Ròser y Enric son dos amigos de
Barcelona a quienes queremos muchísimo. A ellos les interesa reconocer aquellos recónditos lugares de su
ciudad y disfrutan tanto al descubrirlos como al hacerlos conocer. Para hoy, la
idea era encontrarnos con ellos, pasear por las callejuelas del Barrio Gótico y
almorzar para contarnos las cosas de amigos que nos estábamos guardando desde
la última vez que nos vimos.
Arrancamos por una de las entradas al
barrio y comenzamos a perdernos entre lo viejo y lo nuevo que significa pasear
por esas callecitas. Encontrar esos pequeños espacios libres que se han
convertido en plazoletas con sus barcitos donde es posible detenerse a tomar un
agua, una cerveza o una horchata.
En algunas paredes figuran las cerámicas
donde se indican algunos hechos que la historia no quiere olvidar como quien ha
vivido en este lugar o aquel otro. O donde los niños pueden jugar al aire
libre, particularmente en este verano en que ya estaba pareciendo tórrido.
Una
de esas plazas es la de Josep Oriol. Es hombre fue un cura de los años 1650,
benefactor de los pobres y de los enfermos. E a él a quien se le dedica esta
plaza y esta calle junto a la iglesia de Nuestra Señora de Pi.
Dicen que dicen
que el sacerdote decía: “Desearía más
que la muerte me encuentre entre las manos de una mujer que dos duros en el bolsillo”, un ideal de
pobreza y solidaridad que aún se le reconoce. A su lado la Basílica de Nuestra
Señora de Pi (del Pino). Construida en el S.X, tuvo varias construcciones hasta
la versión actual. Se cementerio quedó tapado por las calles y es un sector de
mucha circulación de gente.
Unos metros más, en otra plazoleta nos
encontramos con un mural que llama seriamente la atención. “El mundo nace en
cada beso”. O eso debió pensar Joan
Fontcuberta al completar la mural foto mosaico que hoy luce. En Barcelona también se respira
amor: un amor más libre, menos romántico quizás; más artístico, pero, al fin y
al cabo, amor. Un amor en forma de beso gigante que, a pesar de llevar casi dos
años decorando una pared de la plaza Isidre Nonell (2014), sigue siendo tan desconocido
para barceloneses como para los turistas.
Realmente una belleza de
composición artística. Y en la gráfica explicativa que se encuentra en uno de su
costado, hay una cita del escritor norteamericano Oliver Wendel Holmes (S.
XIX): “El ruido de un beso no es tan
ensordecedor como el de un cañón, pero su eco es más duradero”. Tremendo
mensaje.
Ya era tarde e iniciamos la búsqueda de un lugar para almorzar. De todos modos fuimos a uno de los lugares sorprendentes
de esta Barcelona antigua. “Els 4 Gats”. Un restaurant abierto por primera vez
en 1897 siendo cervecería, cabaret, lugar de la bohemia intelectual de fin de
siglo. Y por su arquitectura no deja de ser un referente del modernismo
catalán.
Uno de sus creadores fue el pintor Rusiñol y Ramón Casas, siendo el
lugar por excelencia elegido por Picasso para realizar su primera exposición
individual. También Gaudí pasó por allí, al igual que Woody Allen quien filmó
aquella película “Vicki Cristina Barcelona”.
Muchísimas
personalidades han almorzado o cenado en sus mesas y se las puede observar en
la infinita cantidad de fotografías y dedicatorias que el local tiene. Independientemente
de ese sentido glamoroso, se come muy bien.
Disfruté una pierna de cordero en
hierbas muy bien preparada y presentada. La cuenta no era como para suicidarse.
En Barcelona se come muy bien en los mejores lugares y con precios accesibles.
Caminamos unas
cuadras más hasta el centro y nos despedimos. Recordamos una mala noche en el
Aeropuerto y decidimos acostarnos temprano.
Gracias Rôser y Enric. Ojalá nos
veamos pronto. Mientras tanto cuídense y pásenlo de lo mejor.