En realidad, fueron cuatro días de familia y con amigos. Que
también forman parte de los viajes revivir los recuerdos y mantener los
afectos, particularmente cuando la realidad geográfica se interpone con más de
10.000 kilómetros.
Lo primero que hicimos fue
encontrarnos con nuestros queridos amigos Róser y Enric. Suelen ser nuestros
guías de Barcelona. Esta vez, con problemas, sólo pudimos reunirnos a almorzar
y tener una larga sobremesa de conversaciones. Con muchísimos años que nos
conocemos con Enric siempre las horas suelen ser cortas y para no variar de nuestras costumbres de caminar juntos,
esta vez lo hicimos durante un corto trecho para conocer esas cosas escondidas
que solo los barceloneses curiosos pueden descubrirlas. Se trata de un antiguo
garaje conocido como el Nacional, reciclado ahora en un centro gastronómico, a
un par de cuadras de la Plaza Catalunya sobre el Passeig de Gracia.
“Al tratarse de un edificio protegido, el
mayor reto del estudio se presentó a la hora de desarrollar el diseño sin
entrar en competencia con los requerimientos demandados desde Patrimonio. Esta nave
es el ejemplo mas antiguo de arquitectura industrial conservado en el Eixample.
de la ciudad Condal, es por ello que el proyecto se enfocó desde el máximo
respeto hacia los elementos existentes, el ambiente y la historia del lugar”. Realmente
un gusto doble tomar el café en ese lugar. A media tarde, eran varios los
grupos de turistas que se acercaban a conocer este nuevo centro gastronómico.
De viejo garaje modernista a un nuevo complejo art deco del S. XXI.
Otro día le tocaron a los primos Joan
y María de los Pirineos. Tomamos el tren temprano, a pocas cuadras de nuestro
hotel y nos dirigimos hacia el norte, escalando las alturas hasta entrar al
corazón de los Pirineos. Los montes verdes de prados y bosques no dicen nada de
sus nieves invernales que tapizan la montaña en formas de pistas de sky. Y
también numerosas.
Nos reunimos para almorzar y sobremesear
todo el tiempo que pudimos ya que nuestro objetivo era regresar a Barcelona. Es
por ello que nos hemos reunido con ellos y con Marta y la pequeña Nuria.
Realmente un hermoso gusto estar en esos lugares. Puigcerda es una ciudad
importante de la Cerdanya, puerta de entrada a Francia y a Andorra, con varios
pueblos que, ubicados en territorio francés, siguen siendo catalanes en función
del tratado de los Pirineos, allá por el S. XVII. Cuando miramos por la ventana del Restaurant pudimos observar el pico de la Nuria, blanco pero no nevado, sino como que hubiera caido piedra y granizo en las ultimas horas.
Otra tarde nos tocó cenar con los
primos de Barcelona, Marísabel, Rosa María y de Rubi, Jordi con su esposa Maricarmen. Siempre recordamos aquel primer San Jordi que visitamos en Barcelona y que paseamos por las rambas con nuestro primo Jordi y su esposa. Ver la cantidad de libros que se regalaban y reciprocamente recibían de regalo una rosa. Todos las carpitas de libros y mesas en la calle con su bandera catalana. la gente, de dia de trabajo, paseando y tomando turnos en los restaurantes para celebrar.
Aqui hemos hecho lo mismo aunque no fuera un dia de recordar. Pero fue un encuentro. Una buena paella con cava catalán resultó el nexo para conversar y
compartir y cerrar el tiempo en que no nos hemos encontrado. Queda siempre la
promesa de volver a encontrarnos y desear que eso sea posible.
Otra dia fue también para los
parientes del Vendrell, la región de donde se producen excelentes vinos y cavas (la región del Penedés). Esta familia la conocimos durante unos minutos en el año 2015 y
que pudimos cumplir con nuestra promesa de visitarlos ahora. Hicimos nuestro
camino en tren y pudimos almorzar tranquilos con toda la familia, para regresar
a la tardecita.
Tanto Montserrat como su esposo Mauricio y sus hijos, y la
abuela fueron cordiales anfitriones de una visita entrañable que nos debíamos y
que pudimos cumplir. El momento que pasamos juntos fue hermoso y siempre pide
más, como los chicos, aunque en esto, el tiempo es implacable. La eterna
promesa de volver sigue siendo un compromiso que honraremos ni bien podamos.
Porque nos gusta. Eso de regresar.
Nos quedaba un día reservado al clásico encuentro con Josep y
María Antonia que, desde nos conocimos en el año 1990, hemos paseado con ellos.
Y esta vez fue a la ciudad de Gerona.
Es una ciudad eminentemente medieval, capital de una de las
provincias mas grandes de la Comunidad de Catalunya. Y por su historia, su
arquitectura, su modernización, y últimamente, por haber sido filmadas algunos
capítulos de Games of Thrones, esta ciudad se encuentra colapsada de turistas.
Igual la visitamos con nuestros amigos y un intenso calor que se arrimaba a los
38º.
La ciudad se caracteriza por una gran muralla del S. IX donde se
hacía la Ronda, la catedral y el barrio judío, según dicen, el mejor conservado
de España.
Las callecitas del ancho de un auto son verdaderos laberintos para
circular, subiendo y bajando el cerro. La catedral con su extraordinario museo
y la presencia religiosa la transforman en el objeto mas importante de la visita,
iniciando nuestro paseo por la parte superior y luego bajando la hermosa e
inmensa escalinata central. Que en en el mes de mayo se la viste con alfombras
de flores haciendo un espectáculo pleno de coloridos y perfumes. Al igual que
la escalera mas de 100 lugares de la ciudad se cubren con flores haciendo
imposible verlos a todos.
La catedral de Santa María, construida entre los siglos XI y XVIII, presenta tres
estilos arquitectónicos principales, sucesivos: románico, gótico y barroco. Su claustro es
románico, con interesantes capiteles historiados. Su amplia nave gótica destaca
por ser la segunda más ancha del mundo, tras la basílica de San Pedro del Vaticano. Muy características son las
casas colgadas sobre el río Oñar.
Todas las fachadas fluviales están pintadas siguiendo luna paleta de colores.
He leído en algún libro que el protagonista pescaba en el río desde el balcón
de su casa.
Por la tardecita regresamos a
Barcelona y nos despedimos de Josep y María Antonia brindando por nuestro
regreso en una de las terracitas detrás del Museo de la Historia de Catalunya y
al lado de la marina del puerto. El excesivo calor llamaba para tomarse una
cañita y despedirnos así practicamente de la familia, de los amigos y de
Barcelona. Al día siguiente, nos tocaba regresar.
Ya estrañábamos sobremanera nuestro
hogar, nuestros hijos y, en particular, nuestros nietos…
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