10/22/2017

Bitácora de viaje. Día 2. New York


Salir del hotel de New Jersey y dirigirse temprano hacia Manhattan es una gran aventura. Al ritmo de Frank Sinatra, la letra de New York, New York, start spreading the news, You're leaving today (tell him friend),I want to be a part of it, New York, New York repicaba constantemente en nuestros oídos.  El colapso de automóviles a las entradas de los túneles y puentes puede generar una demora de más de una hora. Es la primera experiencia. Ingresamos  por la 42 St y pronto llegamos a 46 St y Broadway donde se encuentra el punto de mayor concentración de gente en el mismo momento. 

Es el Times Square. Con sus luces multicolores a las 9 de la mañana, sus llamativos edificios y el colorido ´múltiple y abigarrado de habitantes de todo el mundo que se concentran en ese lugar. Fotos, miradas, observaciones es algo que no te cansa. Pasaríamos un par de veces  más por el mismo lugar y siempre igual y distinto a la vez.
Desde este punto iniciamos nuestra visita hacia el norte de Manhattam circulando por la 6º Av hasta llegar al Central Park y seguir hasta conocer Harlem.  Más cerca del centro el Harlem de los millonarios, luego de los profesionales y ejecutivos y casi saliendo del condado las urbanizaciones de una clase media que no sabe si irá hacia arriba o al revés.

No podíamos dejar de ingresar en la Catedral protestante de Juan El Divino. Inmensa, con de 180 metro de largo que se anota en el ranking de los templos más grandes del mundo.  In iniciada a fines del S. XIX, tuvo los cambios lógicos y mezclas de estilos que la caracterizan. Se terminó casi cien años después en pleno siglo XX ya que los presupuestos afectados se dirigieron a atender obras de caridad en las épocas de las grandes guerras y de la crisis de 1930.


A la vuelta en dirección al sur por la 5º Avenida, circulando entre los palacetes de los magnates, de los artistas y de los que se encuentran en la primera posición económica (o creen estarlo por vivir en esos lugares). Momento especial es la Catedral de San Patricio. Una vueltita y la dejamos para la tarde para verla con mayor tranquilidad, mientras seguímos en dirección sur. Nos encontramos con los grandes edificios de Trump que no sólo se sabe que vive ahí sino que también llevan su nombre. Y no en un formato pequeño. Más adelante, otro signo del desarrollo de NY que es el Rockefeller Center. La Quinta Avenida nos muestra no sólo el esplendor del dinero sino las tiendas más famosas y por supuesto, caras, independientemente de dividir el Manhattan en dos, hacia el Este y hacia el Oeste. 

Más adelante el, Empire State Building , invitándonos a subir a su mirador (y hacer la respectiva cola de espera) y Wall Street con su calle de negocios y su inmenso Toro de bronce que no vimos por encontrarse rodeado por la multitud.


El punto importante es justamente donde más ha sido golpeado el pueblo norteamericano. En el lugar donde estaban las Torres Gemelas que cayeron aquel 11 S y donde luego debieron tirar abajo otros cinco edificios que habían colapsado por las explosiones y los movimientos expansivos. Hoy son seis los edificios construidos y el memorial donde se encontraban ambas torres. El lugar impacta por si mismo, por el recuerdo y por el gran dolor que el pueblo norteamericano sufrió en su gente, y que aún hoy todavía sufren las consecuencias de aquel día, como inhalación de polvos, gases y químicos. Es como si no hubiera terminado. Hay mucho respeto y las obras construidas como memorial recuerdan eso. 

Los miles de fallecidos ese día tienen cada uno su lugar en las paredes, en la que las familias colocan una flor, una bandera, un mensaje. El dolor sigue. El ambiente se completa con el monumento de Calatrava, muy discutido  entre los habitantes de la Gran Manzana. Por una lado la silueta de una paloma y por debajo el oculus sobre el Metro de Nueva York. Visto por nosotros, que no tuvimos que poner un peso para su presupuesto nos gusta. Para los neoyorkinos le salió muy caro, con mucho atraso y con algo de bronca. Siempre sucede.

Desde ese lugar icónico de NY nos dirigimos a tomar una lancha para pasar por el otro lugar que de define absolutamente a la ciudad. Una navegación alrededor de la estatua de la Libertad no sólo era un paseo. Era confirmar la voluntad pacífica en aquel momento de recibir a todos los inmigrantes que llegaban a las tierras del norte. Los italianos molidos por sus crisis y su pobreza interna; los irlandeses con su sequía y hambruna producidas por las enfermedades sobre la papa, Los griegos, polacos y judíos y mucha gente del este también llegaron en esos momentos. 


La Estatua de la Libertad, en la Ellis Island, regalo de Francia, los recibe y les indica con su antorcha (Liberty Enlightening the World) como seguir hacia el territorio y como ganárselo. Cada inmigrante trajo su propio sueño y por supuesto también debió adaptarse al sueño americano. Este es un tema hermoso que se irá reproduciendo a lo largo del viaje.




Por la tarde volvimos a ver la Catedral de San Patricio. Para llegar antes del cierre nos tomamos un taxi y llegamos. Para sorpresa un casamiento. No sabemos de quien pero creemos que no cualquiera se casa en esa catedral, mas cuando afuera habíamos visto patrulleros y una manada de patovicas cuidando. De todos modos con mucho pudor por la ceremonia observamos por dentro el hermoso templo. Iniciada en 1858 y terminada en 1879 es un fiel reflejo del neogótico. Como toda catedral habrá querido ser el templo más alto de la ciudad (sobrepasa los 100 metros en sus torres) pero la realidad de los rascacielos hizo que quedara como una humilde aunque hermosa construcción.


Ya teníamos varias horas de caminata cuando siguiendo hacia el sur por la 5º Av pasamos por el Rockefeller Center. Todo decorado con flores y preparado para una gran fiesta. Algunos decían que se celebraría allí la boda iniciada en San Patrick. No lo supimos aunque advertimos que estaba decorado con una inmensa cantidad de arreglos florales, sillones y mantelería muy especiales. Como no era nuestra fiesta seguimos caminando ahora en busca del bus que nos llevaría hasta el hotel. Sólo nos quedaban fuerzas para ir hacia una hamburguesería cercana, probar una pizza y un par de cervezas y esperar un nuevo día.



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