La llegada a Temuco nos permitió disfrutar de un día
especial de sol, de colorido, pleno de imágenes y sensaciones. Y con la
presencia del Volcán Villarica como telón de fondo durante todo el día. El
cansancio de varios días hizo que Temuco fuera lo que es. Un lugar para ir a
dormir y seguir al día siguiente. Si bien llegamos a la tardecita faltaba una
hora y media larga para anochecer. Entonces salí a dar una vuelta, encontrar
algo parecido a un kiosko para comprar agua y otras cosas. La ciudad cerraba
sus puertas. La zona de nuestro alojamiento parecía un microcentro financiero. Todos bancos
y empresas importantes lo cual hablaba de un poder económico significativo.
Sólo que la gente no andaba por sus calles. A partir de las ocho de la noche
todo el mundo se mandaba guardar. Demoré varias cuadras en encontrar un
supermercado abierto. Me tomé varios minutos para recorrerlo y ver a la gente
que es lo que compra. Yo hice lo mío, aboné y volví sobre mis pasos otras
tantas cuadras, esta vez bastante solo. Y no eran las 9 de la noche.
A la mañana siguiente recorrimos un poco la ciudad. Es una
ciudad importante en la historia de la vida de Chile. Centro profundo de la
Araucania donde la vida mapuche se desarrolló desde los tiempos inmemoriales y
a la que desea regresar progresivamente. Hay pasos, hay convenios, hay ataques,
hay idas y vueltas en la recuperación de estas identidades. Las dos esculturas
mapuches que nos recibieron anoche marcan la presencia de su vida
en la región.
Como tal es una ciudad de paso. Todo lo mas lindo que tiene
Temuco está fuera de su ciudad, a los alrededores con sus lagos y sus ríos y
sus paisajes siempre verdes. Unos dicen que es una ciudad dormitorio por su
equidistancia entre Santiago y el Sur. Otros porque se relaciona con un nudo de
caminos con varias de las regiones del centro. Un conjunto escultórico en el
medio de su plaza de armas marca la integración de su historia. El soldado, el
colono, Caupolicán, Alonso de Ercilla, escritor de la Araucana y la Machi, la
sabiduría del pueblo en la imagen de una mujer, capaz de curar todas las
dolencias, las del cuerpo y las del alma. Con sus manos levantadas al universo.
Es el oráculo, es el consejo.
El otro hecho importante de Temuco es su Mercado. Es un
atractivo turístico ineludible. La vida de la ciudad se expresa con sus aromas,
sus colores, su gente, sus productos, con su dinamismo. Y no queda encerrado en
las ocres paredes de su edificio, sino que se continúa en las calles adyacentes
donde el desorden (a los ojos del turista) marca el bullicioso trabajo
productivo de sus habitantes, su trabajo artesanal, el lugar donde la
gente adquiere lo que demanda su vida
cotidiana y la que ofrece sus productos. Es para volver.
Luego de este recorrido iniciamos otra vez un largo
recorrido de mas de 650 km hasta Santiago. Nos esperaban varias horas de
excelente autopista y mejores paradores, pero había que aguantar varias horas
de viaje. Ya el bullicio del bus entre los participantes del tour era distinto
al del primer día. Se compartían las fotografías, se intercambiaban las
tarjetas de contactos, se conversaban sobre las cosas, la vida, la familia y el
viaje. Patricio, nuestro guía y coordinador, aprovechó para hacer silencio y
terminar su siesta que nunca pudo hacer en los días anteriores. Era el momento
de revisar las fotografías y eliminar aquellas mal tomadas o movidas. Era el
momento de recordar aquellas instantáneas interesantes que no entraron en las
bitácoras de los días anteriores.
Una parada obligada fue para admirar los Saltos del Río de
la laja ubicados en la Región del Bio Bio. Con una altura de 40 a 50 metros
sobre una pared volcánica produce una impresión increíble. Me hubiera gusta
verlos con sus aguas a pleno desborde. Ese debió ser una tarea de la
imaginación.
Con esta postal nos fuimos directo a Santiago. Un viernes a
la tarde, de cambio de temporada turística, nos prometía una entrada a la
ciudad densa y pesada. De modo que nos relajamos y continuamos el viaje.
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