Y esta vez no será distinta. Arrancamos temprano
con miras a llegar por la tardecita al Val d’Aran, sabiendo que serían unos
cuantos kilómetros y muchas paradas programadas. Los cuatro no hemos parado de
hablar en ningún momento, ni en los trayectos en auto, ni en las paradas, ni en
las caminatas que hacíamos para llegar a observar lo que nos tenían preparado. Realmente,
un homenaje a la amistad. Con seguridad de ellos hacia nosotros. Los queremos,
María Antonia y Josep. Ahora, a la bitácora.
Supe del Val d’Aran por la mirada en
los mapas y por informaciones en general, aunque me sorprendió el paisaje
descripto por la mano habilidosa de Almúdena Grandes en Inés y a alegría. De ahí
nuestro conformidad al programa de pasar por ese lugar.
Una cantidad considerable de
habitaciones, piscinas al aire libre y climatizadas, columnas de spa y aguas
termales, apparts con sus cocheras y un paisaje deslumbrante hacen remitir a
nuestra memoria a lo que pudo haber sido unos quinientos años atrás.
Fundado en
1651 como Monasterio del Carmen, hoy a través de sus formas actuales nadie se
acuerda de nada, a pesar de que el nombre llame la atención.
Esta unidad para el estudio demográfico del Medievo no era un equivalente al número
de casas (con fuego encendido), sino más bien al número de fuegos contribuyentes
al erario público, siendo en la actualidad muy dificultosa la determinación del
número de personas por cada fuego fiscal. Cosas de los historiadores… La visa
al pueblo bajo el rayo del sol muy interesante. Sobre la parte alta de la
colina está construida la muralla y los edificios centrales, con sus plazas y
sus lugares de descenso y de seguridad. Hoy toda la estructura medieval es
utilizada al efecto comercial, las casas en pequeños hostales u hoteles de
categoría. Los turistas podemos comprar en sus tiendas y vemos a sus habitantes
que bajan de la colina para dirigirse a sus casas, modernas y confortables en
la base del pueblo. Una hermosa imagen de 500 años…
Siguiendo la ruta y para encontrar
algunas de los caminos que nos condujeran al Val d’ Aran ingresamos en
territorio francés.
Allí, era todos banderines y fiesta. En un par de días
pasarían por allí los ciclistas de la Tour de France, una de cuyas etapas terminaría
en Bagneres de Luchon donde todo estaba preparado para entregar la “camiseta”
ganadora. Al Ingresar nuevamente a Catalunya en búsqueda del paso al Valle nos
encontramos con mucha gente con sus “caravans” esperando que dentro de uno, dos
o tres días, de acuerdo con los lugares establecidos, pase también por allí la
vuelta ciclística.
Ingresados al valle por Bossot
fuimos buscando la ruta hasta Vielha, la capital del valle y desde allí,
llegar a Arties donde pernoctaríamos fuimos encontrando esa parte novedosa del
paisaje. Los fans de la Tour de France. De todos modos, el paisaje del Valle
estaba instalado.
Haber andado durante todo el día nos
llevó a pedir una pequeña picada de queso y patés con una caña de cerveza antes
de ir a descansar. El Parador que habíamos elegido fue demasiado para solamente
dormir.
Antes de eso, fue importante abrir las ventanas y respirar ese aire
fresco de la montaña, cargado con los aromas de un oxígeno puro, mientras los
pájaros de las cercanías y en los techos de las casa vecinas, hacían sus
últimos arrullos antes de cerrarse la noche.
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