7/15/2013

Bitacora 2013. Día 14. Heidelberg und Strassburg


Llegamos la noche anterior a esta ciudad, como para cenar e ir a dormir. Realmente fue un día intenso (como todos, hasta ahora, pese a que le había prometido a mi mujer que este viaje sería tranqui y descansado). Ya temprano por la mañana salimos a conocer esta ciudad del estado de Baden-Wurtenberg, también conocida como el Palatinado. De los años de la universidad, uno la recuerda como la universidad más antigua de Alemania y por otro lado recordamos la “mandíbula de Heidelberg”, pieza prehistórica que data la existencia del hombre en el lugar por la mandíbula encontrada hace 600.000 años. Pavada de registro!




Esta ciudad es pequeña, en el valle del río Neckardt y por esas cosas de la vida no fue tan destruida por los aliados de la II Guerra, como por el  ejército francés, muchos años antes, cuando se disputaban el patrimonio de la región. Esto de los reyes y sus familias y sus dinastías y las miles de combinaciones familiares (futuras sucesiones y heredades) en el centro de Europa es una historia aparte y complicada a la vez. No insistiremos en ello. Y a esta altura de la civilización, no me banco eso de la monarquía. Ninguna por si quedan dudas…



Lo primero que hicimos fue cruzar el río y encontrar la Universidad. Edificio reconstruido varias veces. La historia nos refiere que esta universidad fue fundada en 1336 directamente por una bula papal. Como los alemanes no podíar estudiar en Paris, y Bolognia les quedaba muy lejos, se instituyó la Universidad. Y tendrá un papel importante en la historia del humanismo y la reforma, con Lutero y con Calvino y sus distintas formas de apreciar el protestantismo. Su biblioteca es de casi un siglo después. Otro siglo más tarde Lutero, en la misma biblioteca, defenderá sus 95 tesis que previamente había presentado en forma pública en la iglesia del Palacio de Wirtenberg. Los intelectuales más importantes de Alemania han pasado por sus aulas, Max Weber, Karl Jaspers, Martín Heidegger y muchos otros.




La ciudad no tiene donde expandirse por eso resulta pequeña. Está entre dos montañas y el río que cruza por el medio. Su historia es una lucha de monarcas, de poderíos económicos y de impulsos de expansión, todos ocultos bajo la fachada de una guerra religiosa entre católicos y hugonotes, o entre palatinos y franceses. Su economía actual está cimentada  en investigaciones y resultados de la universidad. Es bueno saber que se la considera como una Universidad de élite. Dos habitantes de cada diez son alumnos de la Universidad. Entre los recursos conocidos figura el SAP AG (Systemanalyse und Programmentwicklung)realizado a pocos kilómetros de Heidelberg en la ciudad de Walldorf.
Y esta ciudad aparece vinculada también al castillo que existe sobre la montaña. Es una inmensa ruina reconstruyéndose de acuerdo con los planos originales. En realidad el castillo lo constituyen varios edificios, algunos de los cuales ya no existen y en su interior se puede encontrar el Museo de Farmacia, lugares para realizar espectáculos de luz y sonido,  conciertos y recitales. Desde sus jardines se tiene una espectacular vista de Heidelberg así como  su río y  la montaña que se encuentra al frente donde sus construcciones parecen colgadas de la misma.  La subida al castillo puede ser zu fuß (caminando), en coche o en funicular, lo que es mucho maá agradable y pintoresco. Y en ella se encontrará - dicen - el tonel mas grande del mundo. Fuimos a ver si era cierto. Pareciera que si. Por lo menos, mas grande que el del Vino Toro que tenemos en Mendoza.






La ciudad es barroca. La Iglesia del Espìritu Santo de los católicos, tienen su correlato en otra iglesia del mismo nombre, pero de los católicos. Uno de los príncipes católicos fue el gran elector del imperio sacro germánico con sede en esta capital.



Con un buen café tomado en una de las terrazas de la Haupplatz, probando las exquisiteces de una buena pastisserie nos despedimos con destino a Francia.

Strasbourg
¡Qué sorpresa que nos causó esta ciudad alsaciana!
El primer impacto que te produce es su Catedral. Gótica y totalmente distinta a lo que conocemos como la de Notre Dame de Paris, la de Chartres o la de Reims. Es un gótico que se sobrepasará a si mismo, totalmente decorativo, tanto en sus fachadas como en sus vitrales. Las líneas delgadas de sus columnas, de sus líneas hacia lo alto nos lleva a pensar en la necesidad de la contemplación de lo trascendente. A veces me pregunto, si no hubiera sido mejor iglesias anchas y espaciosas donde la gente (si, la gente, the people, die Leute) estuviera más presente. El pueblo y sus necesidades, y si hay tiempo y ganas, lo trascendente.
Pero estas cosas, te matan. La imaginería, el diseño y los artistas que dedicaron toda su vida a la construcción de estos nonumentos “monumentales” (vale la redundancia). Una ciudad “tironeada”, como todas las de Alsacia y Lorena, que en otras épocas fueron alemanas, luego francesas, por fin alemanas y finalmente francesas…, tienen su expresión en el arte y en su necesidad de juxtaposición de estilos y de excesos. En el interior, el órgano encajonado en una especie de nido de golondrina, se nota en una forma extraordinaria, al igual que su púlpito y el reloj astronómico de los doce apóstoles, ubicado en uno de los laterales.







Seguimos caminando por entre las calles y canales y nos encontramos con “La petite France”,  un hermoso barrio, muy pintoresco donde habitaban todas las cofradías de trabajadores, los pescadores, molineros y curtidores. Son muy vistosas las casas de los curtidores, precisamente porque en los altos (tejados abiertos con galerías) se secaban los cueros. Las aguas, todas las aguas (las servidas y las de lluvia y las de las tareas) iban todas a parar a las calles que no eran otra cosa que  canales que se dirigían al ríos. Siempre el río en las ciudades. Y esta vez se llama… No es que me olvidé. Hay muchos ríos en esta ciudad y todos confluyen hacia el Rhin, límite geográfico entre Alemania y France por esa región. Los distintos ríos que crean islas y canales en la ciudad son el Bruche, el Aar y el Río Ill (ill) que rodea a La petite France como si fuera una isla y lo transforma en un enclave medieval. Eso de las aguas y los canales y los vertidos parece simpático hoy pero fue realmente asqueroso y mucho mas; fue epidémico, al punto de perder la ciudad casi el 50 % de sus habitantes con las clásicas pestes que se formaban por esas razones. En la Gran Isla muchas iglesias, calles con nombres de trabajos y muchas construcciones que vimos en la zona de Baviera pero que aquí tienen su culmen: son las casas de entramado. Los molinos a la entrada del Río y los puentes cubiertos (para realizar el comercio) no hablan más que de una zona rica y progresista a los costados de la gran ruta comercial que es el Río Rhin y que se une con el Hansa del Norte que vimos en Hamburgo y Lübeck.




La otra gran característica de esta ciudad es justamente la ciudad como sede del Parlamento Europeo con sus grandes y modernos edificios, el del Parlamento, el de consejo de Europa y el Palacio de los Derechos Humanos. Estos edificios, construidos con conceptos arquitectónicos actuales y con dejos de futurismo, constrastan no sólo con la isla medieval sino también con los edificios renacentistas y neo que se fueron construyendo a lo largo de los S. XVIII y XIX.


Antes de esta visita almorzamos en una pizzería frente a la catedral. Tuve que sacar a relucir mi empolvado francés para comer algo que quisiéramos. Gracias a las palabras mágicas “S’ il vous plait” y “Merci” y respeto con buen humor nos comimos unas exquisitas pizzas francass, acompañadas con un gustoso vino rojo de la zona.


A la tardecita regresamos a Alemania. Au Revoir!

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