7/28/2019

Día 14. El anillo de oro


Este Nombre se le ha dado a un circuito de cuatro ciudades medievales (S. XII) a menos de 100 km de Moscú y que resultan fundacionales para toda la vida histórica política y religiosa de Rusia. Política por cuanto han nacido y vivido algunos zares, otros han intervenido en ellas en tiempos posteriores como Catalina la Grande. Pero lo que resulta más importante es que la fundación de la iglesia ortodoxa rusa tiene su base en esta región y donde se encuentran , en su mayoría,


perfectamente conservados los más importantes testimonios de sus Monasterios y sus Catedrales. En forma individual, algunas de estas han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad y es en donde no se cumple aquel famoso dicho. Aquí es “oro todo lo que reluce”. De las ocho o nueve ciudades hemos recorrido sólo cuatro. En alguna de ellas nos hemos remojado con la lluvia pero no hemos renegado de haberlo hecho, ya que la magnificencia de estos monumentos históricos y fuentes de la religiosidad rusa nos han impactado sobremanera. Ni las luchas internas del soviet a partir de la revolución del 17 ni la invasión nazi en 1941 llegaron a destruirlas, aunque es importante decirlo, durante la etapa stalinista no fueron precisamente bien cuidados, sino mas bien descuidados: echados sus monjes, abandonados los monasterios y los templos dedicados a otros fines. Con el “glasnot” y la “caída del muro de Berlin” la Rusia moderna se encargó de pasar todos estos bienes a sus respectivas iglesias y ellas se han encargado de su reciclado en la mayoría de ellas. Otras esperan turno.









Como todos los días nuestra salida fue tempranera para recorrer esos caminos de bosques y de lagos que nos fueron llevando a un itinerario sorpresivo. La ciudad de Klin donde se encuentra la casa de Piet Tchaikowski, actualmente un museo. Vivió hasta sum uerte en 1895 Cómo no recordar la música del lago de los cisnes, el Cascanueces  o la la Obertura 1812, donde narra el triunfo de Rusia sobre Napoleón, verdadera anticipación de la derrota de los nazis en esa Rusia invernal que no pudieron soportar.  Los compases de la marsellesa perdiéndose en el fondo musical cuando aparecen los sonidos de los cañones y el himno conocido de Dios salve  a los zares. Se te ponen los pelos de punto. Para quienes no la escucharon,  bien vale la pena animarse.  Eso de ir demasiado temprano nos sorprendió: estaba cerrado. De modo que , unas fotos y seguir adelante.

El monasterio de la Trinidad y San Sergio​ en la ciudad de Sérguiev Posad  es un importante monasterio ruso y centro espiritual de la iglesia ortodoxa rusa. Se encuentra a unos 70 kilómetros al noreste de  Actualmente alberga a unos 300 monjes. Según la Unesco, que lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1993, se trata de «un buen ejemplo de monasterio ortodoxo en funcionamiento, con sus rasgos de época de los siglos XV  a partir del que se desarrolla. El conjunto arquitectónico y artístico del monasterio tiene valor excepcional. Es una obra maestra, y un modelo de la arquitectura temprana moscovita – la catedral de la Trinidad, de piedra blanca, construida de 1422 a 1425. Andrei Rubliov y los pintores de su escuela pincelaron las pinturas del iconostasio y las pinturas murales cuyos pequeños fragmentos se han conservado hasta hoy.
También pasamos por una ciudad Alekshandrov, con su Kremlin, construido por Iván el Terrible.
Mas tarde llegamos a la ciudad de Suzdal. Es increíble. No tiene más que 10.000 habitantes pero mantiene una estructura religiosa en la que existen má de 30 iglesias y monasterios, justamente de la misma época a partir del S. XII. Nuestra primer mirada fue a conocer  el Museo de Arquitectura de Madera donde pudimos recorrer, bajo una persistente llovizna, el modo como construían sus casas tanto los campesinos como los nobles de la comarca. Casi me animaría a decir, que encontramos en estas construcciones, algunos testimonios que existen también en la zona del Volga, donde arribaron a partir de 1763 los alemanes para colonizar la tierra y también formas parecidas de construcción que llevaron a Argentina. El vestíbulo al costado, la distribución de las habitaciones y su Nuschnik al fondo del patio. La noria para el molino y el pozo de agua nos resultan conocidos. En esta ciudad también nos encontramos con el Kremlin o fortaleza, un gran talud de tierra que defendía las casas reales y las instituciones religiosas. 



Visitar la catedral  de la Natividad fue importante y realmente marcó el centro de la vida religiosa durante el Medievo.
Posteriormente pasamos por el Monasterio del Salvador y san Eufimio, que es un complejo de viviendas, iglesias y claustros. En momentos de la crisis de la segunda guerra fue utilizado como prisión. Tuvimos la suerte de escuchar musica coral dentro de la catedral y luego un concierto de campanas con el carrillón que se encuentra al lado. Una verdadera belleza. El carrillón no es automático sino que la música es interpretada por un maestro de las escuelas del monasterio. Existen también talleres de iconostasios, cursos de teología y música.


Antes de retirarnos de Suzdal tuvimos una clase taller para la construcción y pintado de Matrioskas. Cada uno de nosotros, sentado frente a una matrioska debimos hacer el esfuerzo simpático de colorearlas. Hubo de todo, Verdaderos pintores y algunos mamarracheros entre los que me incluía. Las maestras pintoras rusas nos dieron una mano con su simpatía y buen humor. Claro, al final debíamos consumir los souvenir que en el local se vendían y que eran de excelente calidad. Cómo no comprar una Matrioska. Si ya en la tapa de uno de mis libros figuraba una de ellas y el significado profundo estaba en su interior:



 . Al final del viaje y ya cuando debía

marcharse hacia el aeropuerto, Gertrud lo acompañó al Hostel a buscar sus mochilas, abonar el servicio y cuando lo acercó al metro que lo llevaría al Aeropuerto, le dejó un pequeño regalo.
Es una matrioska. Tú sabes lo que es. Muy colorida como nos gusta a nosotros. Siempre hay algo más dentro de la que ves y así sucesivamente. Es un regalo ideal para un historiador. En cada historia siempre encontrarás otra. No te he traído de las más grandes porque no tienes espacio en tu mochila. Pero hay siete muñecas rusas en este presente. Espero me recuerdes siempre.
Desenvolvió el regalo y se asombró del colorido y de la belleza de la matrioska que tenía en sus manos. Abrió una de las muñecas y se encontró con otra, totalmente distinta en coloración y detalles.
– Y así una y otra hasta el final – le aclaraba Gertrud con su infaltable sonrisa.” (De Las Flores del Almendro, de Horacio Agustin Walter, La Plata, 2014).


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