En pleno descenso pudimos observar las últimas cumbres
nevadas de la cordillera antes de entrar en el valle central de Santiago. Esta
ciudad nos recibía temprano en la mañana con un cielo celeste intenso y un
calor que treparía en pocas horas a los 40*. Los planes de salir a caminar
rápidamente en la mañana quedaron circunscriptos al encierro del aire
acondicionado o a esperar la brisa fresca de la tardecita. Con esa demora, a
eso de las seis nos acercamos al centro cívico. Un lento anochecer nos permitió
caminar y observar con calma algunos monumentos y el incesante movimiento de
los chilenos y turistas durante ese sábado por la tarde. Al oscurecer cerca de
las diez de la noche, la amplitud del tiempo favoreció nuestros planes de
paseo.
Desde el lugar donde nos alojábamos, la comuna de Providencia,
comenzamos a movernos. Providencia es un barrio hermoso, hasta diría paquete,
casi uno de los tres más importantes de Santiago con Vitacura y Las Condes. La
altura de los nuevos edificios, antisísmicos, de titanio y cristal y la
preeminencia del Costanera Center ( un
complejo arquitectónico con su torre de mas de 300 metros de altura) nos
hicieron asombrar antes de tiempo. Su centro comercial, el variado atractivo
turístico y sus valores históricos y patrimoniales hacen de ese barrio un lugar
que muchos chilenos de clase media desean vivir. Casi 100 hoteles, 15 museos y
varios centros culturales hacen la diferencia.
Acercarnos al centro fue una interesante experiencia. Unos
veinte minutos en Metro nos dejó prácticamente sobre una gran bandera chilena y
frente al Palacio de la Moneda. Recuerdos
importantes nos retratrajeron a 45 años atrás donde estuvimos por
primera y única vez. En plena campaña electoral donde se jugaban dos grandes
candidatos, Allende y los Monios (la derecha fuerte chilena) y el ascenso del
primero algunos meses después nos permitió recordar aquellas cosas y lugares que
alguna vez recorrimos de mochileros.
El palacio de la Moneda es la Sede del gobierno nacional de
Chile. Una construcción sencilla con materiales de distintos lugares de Chile
tuvo su peor momento en el derrocamiento de Allende con la destrucción del
frente norte por incendios e impactos de los cohetees. Ahora en ambos frente,
sur y norte, dos amplias explanadas permiten una visión amplia de la Moneda y
el recorrido por los alrededores.
Chilenos, turistas y siempre un grupo de “rebeldes” con sus equipos de audio ,
tribunas y seguidores resultan la presencia constante de la plaza, al igual que
la inmensa bandera chilena que se desplegaba con la brisa de atardecer. No podía faltar la estatua de San Martín a quien consideran como padre de la Patria con mucho amor y mucho respeto. Nos agrada y nos halaga.
Caminar entre las callejuelas hasta llegar a la plaza de
armas nos permitió ver el movimiento incesante de gente, aún en plena mes de
vacaciones. La plaza con su catedral en total puesta en valor nos permitió
observar algunos momentos de los artistas callejeros, los pintores de
acuarelas, los cantantes de todo tipo. No podía faltar entre las estatuas
vivientes el ícono de los mineros de Copiapó.
Observando hacia los cuatro lados con la clara intención de ser asombrados
fuimos recogiendo el camino para volver al hotel. Nuestras piernas,
con el calor intenso y la larga caminata, no eran las mejores. La apuesta a que
encontraríamos ascensores en el metro la perdimos justo en la estación que
debíamos bajar. La rápida llegada al
hotel y una buena cena degustando el exquisito pescado chileno, sus mariscos y su inédito
vino carmenére nos dejó listos para
iniciar al día siguiente el camino al sur.
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