no
en forma dependiente existe otro tanguero famoso, conocido como el Señor del
Tango, Fernando Soler. Nosotros lo conocimos con su nombre original y es a él a
quien le he dedicado un hermoso cuento al estilo borgiano. Su nombre? Carlitos
Táccari. Y en Pigué se lo quiere mucho….
Llegué una semana tarde para probar la Omelette que se
celebra (lo digo así porque es un
verdadero rito) el 4 de diciembre. Se rompen tantos huevos para hacer la
omelette, como gente se hace presente para disfrutar el espectáculo y luego
probar una porción. Me la deben! También hay otra celebración con gusto francés
que es el Aligot, más sencilla y de no tan alto perfil como la Omelette pero
que se degusta también en la ciudad.
No se puede ir de Pigüé sin haber comido algo rico. Estuve
tres días. Una pavita al horno con papas y batatas asadas una noche, unos
canelones caseros otro día y para cerrarla un buen lechón al horno con
ensaladas varias y buenos vinos hecho por un cheff que promete y que es mi
hermano. No se lo pierdan cuando cocina! Lo hace muy bien.
Mi estadía en Pigué se acababa. Siempre me gustó ver un
hermoso edificio entramado que era el juzgado de paz en el cruce de las
avenidas Casey y Cabanettes. Se incendió
hace varios años y hoy queda un terreno
vacío, casi estéril. Sólo un afiche me llamó la atención y es la deuda que la
ciudad de la Plata tiene con un joven de Pigué: Miguel Bru.-
Hasta siempre.