Obviamente fue fundada por Valdivia por allá en 1552. Es una
de las principales ciudades de Chile y fue considerada durante mucho tiempo la
llave del comercio del sur, en la época en que los viajes y el comercio se
hacía por el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos (un poco menos).
Emplazada en la confluencia de dos ríos a quince kilómetros del Pacífico. Muy
bien pensado el lugar!
Me da la impresión que no es posible entender Valdivia si no
la referenciamos con el gran cataclismo de 1960 y con sus ríos. Un terrible
terremoto y posterior tsunami que llegó a contar con olas de más de quince metros
de alturas que arrasó con lo que tuvo delante y detrás, en su reflujo,
incluyendo tres grandes buques cargueros. Destruyó todas las casas de concreto,
dejando en pie las livianas viviendas de madera. Incluso, las fortificaciones
españolas de Corral y Niebla, sobre la bahía en el Pacífico, también sufrieron
los efectos. Lo que mas se nota hasta hoy es el hundimiento de sus suelos que
alcanza algunos metros en algunos lugares generando nuevos humedales luego de
cincuenta años y por supuesto, taponando con los residuos pantanosos que el
tsunami arrastró los grandes canales de la navegación.
Si bien, esos hechos hoy son historia para los valdivienses,
no se cansan de contarlo. Siguen haciendo sus viviendas de una planta y con
techos de madera y son pocos los edificios que se animan a la altura con toda
la ciencia antisísmica, como el caso de un hotel importante y el casino, sobre
el río.
Se necesitarán muchos años para que los humedales o zonas
pantanosas surgidas a partir del tsunami vuelvan a ser productivas como lo
fueron antes, verdaderas praderas de labranza. Sin embargo, la vida continúa y
la ciudad tiene su importancia en lo que hace actualmente: producción de
alimentos, maderas y celusosa, comercio, astilleros e industrias navales,
turismo, pesca, embutidos de pescados traídos de todos los puertos pesqueros de
la zona y la infaltable producción cervecera con maltas artesanales.
Previa visita al mercado en la ribera del río nos embarcamos
para realizar una navegación de varias horas por los siete ríos conectados con
la ciudad. Un buen guía nos permitió profundizar en la historia y en la
geografía de esta ciudad particular mientra el barco avanzaba y nos servían el
almuerzo. Fieles a nuestro proósito inicial de comer pescado y marisco chileno
entre las ofertas del menú pedimos un Pullmay sureño, un curanto a la olla con
distintos trozos de carne (cerdo y pollo y chorizos) y variedad de mariscos
como choritos, cholgas, almejas, machas, y algunas papas al natural. Por
supuesto que venía incluido el caldillo que resulto una exquisitez.
La belleza de sus riberas, la universidad enclavada en una
de ellas, la famosa selva valdiviana, los astilleros y sus marinas, los
puentes, los humedales. Todo un recorrido de casi siete horas en donde no nos
quedó nada sin preguntar y sin disfrutar. La brisa fresca nos encontró en la
proa varias veces obervando todo lo que sucedía en los ríos, incluidas las
salmoneras, donde van preparando la producción de salmones para exportar
acostumbrándolos en distintos lugares de agua dulce, agua salobre para
llevarlos a las aguas saladas.
La navegación tuvo dos paradas. En la isla Mancera para
recorrer una de las fortificaciones realizadas por los españoles y en Corral
donde había otra en la que se realizó una representación histórica de la toma
de la fortificación española por parte de las fuerzas chilenas en épocas de su
independencia. Previamente y en bus habíamos estado por la mañana observando el
pacífico desde la punta de Niebla. No entendimos la estrategia de la
construcción de la fortificación de Mancera, llamada el Castillo de San Pedro
Alcántara, ya que podría ser tomada por
la retaguardia desembarcando en tierra. Cuando lo preguntamos esa fue la
respuesta. Qué estrategas los españoles.
Al regreso, ya atardeciendo, decidimos hacer una picada de
mariscos en un restaurante-balsa sobre el Río Calle Calle con una buena cerveza
valdiviana. Esperábamos que se cumpliera aquella canción de Luis Aguirre Pinto y que cantaba Ginette
Acevedo (Camino de luna):
De
Corral voy a Valdivia,
mientras se duerme la tarde,
por un camino de luna,
voy remontando las aguas.
Por
un camino de plata,
va mi barca sobre el río.
Es la luna que se baña
en la noche y en el frío.
En
el río Calle-Calle
se esta bañando la luna,
se esta bañando desnuda
y esta vestida de espumas.
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