Amaneció el día con un
cielo tan diáfano y azul como lo dejamos la noche anterior. Un rápido desayuno
para dirigirnos a la Banhof y tomar el tren hacia Praga. Con trasbordo en Linz.
Al principio, todo bien, tren a horario, asiento numerado, butacas cómodas,
wifi y lugar suficiente para las maletas en los lugares dispuesto para ello. De
todos modos, subir y bajar nuestro grupo (6) con mucho equipaje no fue nada
fácil. Y uno siempre ingresa por la puerta más alejada… Una vez que se
solucionó el pico de gente (de los que suben y los que bajan, en ese orden), pudimos
acomodar nuestras vidas.
El viaje sólo duro una hora y media y llegamos a Linz (ciudad
austríaca donde nació Hitler) y de allí trasbordamos a un tren checo para
llegar a Praga. Las condiciones cambiaron, pero bueno, no hay que quejarse. Nos
quedamos sin wifi, sin aire acondicionado, sin asientos numerados y sin
comodidad para las maletas. De todos modos, el tren salió a horario. Entre bajar
de un tren y subir al otro, las mismas peripecias en pocos minutos, con cambio
de andén incluido (en ese incluido están: bajar por escaleras (mecánicas),
pasar por pasadizos bajo nivel, subir por escaleras (mecánicas) y todo este
trajín, con el gran equipaje que llevamos. Hay que volver al Viajero Ilustrado
para saber cómo viajar con dos mudas y un par de zapatillas adicionales.
Un paisaje distinto, donde fueron variando los verdes
intensos de la húmeda Alemania y Austria, a campos en las lomadas con verdes
menos intensos. Desde el tren se percibe una gran actividad industrial,
particularmente por el transporte ferroviario, donde en general primaba el
transporte de autos (Skoda) que comienzan a ser vistos en todas las ciudades
europeas. Se fabrica en la República Checa. Su actividad debe ser importante ya
que los ingresos son más o menos compatibles con los de la Comunidad Europea a
la que pertenece, aunque mantiene aún su moneda (la corona). Uno de los
principales motores económicos es el turismo para el que ofrece las grandes
opciones como su capital: Praga, y otras ciudades importantes, Karlovy Vary,
algunos balnearios importantes de Bohemia y Moravia, o centros históricos como
Kutná Hora y Terezín, muy conocido por su campo de concentración.
Llegamos a la estación principal y buscamos como dirigirnos a
nuestro hotel que se encontraba en la otra orilla del Río Vltava (Moldava).
Nuevamente esa presencia importante del río, como en todas las grandes ciudades
europeas. El Moldava es un río ancho y de fuerte correntada, que atraviesa toda
la república para desembocar en el Rio Elba luego de 430 Km de recorrido. No se
puede nombrar este río sin recordar la música del mismo nombre que registró
Smétana a fines del S. XIX y con una gran sonoridad simple (que uno cree haber
escuchado en otros lugares) describe el río como una realidad propia (forma
parte de la música Mi Patria) y con mucho mas espíritu independentista. Pero el río es el río y su
autor, con su sordera le hace el honor y
le hace la música como una verdadera
pintura realista. Anímense a escucharla. Busquen algún video en youtube y
escúchen esta melodía. Les va a gustar.
Ubicados en el otro lado del río, en el hermoso barrio del
Andel, hicimos lo de siempre. Registrarnos en el hotel, dejar las maletas y
salir. Ya era tarde como para programar alguna actividad en esta ciudad, de
modo que salimos con un par de ideas: ver el río y luego buscar donde cenar. El
día se nos terminaría pronto.
La caminata por la ribera del río fue muy hermosa. Un río
crecido y correntoso, mostraba las huellas todavía de hasta donde había llegado
la inundación unos quince días antes. De todos modos, no superó los límites y
no entró en el centro histórico. El río y sus puentes y sobre la colina de
nuestra ribera se mostraban, en lo alto del cerro, las altas torres de la
catedral gótica de Praga.
Luego nos fuimos a cenar. Recorrimos el barrio del Andel, con
sus callecitas y sus construcciones prolijas. Un minicentro de gran actividad.
Es que por ahí viven los checos y también se encuentran los hoteles que no
tienen tantas estrellas, tanto para los mismos locales en los días de trámite o
visita, como para los turistas. El Restaurante Corleone nos sonaba a
gastronomía italiana. Nos hicieron un lugar en unas mesas en la vereda y
disfrutamos unos buenos platos. Cada uno eligió la pasta que más le apetecía
italianos. Creo que teníamos buen apetito porque entre el desayuno mañanero y la
cena no habíamos probado más bocado que alguna fruta, bastante agua y los
consabidos chocolates de María Rosa para energizar el día.
A pocas cuadras, el
hotel y a descansar. Al día siguiente, nos esperaba Praga total con los brazos
abiertos.
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