Pigüé es una colonia fundada por franceses. Pero siempre hay
una historia anterior. Varias batallas contra los pueblos originarios dirigidos
por Callvucurá (batalla de Pi Hue), el
Cacique Juan José Catriel (batalla de Cura Malal) han dado lugar a nombrar algunas regiones. En esas batallas
los pueblos originarios fueron derrotados y comenzaron a aparecer en su lugar algunos fortines y
fuertes para mantener “tranquila” (¿) la región que da nombre a las sierras (Cura
Malal) y a la ciudad de Pigüé después.
Pi Hue era “el lugar de encuentro“ de los caciques que hicieron todo lo posible
por defender sus tierras ante el avance de
la “modernidad” ( fusil, ferrocarril, telégrafo y alambrado). En ese empuje
constante hacia el sur estos pueblos originarios fueron perdiendo tierras,
gentes, nombres y también identidades. Las concesiones de campos a los “heroicos”
soldados fueron simples papeles para ingentes riquezas: 300.000 ha al Coronel
Plaza Montero… Hábiles contratantes como Eduardo Casey se hicieron con de todas
ellas para armar lo que luego serían los localizaciones futuras en Pigüé, Coronel Suárez y toda la región.
Hoy no podemos cambiar la historia, pero si observarla con mayor cuidado.
Un inmigrante francés Clemente Cabanettes conoce a Eduardo
Casey y llegan a un acuerdo de colonización. Envía a Francia a su amigo
Francisco Issaly para que de la región natal de ambos (El Aveyron) convenciese
a los ciudadanos franceses a poblar una colonia granjera en la zona. En 1884
aparecen las primeras 40 familias francesas que se establecen junto a las vías
del ferrocarril del sud en la estación Pi hue.
Mirar las actas de fundación y los documentos nos permite
releer los clásicos apellidos que hoy pueblan la ciudad; Isaly, Calmels,
Mazars, Boudou, Cance, Bousqeut, Roubellac, Bras, Champredonde, Durán,
Vigouroux, Soulié, Domergue y así hasta el cansancio. Nuestra infancia estuvo
rodeada de todos esos apellidos que nos resultaban familiares.
Realmente Francisco
Issaly no sólo fue el que hizo las gestiones para traer su gente sino que los
acompañó, viajó con ellos y vivió las vicisitudes de la instalación y de los
primeros años. Su vida se identifica con su sueño y su sueño no fue otra cosa
que esta ciudad. No hay en ella un monumento digno a su trayectoria, tal como los hay
de Eduardo Casey y Clemente Cabanettes. ¿Es una deuda de honor y gloria que en
algún momento el pueblo tendrá que cumplir?
Y ahí comienza la verdadera historia del pueblo, con sus luces y sombras, sus esperanzas y dolores, que
son las que nos permiten llegar hasta hoy. Con casi 15.000 habitantes
reconocemos en ellos las distintas identidades que fueron dando color y calidad
a la ciudad. Como toda ciudad de inmigrantes lo primero que se crean son las
instituciones de solidaridad. Así nace el Cercle Francais. Toda la vida de la
gente se desarrollaba allí, los problemas, los sueños, las falencias y los
aniversarios. Allí se juntaban el “14
juillet” para cantar la Marsellesa y aprovechaban para hablar de su tierra
francesa y de sus sueños criollos en sus propios dialectos; divertirse, comer las comidas francesas y bailar la
bourrée.
Luego fueron llegando
los españoles y con ellos también sus sueños y problemas que intentaron
resolver en la sociedad de socorros mutuos, al igual que los franceses, al
igual que todos los inmigrantes. Nos han legado una arquitectura hermosa y un
teatro español que últimamente remodelado, está preparado para brindar las
mejores actuaciones en visión, escenarios y sonido. No quedan restos de lo que
fue el famoso Prado Español, donde nuestros mayores disfrutaron los carnavales
con la mejor música y el baile de épocas pasadas.
Los italianos llegaron también con sus propios sistemas de
ayuda colectiva La Sociedad de Mutui Socorri se asemeja a los anteriores y
muestra de ello es aquel viejo cine Teatro San Martín con un piso en pendiente
para la instalación de las butacas o en horizontal para sus reuniones sociales.
Llegaron los sirios libaneses, más españoles después de la
guerra civil republicanos y anárquicos. Alemanes del Volga. Pero siempre la
ciudad fue considerada una colonia francesa.
Allí nacieron al amparo de ellos los colegios privados
religiosos de La Salle que educaron desde el comienzo a todos los hijos de las
familias que pudieran abonar los costos e incluso el internado, ya que podrían
venir de ciudades vecinas, incluso de Coronel Suárez. Igual el Colegio de niñas
L´Enfant Jesus.
Estos colegios juntos al N· 3 y al Nº 5 fueron el fuerte
educativo del pueblo. Antes de que el siglo XX llegara a su mitad se crea el jardín
de Infantes nº 1 de que muchos de la tercera juventud fuimos alumnos fundadores. En
una ciudad en la que hay tanta oferta educativa comienzan a aparecer los
hombres importantes en el arte, en la política, en la educación, con compromiso
social, con una reivindicación permanente por vivir mejor. Y esa es su mayor razón
para considerar como moderna y progresista esta bella ciudad.
Y si la ciudad tiene una característica especial es una ingente cantidad de recordatorios y memoriales en sus calles y avenidas. Pequeños monolitos, reseñas o estampas de la historia y de sus personajes y de la vida del pueblo se encuentran reflejados en ellos. Las fotos que siguen son una pequeña muestra.
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