8/01/2016

Bitácora de viaje – Día 15 – Hacia el Val d’Aran

María Antonia y Josep María son un par de amigos fuera de serie. Nos hemos conocido en un viaje entre Venecia y Roma y desde ese momento y en cada una de las veces en que nos encontramos, lo hechos hecho en “situación de paseo”. 

Y esta vez no será distinta. Arrancamos temprano con miras a llegar por la tardecita al Val d’Aran, sabiendo que serían unos cuantos kilómetros y muchas paradas programadas. Los cuatro no hemos parado de hablar en ningún momento, ni en los trayectos en auto, ni en las paradas, ni en las caminatas que hacíamos para llegar a observar lo que nos tenían preparado. Realmente, un homenaje a la amistad. Con seguridad de ellos hacia nosotros. Los queremos, María Antonia y Josep. Ahora, a la bitácora.

Supe del Val d’Aran por la mirada en los mapas y por informaciones en general, aunque me sorprendió el paisaje descripto por la mano habilidosa de Almúdena Grandes en Inés y a alegría. De ahí nuestro conformidad al programa de pasar por ese lugar.
Salimos pensando que llegaríamos al atardecer, haciendo todas las paradas posibles de distintos lugares atractivos durante el camino. Lleida, Balbastro y el Pantano del Mediano nos fueron conduciendo hasta el monasterio de Boltaña. 

Una de las primeras paradas fue en el Portillo de Tou un pequeño pueblo medieval reciclado y utilizado casi únicamente para el descanso y las vacaciones. Con pisos de arriendo y lugares para acampar, han programado actividades para adultos, niños y toda la familia. Una bebida refrescante y nuevamente a la ruta. Ya ingresos en Aragón pudimos divisar a lo lejos el Santuario de Torreciudad, dedicado a María y construido por la Prelatura del Opus Dei. El nombre deviene de una gran torre de vigilancia de la época árabe en la cima de la colina, debajo de la que pasa el río Cinca. Mensajes cifrados y leyendas rocambolescas acompañan al misterio y a la seriedad de esta construcción. Cosas veredes, Sancho…



Cerca de las tres de la tarde llegamos al Monasterio de Boltaña donde pensábamos almorzar. En realidad un hotel (Hotel Barcelo Monasterio de Boltaña) 5 estrellas, en medio del Pirineo Aragonés,  con todo preparado para pasar momentos relajados de meditación y recogimiento. 

Una cantidad considerable de habitaciones, piscinas al aire libre y climatizadas, columnas de spa y aguas termales, apparts con sus cocheras y un paisaje deslumbrante hacen remitir a nuestra memoria a lo que pudo haber sido unos quinientos años atrás. 


Fundado en 1651 como Monasterio del Carmen, hoy a través de sus formas actuales nadie se acuerda de nada, a pesar de que el nombre llame la atención.


Luego del almuerzo y con un sol bastante fuerte llegamos a Ainsa, un hermoso pueblo medieval. En lo que fue su gran patio de armas debimos dejar el auto previo pago del peaje correspondiente, al mejor estilo de los permisos de pasos medievales. Interesante la información de que en 1450 el pueblo contaba con 80 “fuegos”. 

Esta unidad para el estudio demográfico del Medievo no era un equivalente al número de casas (con fuego encendido), sino más bien al número de fuegos contribuyentes al erario público, siendo en la actualidad muy dificultosa la determinación del número de personas por cada fuego fiscal. Cosas de los historiadores… La visa al pueblo bajo el rayo del sol muy interesante. Sobre la parte alta de la colina está construida la muralla y los edificios centrales, con sus plazas y sus lugares de descenso y de seguridad. Hoy toda la estructura medieval es utilizada al efecto comercial, las casas en pequeños hostales u hoteles de categoría. Los turistas podemos comprar en sus tiendas y vemos a sus habitantes que bajan de la colina para dirigirse a sus casas, modernas y confortables en la base del pueblo. Una hermosa imagen de 500 años…



Siguiendo la ruta y para encontrar algunas de los caminos que nos condujeran al Val d’ Aran ingresamos en territorio francés. 



Allí, era todos banderines y fiesta. En un par de días pasarían por allí los ciclistas de la Tour de France, una de cuyas etapas terminaría en Bagneres de Luchon donde todo estaba preparado para entregar la “camiseta” ganadora. Al Ingresar nuevamente a Catalunya en búsqueda del paso al Valle nos encontramos con mucha gente con sus “caravans” esperando que dentro de uno, dos o tres días, de acuerdo con los lugares establecidos, pase también por allí la vuelta ciclística.

Ingresados al valle  por Bossot  fuimos buscando la ruta hasta Vielha, la capital del valle y desde allí, llegar a Arties donde pernoctaríamos fuimos encontrando esa parte novedosa del paisaje. Los fans de la Tour de France. De todos modos, el paisaje del Valle estaba instalado.

¿Que es el Val d’Aran? Como tal un valle con todas las posibilidades de disfrute turístico, nieve, montaña, bosque, senderos, patrimonio arquitectónico en sí mismo como puede ser la arquitectura del valle, o los restos románicos y góticos que aún perduran con mucho cuidado de los pagases (lugareños) a tal punto que algunos de ellos han sido declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO.


Y también historia. Pasos oficiales y senderos ocultos entre las montañas y los bosques han sido los espacios de tránsito para las situaciones más increíbles. Los puertos de altura de los Pirineos han sido transitados por los judíos huyendo de los peligros del holocausto, esquivando guardias y desafiando la vigilancia de las fronteras, los republicanos refugiados en Francia que deseaban volver utilizando sus pasos, los maquis, los contrabandistas, los militares persiguiendo fugitivos. Toda una historia de refugio, de libertad, de heroísmo y de vida cotidiana en la que el bosque, la montaña, la nieve y la gente eran a la vez libertad y solidaridad para todos.




Haber andado durante todo el día nos llevó a pedir una pequeña picada de queso y patés con una caña de cerveza antes de ir a descansar. El Parador que habíamos elegido fue demasiado para solamente dormir. 


Antes de eso, fue importante abrir las ventanas y respirar ese aire fresco de la montaña, cargado con los aromas de un oxígeno puro, mientras los pájaros de las cercanías y en los techos de las casa vecinas, hacían sus últimos arrullos antes de cerrarse la noche. 

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