Es el Times Square.
Con sus luces multicolores a las 9 de la mañana, sus llamativos edificios y el colorido
´múltiple y abigarrado de habitantes de todo el mundo que se concentran en ese
lugar. Fotos, miradas, observaciones es algo que no te cansa. Pasaríamos un par
de veces más por el mismo lugar y
siempre igual y distinto a la vez.
Desde
este punto iniciamos nuestra visita hacia el norte de Manhattam circulando por
la 6º Av hasta llegar al Central Park
y seguir hasta conocer Harlem. Más cerca
del centro el Harlem de los millonarios, luego de los profesionales y
ejecutivos y casi saliendo del condado las urbanizaciones de una clase media
que no sabe si irá hacia arriba o al revés.

A
la vuelta en dirección al sur por la 5º Avenida, circulando entre los palacetes
de los magnates, de los artistas y de los que se encuentran en la primera posición
económica (o creen estarlo por vivir en esos lugares). Momento especial es la Catedral de San Patricio. Una vueltita y
la dejamos para la tarde para verla con mayor tranquilidad, mientras seguímos
en dirección sur. Nos encontramos con los grandes edificios de Trump que no
sólo se sabe que vive ahí sino que también llevan su nombre. Y no en un formato
pequeño. Más adelante, otro signo del desarrollo de NY que es el Rockefeller
Center. La Quinta Avenida nos muestra no sólo el esplendor del dinero sino las
tiendas más famosas y por supuesto, caras, independientemente de dividir el
Manhattan en dos, hacia el Este y hacia el Oeste.
El
punto importante es justamente donde más ha sido golpeado el pueblo
norteamericano. En el lugar donde estaban las Torres Gemelas que cayeron aquel
11 S y donde luego debieron tirar abajo otros cinco edificios que habían
colapsado por las explosiones y los movimientos expansivos. Hoy son seis los
edificios construidos y el memorial donde se encontraban ambas torres. El lugar
impacta por si mismo, por el recuerdo y por el gran dolor que el pueblo
norteamericano sufrió en su gente, y que aún hoy todavía sufren las
consecuencias de aquel día, como inhalación de polvos, gases y químicos. Es
como si no hubiera terminado. Hay mucho respeto y las obras construidas como
memorial recuerdan eso.
Los miles de fallecidos ese día tienen cada uno su
lugar en las paredes, en la que las familias colocan una flor, una bandera, un
mensaje. El dolor sigue. El ambiente se completa con el monumento de Calatrava,
muy discutido entre los habitantes de la
Gran Manzana. Por una lado la silueta de una paloma y por debajo el oculus sobre el Metro de Nueva York.
Visto por nosotros, que no tuvimos que poner un peso para su presupuesto nos
gusta. Para los neoyorkinos le salió muy caro, con mucho atraso y con algo de
bronca. Siempre sucede.
La Estatua de la Libertad,
en la Ellis Island, regalo de Francia, los recibe y les indica con su antorcha (Liberty Enlightening the World) como
seguir hacia el territorio y como ganárselo. Cada inmigrante trajo su propio
sueño y por supuesto también debió adaptarse al sueño americano. Este es un
tema hermoso que se irá reproduciendo a lo largo del viaje.
Por
la tarde volvimos a ver la Catedral de
San Patricio. Para llegar antes del cierre nos tomamos un taxi y llegamos.
Para sorpresa un casamiento. No sabemos de quien pero creemos que no cualquiera
se casa en esa catedral, mas cuando afuera habíamos visto patrulleros y una
manada de patovicas cuidando. De todos modos con mucho pudor por la ceremonia
observamos por dentro el hermoso templo. Iniciada en 1858 y terminada en 1879
es un fiel reflejo del neogótico. Como toda catedral habrá querido ser el
templo más alto de la ciudad (sobrepasa los 100 metros en sus torres) pero la
realidad de los rascacielos hizo que quedara como una humilde aunque hermosa
construcción.
Ya
teníamos varias horas de caminata cuando siguiendo hacia el sur por la 5º Av
pasamos por el Rockefeller Center. Todo decorado con flores y preparado para
una gran fiesta. Algunos decían que se celebraría allí la boda iniciada en San
Patrick. No lo supimos aunque advertimos que estaba decorado con una inmensa
cantidad de arreglos florales, sillones y mantelería muy especiales. Como no era
nuestra fiesta seguimos caminando ahora en busca del bus que nos llevaría hasta
el hotel. Sólo nos quedaban fuerzas para ir hacia una hamburguesería cercana,
probar una pizza y un par de cervezas y esperar un nuevo día.
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