10/29/2011

Día 4.- San Sebastián - Santander.

Bilbao
Hay dos razones para entrar en Bilbao. Una es recorrer la Ría del Nervión desde el Cantábrico, siguiendo sus recodos donde se encuentra instalada gran parte de su poderío industrial hasta llegar a Bilbao. El serpenteo por la ría es espectacular. La segunda razón tiene que ver con la visión, sobre su margen derecha, del inmenso Museo de Gugenheim  que te sobrecoge. La Ría es un punto estratégico para fundar una ciudad como Bilbao. Lo hicieron en el 1300 y creció hasta la actualidad, incluso, cuando tuvieron que desmontar muchas industrias, consideradas redundantes al momento de ingresar a la Comunidad Europea por el 1990. Bilbo (en Euskera) es una ciudad portuaria. Historicamente exportaba la lana de la mesta castellana y luego el hierro de las minas vizcaínas.
Y en ese puerto se alza el Gugenheim. Una muestra de modernismo en una sociedad especial. Lo hemos visto y revisto en montones de fotografías. Verlo ahi, personalmente, es otra experiencia. Con un cielo azul de fondo se levanta desde 1998 junto al puente de la Salve. Es un juego interminable de luces y de formas, todas distintas para quien  lo mira por primera vez y lo vuelve a mirar desde otra posición.




Son 24.000 metros de estructura. Adentro se realizan sus exposiciones. No ingresamos. La caja es mas hermosa que el contenido. Visto desde el puente parecen interminables barcas que por la Ría se dirigen al mar. Nos hubiéramos quedado mas tiempo. Hay que seguir...

Castro Urdiales
Volvimos a recorrer la Ría del Nervión por la orilla izquierda hacia el Cantábrico. El objetivo era llegar a Castro Urdiales un típico pueblo pesquero. Sobre la costa quedan restos de los "castra" o campamentos militares romanes. De ahi viene su nombre. y Junto a ellos una iglesia románica dedicada a la Virgen de la Asunción, junto al faro del castillo de Santa Ana. La vida del pueblo se distribuye entre su actividad pesquera, hoy casi artesanal y el turismo. Antes, vivió sus momentos de gloria con la producción del hierro y otros minerales.
Sus callecitas medievales y su puerto lleno de terrazas donde probar una buena sopa de bacalao nos mostraron un domingo a pleno sol y lleno de gente.





Santander
Seguir por las carreteras de la cornisa Cantábrica es una delicia. El verde de la vegetación, una vista al mar a cada rato hace que el camino hacia Santander no parezca tan largo. Es la capital del municipio, de la provincia y de la Comunidad vazca. Es una ciudad creada por los romanos pero refundada en el siglo XI bajo la advocación de San Emeterio, de donde surge - por variaciones linguisticas - el actual nombre de Santander. Fue adquiriendo a lo largo de la historia una preponderancia muy grande. De la mano de la Iglesia que nombró a su Catedral como Colegiata hasta hacerse una ciudad costera de gran importancia. Su playa, el Sardinero, es muy bonita y sobre ella se levanta la Península de la Magdalena donde se alza el Majestuoso Palacio Real, de estilo francés, con mezcla de caracteres ingleses con sus parques arbolados y un toque montañes. No tiene el glamour de San Sebastián pero tiene el suyo propio. Como capital es una ciudad moderna, ligera, que se reconstruye a cada momento. Su vida marítima hace que recuerden constantemente sus epopeyas que se expresan en la exposición de la balsa y de las pequeñas carabelas con que se lanzaban a conquistar el mundo. Su gente disfruta la ciudad, su playa y sus helados. Nosotros también.





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