No quisimos perder tiempo y
aprovechamos dos x uno. El bus turístico (The Big London) no solo nos llevaría
a donde queríamos visitar sino que a la vez sería de medio de transportes para
este día. Debíamos tomarlo en la esquina del hotel, frente al Hyde Park y
volveríamos por la tardecita al mismo lugar.
El primer objetivo fue el British
Museum. Es el más grande y probablemente el más visitados de los museos. Sus
colecciones abarcan todos los temas, desde los arqueológicos, históricos, hasta
los temas menores de interés para la gente. Mucha gente y por supuesto, nuestra
tradicional afirmación de que “los ingleses se robaron todo”. Y ahora la
muestran y gratis.
Esta afirmación parecería grosera pero en estos días ha
aparecido una información de algunos diputados británicos, que – luego del
brexit – presentaron en Westminster un proyecto para devolver los famosos “mármoles de Elgin” a Grecia.
Corresponden a los frisos del Partenón de Atenas.
De este modo, pero ahora por
parte de los ingleses se vuelve a poner otra vez sobre la mesa lo que significa
el “patrimonio” y la “identidad cultural” de los pueblos. No sé en que
terminará esto, pero no creo que por ahora los “mármoles” cambien de lugar.
De
todos modos, apreciar la belleza de los mismos y muchas otras cosas “robadas” y
“muestreadas” es interesante. Creo que
todos los museos (incluidos el nuestro, de La Plata) tienen cosas de las que
por razones patrimoniales se tendrán que desprender alguna vez (pero ese es
otro tema=.
El paseo interminable por las salas
interminables del museo (queda bien la frase) se hizo eterno y corto a la vez.
Descubrir aquellas piezas que uno admiró siempre en las fotografías de los
libros de historia, verlas ahora generaban ese sarpullido de pelitos de la piel
que se te paran.
La roseta |
Esa emoción se transformó en éxtasis frente a la piedra “de la roseta”, ese trozo de mármol que
encontrado por las tropas de Napoleón permitió la interpretación de toda la
estructura jeroglífica de la cultura egipcia. Emoción, momentos admirando como
si uno pudiera sacarle información y por supuesto, no en soledad, ya que todos
el mundo pensaba lo mismo que nosotros, y éramos muchos en el mismo momento.
Y así fuimos pasando de sala en sala
hasta que necesitamos un rato de descanso. Nos sentamos, un poco de agua y a
seguir. El próximo paso, la Iglesia de St Pauls.
Nuestra tercera visita se dirigió
al Tower Bridge (El Puente de Londres), que cruza al Támesis. Mezcla especial
de puente colgante, basculante y palacio medieval. El diseño era un puente
basculante de 244 m de longitud y 7 m de anchura, con dos torres de
65 m de altura. La distancia central de 61 m entre las dos torres se
divide en dos levas, que pueden elevarse hasta un ángulo de 83 grados para
permitir pasar el tráfico fluvial. A pesar de que cada leva pesa más de 1000
toneladas, están contrapesadas para minimizar la energía requerida para
elevarlas, lo que lleva un minuto... Actualmente, la maquinaria hidráulica
original todavía abre el puente, aunque ha sido modificado para utilizar aceite
en lugar de agua, y motores eléctricos han sustituido el lugar de las máquinas
de vapor y los acumuladores. Las antiguas salas de máquinas están abiertas al
público. El puente fue inaugurado en 1894, seis años tras ocho años de
construcción.
Muchísima gente circulando en ambas direcciones caminamos la
totalidad del puente y de los accesos. Y se obtienen las más hermosas
fotografías de la Londres moderna que comienza a aparecer en los nuevos barrios
con sus edificios de cristal y titanio.
El Palacio de Buckingham sirve a Su Majestad la
Reina tanto de despacho y residencia como de cuartel general de la
administración de la Casa Real en Londres.
Este es hoy en día uno de los pocos
palacios reales en activo que quedan en el mundo. En la actualidad, los Salones
de Estado son utilizados frecuentemente por la Reina y otros miembros de la
Familia Real para recibir y agasajar a sus huéspedes en visitas y ceremonias
oficiales. En los meses de agosto y setiembre, durante las vacaciones anuales
que la Reina hace en Escocia, los 19 Salones de Estado del Palacio son abiertos
al público para visitas.
Luego de dar unas vueltas por el parque y sentarnos a
aprovechar los momentos de sol, volvimos al bus como para iniciar el regreso a
nuestro hotel. Habíamos optimizado mucho los tiempos y pudimos observar algunos
lugares muy especiales como Picadilly
Circus, las orillas del Támesis y la Abadía de Westminster. Paseamos por su
parque pero ya era tarde para ingresar. Nos quedamos con las ganas. La
estructura gótica normanda nos sobrepasaba. Algunos intentos de sobrepasar las líneas
fueron impedidos por los servicios de guardia que con un simple “Time out”.
De vuelta al Hyde Park y previamente a retirarnos al hotel
fuimos a buscar un restaurant italiano para comer una pizza con un par de
cervezas. Estas estaban buenas. La pizza, a esperar. Las argentinas siguen siendo las mejores. Ni hablar de
aquellas que sirven en “Los inmortales” en la calle Corrientes.
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