De hecho nos quedamos con las ganas de más Berlín. Con un
itinerario pactado no es posible quedarse. Quedará para otra vez. ¿Volveremos?
No recuerdo haber tocado esos objetos mágicos que te aseguran volver. ¿Los
había? No recuerdo, pero haremos algo para volver. Así, con esa nostalgia
partimos hacia Dresde.
Logicamente, el río. Esta vez, el Elba. Crecido y con todas
las consecuencias de haber inundado una semana atrás todas las partes bajas de
la ciudad. Se notan las consecuencias.
Si de algo nos
acordaremos de nuestro paseo por Dresden es del famoso “Desfile del Príncipe”
un largo friso de 100 metros en la Augustusstraße. Son casi 24000 azulejos de
porcelana de Meißen que reflejan la historia de marqueses, duques, príncipes
electores y reyes, con sus cabalgaduras, sus acompañantes, personas y animales
y una innumerable cantidad de detalles que bien valen ser mirados. El sólo
hecho de hacerlo desde la calle, en más de uno quedará ese molesto dolor de
cuello. Pero, quien le quita lo bailao?
En algún momento esta ciudad supo ser Patrimonio de la
Humanidad. A alguien se le ocurrió construir un puente a dos kilómetros del
centro histórico. Así Dresden se convirtió en la primera ciudad a la que le fue
quitado el titulo de Patrimonio. De todos modos, con título o sin título,
Dresden es una ciudad bonita (schönne Stadt) que merece su tiempo de paseo, observación
y asombro.
A Dresden
también se la conoce por un hecho lamentable en la segunda guerra. Semanas
antes de terminarse, fue terriblemente bombardeada, al punto de desaparecer la
totalidad de su centro histórico. Otra vez, las razones: estrategia, error de
cálculo, castigo? Se sabe que los ingleses (RAF) y los yanquis hicieron más de
mil operativos de bombardeos a la ciudad, descargando un furor de fuego nunca
visto. Tal vez en número de muertos no exceda a los de Japon,
Berlín o Hamburgo, pero ha quedado en el inconciente colectivo como el ejemplo
más duro del terror bélico y de la destrucción.
Así y todo, con la reconstrucción realizada, Dresden es hoy
un símbolo de ciudad bella y admirable, resultando su más bello símbolo, el
“Jinete de Oro”, dorado al fuego sobre cobre, en el Markplatz de la neus Stadt
que representa a Augusto el Fuerte, príncipe elector de Sajonia y Augusto II
Rey de Polonia. La figura es dorada al fuego de cobre clavado.
Antes de viajar hacia Nürember, con un trecho de muchos
kilómetros, durante el almuerzo pudimos observar la existencia de vinos
argentinos en la carta. Qué tul?
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