1/26/2015

Bitácora de viaje. Chile. Día 5. Valdivia

Obviamente fue fundada por Valdivia por allá en 1552. Es una de las principales ciudades de Chile y fue considerada durante mucho tiempo la llave del comercio del sur, en la época en que los viajes y el comercio se hacía por el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos (un poco menos). Emplazada en la confluencia de dos ríos a quince kilómetros del Pacífico. Muy bien pensado el lugar!


Me da la impresión que no es posible entender Valdivia si no la referenciamos con el gran cataclismo de 1960 y con sus ríos. Un terrible terremoto y posterior tsunami que llegó a contar con olas de más de quince metros de alturas que arrasó con lo que tuvo delante y detrás, en su reflujo, incluyendo tres grandes buques cargueros. Destruyó todas las casas de concreto, dejando en pie las livianas viviendas de madera. Incluso, las fortificaciones españolas de Corral y Niebla, sobre la bahía en el Pacífico, también sufrieron los efectos. Lo que mas se nota hasta hoy es el hundimiento de sus suelos que alcanza algunos metros en algunos lugares generando nuevos humedales luego de cincuenta años y por supuesto, taponando con los residuos pantanosos que el tsunami arrastró los grandes canales de la navegación.



Si bien, esos hechos hoy son historia para los valdivienses, no se cansan de contarlo. Siguen haciendo sus viviendas de una planta y con techos de madera y son pocos los edificios que se animan a la altura con toda la ciencia antisísmica, como el caso de un hotel importante y el casino, sobre el río.


Se necesitarán muchos años para que los humedales o zonas pantanosas surgidas a partir del tsunami vuelvan a ser productivas como lo fueron antes, verdaderas praderas de labranza. Sin embargo, la vida continúa y la ciudad tiene su importancia en lo que hace actualmente: producción de alimentos, maderas y celusosa, comercio, astilleros e industrias navales, turismo, pesca, embutidos de pescados traídos de todos los puertos pesqueros de la zona y la infaltable producción cervecera con maltas artesanales.
Previa visita al mercado en la ribera del río nos embarcamos para realizar una navegación de varias horas por los siete ríos conectados con la ciudad. Un buen guía nos permitió profundizar en la historia y en la geografía de esta ciudad particular mientra el barco avanzaba y nos servían el almuerzo. Fieles a nuestro proósito inicial de comer pescado y marisco chileno entre las ofertas del menú pedimos un Pullmay sureño, un curanto a la olla con distintos trozos de carne (cerdo y pollo y chorizos) y variedad de mariscos como choritos, cholgas, almejas, machas, y algunas papas al natural. Por supuesto que venía incluido el caldillo que resulto una exquisitez.


La belleza de sus riberas, la universidad enclavada en una de ellas, la famosa selva valdiviana, los astilleros y sus marinas, los puentes, los humedales. Todo un recorrido de casi siete horas en donde no nos quedó nada sin preguntar y sin disfrutar. La brisa fresca nos encontró en la proa varias veces obervando todo lo que sucedía en los ríos, incluidas las salmoneras, donde van preparando la producción de salmones para exportar acostumbrándolos en distintos lugares de agua dulce, agua salobre para llevarlos a las aguas saladas.


La navegación tuvo dos paradas. En la isla Mancera para recorrer una de las fortificaciones realizadas por los españoles y en Corral donde había otra en la que se realizó una representación histórica de la toma de la fortificación española por parte de las fuerzas chilenas en épocas de su independencia. Previamente y en bus habíamos estado por la mañana observando el pacífico desde la punta de Niebla. No entendimos la estrategia de la construcción de la fortificación de Mancera, llamada el Castillo de San Pedro Alcántara,  ya que podría ser tomada por la retaguardia desembarcando en tierra. Cuando lo preguntamos esa fue la respuesta. Qué estrategas los españoles.




Al regreso, ya atardeciendo, decidimos hacer una picada de mariscos en un restaurante-balsa sobre el Río Calle Calle con una buena cerveza valdiviana. Esperábamos que se cumpliera aquella canción de Luis Aguirre Pinto y  que cantaba Ginette Acevedo (Camino de luna):

De Corral voy a Valdivia,

mientras se duerme la tarde,

por un camino de luna,
voy remontando las aguas.

Por un camino de plata,

va mi barca sobre el río.

Es la luna que se baña
en la noche y en el frío.


En el río Calle-Calle

se esta bañando la luna,

se esta bañando desnuda
y esta vestida de espumas.



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