1/30/2015

Bitácora de viaje. Chile. Día 9. Valparaíso y Viña del Mar

No resultaba el mejor día para llegarnos hasta la costa. Nubes bajas, muy típicas de Santiago, gotas finas de lluvia esquiando sobre los cristales de la van, prometían poco de lo mucho que queríamos pasear y recorrer.
Una parada obligada. Totalmente diferente a lo que vimos en nuestros viajes. Una Vinoteca. La mitad salón comedor para bar, desayuno y comidas. La otra mitad una expo completa de vinos para mirar y llevar. Una barra separadora de los dos grandes ambientes, la zona de degustación de las distintas ofertas de vinos, sus gustos y varietales. Empleadas sommeliers invitaban y explicaban los sabores, los aromas, sus valores y lo hacían en castellano, inglés, portugués. Por supuesto que terminado el rito del sanitario, hicimos la degustación y la compra de un botellín de tinto “carmenére” que lo saborearíamos a la vuelta. Me pareció que el dueño del local tenía una visión estupenda del negocio.


Valparaíso se nos presentó con las nubes bajas que no esperábamos. En algunos momentos la llovizna nos obligaba a guarecernos debajo de “algo”, que bien podía ser nuestro propio sombrero. El puerto no reconocimos a medias ya que detrás de las coloniales fachadas se levantaban unos cubos de cemento y vidrio que parecían que no tenían nada que ver con el lugar, teniendo como fondo esa inolvidable postal que cada uno llevamos del cerro lleno de caseríos de todas formas y colores. Un despampanante crucero, amarrado al puerto, nos indicaba que cualquier lugar donde fuéramos estaría colapsado.


No hace falta indicar nada sobre esta ciudad puerto porque es de todos conocida. Mucha gente recuerda la ciudad por los grandes incendios. Tanto el de 2013 como el del año pasado. Este último segó vidas humanas y sus llamas se arrastraron por lo menos por diez cerros de los tantos que constituyen su ciudad. El mar, con su inmensa bahía que recordábamos haberla visto de noche, toda iluminada. Al mar le sigue el puerto y sus bordes, luego los centros marítimos comerciales y financieros y luego los cerros donde sus habitantes desarrollan la vida cotidiana, con sus callecitas angostas, sus elevadores del siglo XIX y la sede su congreso nacional.




Los cerros de Valparaíso poseen características urbanas y sociales diferentes unos de otros. Tienen sus propias calles y escaleras de acceso y muchos tuvieron o tienen el ascensor que los une al plan. Están sus almacenes, sus agrupaciones, su vida comunitaria, en otras palabras, son unidades reconocibles que conforman barrios e identidad.  Una de estas instituciones claras son las de los bomberos, que tienen sus propias identidades de origen, producto de la llegada de los inmigrantes y su sentido solidarios: bomberos germanos, estadounidenses, ingleses, irlandeses. Sus móviles conservan sus formas  y logos identificatorios.


Una identidad tan fuerte que incluso ocurre que gente de un determinado cerro conozca otro solo de nombre, o que los porteños que viven en otros lugares de Chile o el extranjero se reconozcan entre sí por el cerro del que provienen, más que por la propia ciudad. El 02 de julio de 200327 los 21 miembros del Comité Ejecutivo de la Unesco reunidos en París, decidieron declarar Patrimonio de la Humanidad al centro histórico del puerto de Valparaíso.
Subimos uno de los cerros para visitar “La Sebastiana”, una de las casas de Neruda. Tal como lo dicho, colapsada por turistas (del crucero). Sólo pudimos dar una vueltita. Nos quedó el regusto amargo de no visitar las habitaciones de la casa y trasladarnos imaginariamente a las vivencias de nuestro querido escritor. Bien ambientada y arquitectónicamente presentada, su mirador es lo que nos permitió ver la bahía de Valparaíso, en un momento en que las nubes nos hicieron una cordial ventana y nos permitieron disfrutar esos momentos.







Viña del Mar tiene su costanera muy similar a la que vimos en nuestro viaje anterior, aún cuando se le adosaron miles de condominios y construcciones que la presentan como una verdadera joya para el turismo chileno e internacional. Recorrimos su costanera, almorzamos muy bien y nos sorprendieron con un postre exquisito (que compartimos con mi mujer).



La edificación, si bien resulta clásica, tiene algunas excepciones que llegan hasta lo imaginariamente desopilante como imponer una palmera de cuatro pisos en uno de esos raros edificios.


Para el museo de Viña del mar llegamos algo tarde pero pudimos tomar contacto con el Moai que exhiben en el mismo. Una verdadera joya documental que según me han dicho volverá a sus tierras de origen. El Moai. Un testigo ,de no más de tres metros de altura, de la historia y la cultura de la Isla de Pascua. Dicen que hay varios en Chile y una decena en Europa (lo clásico de la depredación del arte). Solo que estos moais no parece que puedan volver a instalarse en su tierra Rapa Nui. De simple belleza uno se hace muchas preguntas sobre su pueblo. Pero este es otro tema y la corto aquí. Verlo en este lugar ya es importante. De no ser así habría que trasladarse unos 3500 km mar adentro hasta la isla de pascua para ver el resto de los Moais que habitan  allí. Por algo es también uno de los símbolos de Chile.


Antes de regresar a Santiago pasamos por el Parque Vergara donde se celebra el tradicional festival de la canción. La vieja casona blanca que vimos una vez, radiante y viva, hoy se encuentra rodeada de una emplizada con requebrajaduras evidentes y con claros signos de una necesidad rápida de atención arquitectónica. Ningun cartel hablaba de su puesta en valor. Sería lamentable su próxima caída. Los temblores son prácticamente codigianos en esa zona del Pacífico. Aquella vieja Concha Acústica que vimos en el 70 ahora se encuentra remmplazada por un moderno anfiteatro, que lo podrán conocer en algún video de dicho festival.



De vuelta a nuestro alojamiento en Providencia, encontramos una pizzería italiana (25 % off para llevar). Con nuestra inseparable victorinox hicimos los cortes necesarios  a la pizza "con frutti di mare" en la habitación del hotel. Uds. sabrán con qué la acompañamos.

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