7/18/2013

Bitacora 2013. Día 17. Salzburg


Por la mañana y antes de salir para Salzburgo nos dimos cuenta que había llovido. Y para tranquilidad nuestra, nos prometían un día de sol. De modo que nos dirigimos a la Haupbanhof de München y tomamos el tren. Billetes sacados con anterioridad, andén asignado, asientos numerados, tren confortable, a horario. Uno está desacostumbrado a estas cosas pero se acostumbra fácilmente. En una hora y algo llegamos a la Haupbanhof de Salzburg y de ahí al hotel. Rápido Check inn, y en quince minutos todos en la puerta para rumbear hacia el centro histórico. Si bien salimos a eso de las doce, la tranquilidad del domingo se notaba en todas partes. Comercios cerrados, comenzaban a aparecer las mesitas de las terrazas y de algunos bares y nosotros, dale que dale, zu fuß hasta llegar al río. A partir de ahí tendríamos el centro histórico y a disfrutarlo. Teníamos pocas horas ya que mañana volveríamos a tomar el tren, esta vez para Praga. Ahora, bien, el desayuno a las 7 de la mañana y nada en el camino, hizo que nos pidiéramos una omelette con una botella de agua (carísima!) y salimos para la fortaleza. Nuestra idea era subir y a medida que bajábamos iríamos conociendo, hasta que las piernas nos pidieran un rato de pausa.




Subimos a la fortaleza en funicular y desde allí pudimos apreciar la panorámica de la ciudad y sus alrededores. El Río Salzach bastante crecidito, les había dado un susto hace un par de semanas porque en algunas partes se había desbordado.



Todo tiene que ver con todo. Salzburgo era la ciudad de la sal. Estaba en el camino de los ríos comerciales donde los feriantes transportaban sus mercancías para comerciar. Ya desde el S. VIII. Rodeada de montañas, el lugar parece paradisíaco. Todavía se siguen encontrando restos de poblaciones anteriores por lo que si tendríamos que datar a la ciudad la llevaríamos a los primeros siglos antes de Cristo (seguro romanos y probablemente celtas), tarea que hoy no vamos a seguir.

La fortaleza de los Hohensalzburg se encuentra muy bien conservada. Se comenzó a construirla en el año 1000 y cada uno de los que siguieron la construcción les fueron agregando torres, bastiones, muros y trincheras. Para subir (y bajar) lo hicimos en el funicular. Arriba, no sólo hay terrazas para encontrarse y almorzar o tomarse una fresca cerveza, sino también hay museos y lugares para conocer. Videos sobre la historia de la construcción de la fortaleza, parte del museo de los títeres, verdaderas escenografías y muñecos antiguos.





Al bajar nos esperaba la Alte Stadt (la ciudad vieja) con sus múltiples iglesias y monasterios (quieren que les hable de los reyes y las familias y sucesiones?. No. Está bien. Entonces seguimos) y también el cementerio.
Nos preguntaron si hicimos la ruta de la Novicia Rebelde. Creo que no. No fuimos ni por los montes ni los bosques y no encontramos el castillo de Von Trapp. Si pasamos por el Cementerio, las Catacumbas  y por la pérgola hermosa que hay en el jardín Mirabellum. Por supuesto, que en nuestros oídos resonaba la música y las canciones,  de la Familia Trapp y en la voz de Julie Andrews. Pero resonaban mucho más las armonías de Mozar, su sinfonía nº 40, su concierto nº 21, entre las que uno es capaz de canturrear bajo la ducha. Aquí estábamos en su propia casa. Donde nació y donde vivió. Y si uno imagina la época, no tiene más remedio que pensar en los trajes de brocato, calzas ajustadas en los hombres y seda con pañuelos en el cuello y pelucas blanqueadas. Y las mujeres con sus vestidos de primer vals. 


En fin, la imaginación se te va a cada momento. La oferta de conciertos era infinita para esa noche. Lo estábamos dejando para más adelante (Bach, Mozar, Hayd, barroco,  en las iglesias y monasterios). Realmente, para quedarse y disfrutar como un verdadero “dilettanti”. Lastima, ya que de acuerdo con nuestras tarjetas solo certificábamos para “turista clásico” (joggin, remerita, zapatillas, y alguna gorra para el sol).




La tarde se nos vino rápidamente encima. La catedral nos llamó la atención. Fuera del gótico germano nos encontramos con un neorenacentismo italiano, mas tirando al barroco. Es una iglesia antigua y hermosa. Levemente destruida en la guerra la reconstruyeron casi veinte años después.






A un costado se encuentra el Monasterio de Nonnenberg o Abadía de San Pedro (Benediktinenstift Nonnberg.  Es una edificación sumamente grande. La iglesia dedicada a la Virgen María (Kirche Mariae Himmelfahrt) se inició bajo un estilo gótico terminando en un estilo barroco muy local.


Y aquí en Austria comenzamos a ver las famosas Mozartkuguel o bolas de Mozart que se venden en todos lados, supermercados, kioscos, casas de regalo y también en los locales de marcas (bolita de mazapán con pistacho y nueces y bañada en chocolate negro). Las probamos? Si. Una delicia!
Casi cerca de las 9 de la noche nos mirábamos entre nosotros y dirigíamos nuestra mirada no a la meca, sino a donde presuntamente estaba nuestro hotel. Sin hablar mucho y despacio nos dirigimos a él. Zu fuß con las últimas fuerzas de las piernas, fuerzas que recuperamos en un restó italiano que – aunque con mucho calor en el local  - pudimos comer algunas de las delicias (penne rigate, algún risotto y unos espléndidos spaguetti con fungi) acompañadas por unas merecidas y frescas cervezas. Salvo mi mujer que pidió un Rotwein de la región. Le gustó!

Ya era tarde. Sin tiempo de desarmar las maletas, ya que, al día siguiente, luego del desayuno, partiríamos  nach Praha.

Bis Morgens!

No hay comentarios:

Publicar un comentario