Nunca son hermosos los regresos pero no hay más remedio que
regresar. Sólo que lo hacíamos con todas las pilas.
Arrancamos bien, por la mañana, ya en el desayuno,
celebrando el cumpleaños de nuestro compañero de viaje Carlos Kin. Su emoción y la de Irma, su esposa nos
contagió a todos, de modo que cantamos el feliz cumpleaños, como los chicos y
también lo hicimos en alemán como correspondía: “Alles gute zum Gebutrstag “ .
Y una vez con todos nuestros petates
arreglados nos dirigimos a la localidad
de Libertador Gral. San Martín o Puiggari para visitar la Universidad
Adventista.
Todo se inició en 1898 siendo una escuela rural que con el
tiempo pasó a ser el Colegio Adventista del Plata. En 1990 se la autoriza a
funcionar como Universidad Adventista del Plata, siendo confirmada y ratificada
como tal en el año 2002. Funciona en un campus académico de 18 hectáreas y se dictan
cerca de 30 materias englobadas en cuatro facultades: ciencias Económicas,
Salud, Humanidades y Teología.
El complejo contiene actividades deportivas con canchas,
piscina y gimnasio cubierto donde se realizan actividades de grado y
recreativas. En el tema comunicación, cuentan con una planta transmisora de FM,
un centro televisivo y estudios de grabación lo que no sólo permite enriquecer
las actividades educativas sino que, a la vez, pueden transmitirlo al resto del
mundo donde existen más de 7200 institutos educativos, sin contar los oyentes y
televidentes particulares que captan sus señales.
Gracias a la atención de la Universidad pudimos recorrer sus
instalaciones acompañados de una guía, que a la vez es alumno de la misma. Nos
permitió observar el instituto en su funcionamiento, pasar por sus pasillos
donde vimos las aulas y sus alumnos, ver su biblioteca, los espacios externos,
de un verde y arbolado sumamente cuidados, lo que permitía detectar no sólo una
institución ordenada y prolija, sino también donde se respira un ámbito de
estudio y de concentración.
La facultad de Salud tiene instalaciones sumamente novedosas con sistemas de interrelación del alumno-profesor con todos los medios audiovisuales conocidos, al mismo tiempo que tienen un pabellón dedicado totalmente a la dramatización de todas las posibilidades de atención de la salud: desde la unidad de traslados en accidentes, con sus salas especiales, cirugía y atención de sala y parto. Todo realizado con muñecos de casi 80 kilos y en algún caso, muñecos robotizados.
Siendo una entidad religiosa (Iglesia Adventista del Séptimo
día) pudimos observar su facultad de Teología y el hermoso y moderno templo que
existe en el Campus. Las posibilidades de estudio son muchas. La universidad de
privada y por lo tanto su matrícula debe ser costeada por los alumnos. No
obstante, la información que nos facilitaron es que en este momento estaban
estudiando alumnos de casi ochenta países de todo el mundo.
Uno de los aspectos importantes señalados por la guía fue el
carácter de servicio con que desarrollan sus tareas de aprendizaje al punto tal
que el lema adventista propuesto para el quinquenio 2020-2025 es “Yo caminaré…”
(I will Go) que inspira a la acción misional y de servicio a sus alumnos.
Nos quedamos admirados de esta Universidad y salimos
decididos a hacer una visita al Monasterio de Victoria. En realidad, nos
quedamos con las ganas. Ni bien subimos a la Combi se desató el temporal que
tuvimos la suerte de esquivar durante los tres días de nuestro paseo. Fue tal
que duró mucho tiempo y debimos cancelar esa visita. La pericia del chofer,
Matías, nos dejó tranquilos ya que su manejo permitió sortear sin problemas el
largo chaparrón que nos cayó encima.
Y así hicimos nuestros kilómetros de vuelta. Mucha emoción,
muchas fotografías, mucho por agradecer, particularmente a nuestros compañeros
de viaje que hicieron posible que no sólo fuera tranquilo, ameno, sino también
llevadero y amistoso. Realmente, el viaje valió la pena.
Y comenzamos a pensar en otro paseo: por las colonias de
Olavarría y Coronel Suárez para el próximo año. Soñar es importante.
Nos vemos.