Pigüé!....Flor,ché ! Es el conocimiento “ fullero”que alguna
gente tiene de mi pueblo, particularmente cuando ha recibido una buena mano de
cartas en el truco. En la Plata hay dos locales comerciales que han elegido el
nombre Pigüé por su hermoso significado “Lugar de Encuentro”. De hecho, no
tienen nada que ver con el lugar. De modo que los he invitado a visitar esta
ciudad.
Y es verdad, Pigüé es
una hermosa ciudad que vale la pena ser visitada y el visitante, entre asombrado
y sin saber porqué. Antes de retirarse hacia su lugar de origen, descubrirá que
es un verdadero “lugar de encuentro”. La tranquilidad del lugar, la cordialidad
de su gente y , seguramente, alguna nueva amistad, le permitirá disfrutar la clave
de este significado.
Llegué a Pigüé como tantas otras veces, casi de memoria y
dispuesto a encontrarme con mi familia, particularmente con mi madre que luce
espléndidamente sus noventa años. Sólo que esta vez realicé un recorrido para
mostrar esta ciudad a mis amigos y seguidores de la bitácora.
Hacia el sur de la provincia de la provincia de Buenos Aires,
a 600 Km de la capital o de La Plata, esta ciudad es cabecera del Partido de
Saavedra. Fundada el 4 de diciembre de 1884 se la reconoce como una colonia
francesa, donde arribaron casi dos centenas de occitanos de la ciudad de Rodez
y se establecieron en la región. La elección del lugar es sobre la pendiente de
un pequeño cerro y la traza de la ciudad tiene todo el esquema de los pueblos
de la provincia de Buenos Aires. Un par de plazas, una principal sobre amplias avenidas que la cruzan. Frente a una
de ellas la Iglesia, un gran colegio y algunas dependencias públicas. La
Iglesia dedicada a Nuestra Señora de Lujan luce esbelta con su torre blanca y
su reloj (actualmente en hora). Y esto resulta importante porque cada media
hora, la campana del reloj de la iglesia marca el tiempo. Como antiguamente,
las campanas indicaban las horas, del trabajo y del descanso, de la vida y de
los funerales y de la convocatoria al culto, siempre tres veces antes de la misa.
La pendiente del cerro (unos 300 metros sobre el nivel del
mar) la hacen agradable y pintoresca. En mi niñez hacíamos “culipatín” sobre la
escarcha congelada al lado de los cordones de la vereda y así avanzábamos un
par de cuadras. Mas que eso hubiera sido un desastre. Su población no sobrepasa
los 15.000 habitantes lo que permite tener una escala acorde para una
inmejorable calidad de vida. Se la puede caminar en todas las direcciones,
aunque la mayoría de la gente elige el gran parque municipal para hacerlo que se encuentra a la
entrada de la ciudad llegando por la ruta desde Bahía Blanca o desde el norte.
No sólo disfrutan la tranquilidad de la vida pueblerina, sino que, a la vez,
disfruten de la conectividad global que les permite tener canales de TV
propios, radios AM y FM locales e internet. Si conocés un piguense en el FACE o
en el Twiter los conoces a todos…
Como entrada obligada desde esa ruta, uno se encuentra con
un paisaje verde de árboles y parquizado. Hay que prestar atención al cruzar la
via del ferrocarril y entrar de lleno a la ciudad, buscando sus adoquinadas
avenidas, con muchos árboles en sus veredas y en sus canteros centrales.
Algún cantero de rosas rojas recuerda
que alguna vez existieron miles de ellas al punto de pretender erigirse en
“capital provincial de la Rosa”. Pero no fue asi.
A poco de entrar uno se encuentra con dos edificios de propiedad
horizontal y toma una idea rara de la situación. Mira y hacia lo alto de la
avenida principal (Av. Casey) se encontrará con otro edificio también de varios pisos. En realidad son esos
los que existen, no más, símbolo de que alguna vez alguien pretendió un modelo
de vivir en cuatro metros cuadrados cuando sobraba espacio y calidad de aire y
de verde para todos. Hoy, en el centro, quedan terrenos libres para hacer lo
que deseen. Por suerte, fueron solo esos tres… Entre aquellas construcciones de
principios de siglo veinte, imponentes y que todavía lucen prolijamente
arregladas. La nueva arquitectura se la encontrará no tanto en el centro sino
en los nuevos barrios que se están formando donde cada cual impondrá la
jerarquía de su posición social, su gusto o su límite de hasta donde alcance.
Los terrenos se fueron consumiendo al punto tal que las últimas casas limitan
con el campo, habiendo desaparecido la “sección
quintas” que normalmente en la ciudad de tipo española generaba una
amplia amortiguación entre lo que era el campo llano y la vida urbana.
Y así fue cumpliendo año tras año y desarrollando una vida
social, política y educativa intensa. Varios colegios secundarios. Algunos
llegaron de la mano de los franceses como el de La Salle (originalmente para varones) o L´enfant Jesús
(originalmente para niñas), escuelas secundarias técnicas, primarias diversas y
también áreas vinculadas con la Universidad del Sur (Bahia Blanca. La escuela llamada de "las monjas" exhibe en su entrada una hermosa gruta, replicando la clásica gruta de Lourdes.
Los distintos barrios que se han creado de la mano del
estado o del municipio tendió a cubrir necesidades de las familias
trabajadoras, de familias de jubilados, de estudiantes para que no se fueran de
la ciudad, y de jóvenes para arraigarlos a la tierra. Trabajo nunca faltó. No
sólo porque desde la segunda mitad del S. XX se estableció un arsenal militar y
un gran molino harinero, sino también por la dinámica del campo, ya que se
fueron estableciendo negocios de maquinarias agrícolas, concesionarias de
autos, logrando una intensa actividad comercial e industrial. Esta última se
vió impulsada con la creación del parque industrial a la entrada la ciudad.
Tuvo su época dorada cuando una de las industrias instaladas era la fábrica de
Addidas que generó más de 600 salarios que quedaban en el pueblo, impulsando un
comercio activo y moderno.
Hoy la ciudad exhibe un proceso económico interesante, ni
tanto ni tan poco.
No existe una pobreza estructural excluyente y a veces uno
puede equivocarse pensando en un bienestar sublime cuando ve un parque
automotor tan amplio en unidades y modelos, como insoportable a la hora de la
“vuelta del perro” en las tardecitas del sábado y el domingo. Esa misma
cantidad de reordena en el parque para hacer un asado, o tomar mates o festejar
un cumpleaños de chicos, en las tardes asoleadas del invierno o cuando se busca
el fresco de los árboles en el verano.
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