7/20/2013

Bitacora 2013. Día 19. Praga


Nuestro programa de paseo se inició temprano. Desayunar y salir. Casi diría “buscando la sombra” porque ya a las 8 de la mañana el calor y el sol fuerte comenzaban a sentirse. Al final del día nos encontraría totalmente agotados y deshidratados, por la intensa caminata que teníamos por delante y por el excesivo calor que íbamos a padecer. No lo sabíamos al inicio de la mañana.

De entrada, cruzamos el río hacia la ribera del centro histórico y lo costeamos pasando por el Teatro Nacional hasta llegar al Puente de Carlos IV. Buena decisión de hacerlo temprano. Recién estaban los pintores, los vendedores ambulantes, algunos artesanos, armando sus puestos. Y ese puente, casi vacío, lo pudimos cruzar y volver observando todo sin la presión de los turistas.




¡Y aquí comienza la magia de Praga! Hecho en el siglo XIV, apoyado sobre sus grandes arcos, constituía la única forma de cruzar un río que tiene entre 600 a 800 metros de ancho. Era la comunicación del castillo con la Alte Stadt, y era el eje de comunicación de la europa occidental con la oriental. Tiene 16 arcos y tres torres, dos en la ribera del castillo (el barrio Malá Strana) y una sobre el centro de la ciudad vieja. Y su portado es un verdadero ejemplo de construcción civil en estilo gótico. ¡Un puente gótico!Con casi 30 estatuas reviven la historia religiosa de la ciudad, con sus santos y sus patronos, venerados a lo largo de la historia. La frutilla del postro la constituye la estatua  de San Juan Nepomuceno, con sus grandes significados. Luego nos enteramos que lo que veíamos eran replicas de los originales resguardados en el Museo Nacional. Y a lo largo de la visita por ese puente no podía dejar de resonar en mis oídos la melodía de Smétana.



Luego nos dirigimos a la plaza del Zentrum, justo para escuchar las diez campanadas del reloj astronómico y ver hermoso carrillón. Ya no estábamos solos. Una multitud se había concentrado para comenzar las visitas. Mil veces vi la fotografía de ese reloj y lo sigo admirando con mucha pasión. No lo sé porqué, Pero cada vez que lo veo me sale el germano ¡Na Jaaa! Nos juntamos con un grupo en un Free Tour, coordinado por un checo que hablaba español: Jirka. Y  comenzamos a recorrer la ciudad de manos de este apasionado checo que nos hacía vibrar con sus movimientos y su lenguaje a lo largo de las tres horas que pasaríamos juntos.




El recorrido fue tan hermoso como intenso. Otra vez la magia! En algún momento busqué algún lugar donde comprar agua porque el día (y no habíamos llegado al mediodía) se estaba poniendo muy caluroso. Recorrimos la plaza de la ciudad vieja, escuchamos las explicaciones correspondientes al reloj astronómico y en todo momento aparecía la difícil y sacrificada historia de Praga. Con sus políticos, sus monarcas y sus religiosos. Pasamos por la Universidad Carolina y el Teatro estatal de Mozart hasta llegar a la Plaza Wenceslao. Vimos la gran avenida y no la recorrimos en ese momento y nos prometimos hacerla en cualquier otro.



El tema era seguirlo a Jirka. Cada vez más apasionado hablándonos en contra de los jesuitas y de los comunistas de la Checoeslovaquia. Y con el mismo amor y pasión, hablar de la Primavera de Praga. (Se acuerdan de la Insoportable levedad del ser, de Kundera: El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni enmendarla en sus vidas posteriores", ambientada en esa Praga que quería una vez más su libertad).
Seguimos por la torre de la pólvora y por la casa municipal pasando por Iglesia de San Jaime. En un momento nos encontramos con  la estatua de Kafka. El es un personaje que vive en esa ciudad (todavía!). Y se nota que vive! Y por ese lugar entramos al barrio judío, para escuchar las terribles historias del guetto, de la sinagoga española, el holocausto en Terezín y muchas historias hasta llegar al Cementerio Judío. 


Ya a esa altura de la mañana y previo descanso en una cervecería donde nos despachamos una birra fresca, los pelos de nuestros brazos se nos erizaban. Todo era muy emocionante. Me hizo recordar a El cementerio de Praga de Humberto Eco, y me da la impresión de que el autor quiso reproducir su novela del mismo modo que el cementerio: Tumbas, unas sobre otras, constituían un universo terrible donde sería difícil descubrir una sola de las identidades. El ser de Eco es una serie de juxpaposiciones de personajes tan similar a la juxtaposición de las múltiples tumbas que se fueron amontonando en este lugar.

Pasamos por el metrónomo de Praga y terminamos en el hall del Teatro Nacional donde allí terminaron de narrarnos la historia del país. Verdaderamente sufrido, sacrificado en sí mismo y por terceros países, incluidos Alemania y Rusia, para quienes no tienen ni piedad ni perdón. De todos modos, la historia subsiste. La despedida con Jirka, en el Rudolfinum (la sala de conciertos más importante de la ciudad) fue muy intensa y a la vez muy emotiva por la historia personal (o no?) que nos contó. Pero estuvo muy buena!
Era la una de la tarde y el calor a plomo. Igualmente nos comprometimos visitar el castillo y la catedral esa tarde. A las tres. De modo que nos sentamos en algún lugar para picotear  algo  y a las tres estábamos nuevamente frente al reloj astronómico para seguir introduciéndonos en la vida de la ciudad.

Así fue como cruzamos el río y tomamos el tranvía 22 para dirigirnos al castillo. Pasamos por los puentes levadizos (el famoso foso de los ciervos)y cruzamos los distintos patios hasta llegar a la catedral.


¡Oh! ¡Mein Gott! Que belleza es esa catedral que se te aparece de golpe una vez que transpusiste la puerta del patio numero no me acuerdo. Seguro que sería el tercero o el cuarto. Pero ¡qué belleza! Dedicada a San Vito y un par de santos. Es lo mas expresivo en cuanto arte gótico en Praga. El Dom significa muchas cosas, la independencia y libertad de la zona de Bohemia, justamente porque los antecedentes no son germanos sino más bien del gótico francés. Y es una catedral que sufre muchas interrupciones porque las influencias de los husitas (antecesores de la reforma protestante) tienen mucho que ver con la historia de Praga. Ellos (los husitas) saquean la catedral porque están en contra de toda la magnificencia. Al poco tiempo (por herejes?)  son derrotados y vuelve otra vez la monarquía a expresar su poder en lo religioso, su magnificencia en las construcciones y su autoritaristo sobre la gente. Qué de reflexiones nos dejan todas estas cosas. Parecen banalidades, pero no lo son.  Y a medida que te adentrás en la historia de los checos, los respetás aún mas. Han sufrido mucho. En historias, en traiciones, en holocaustos….




Es así como a través del palacio real y de la catedral se nos va metiendo la historia de Praga y de su república checa hasta que llegamos al callejón del oro, pequeña calle en la que trabajaron los orfebres y artesanos de la historia checa. Hoy  centro de comercialización de artesanías prolijas de vidrio, de cristal. Así como también otros productos como muñecos, marionetas y mil y un productos más. Es hermoso el paseo ya que las  casas, pintadas de distintos colores, forman un cuadro paisajístico ideal para la imaginación. Justamente en la casa nº 22 vivió Franz Kafka del que no es ni necesario hablar. Todos lo conocemos. Y en toda Praga se respira su existencia. Magia?


Y a partir de ese momento comenzamos a bajar. Escaleras interminables acompañadas por 36/38º de temperatura. Ni hablar de la sensación térmica en una ciudad húmeda como lo es Praga. Un par de gaseosas nos hidrataron momentáneamente. Pero veíamos que nos faltaba mucho para llegar al río y había que hacerlo caminando.


Desde el palacio comenzamos a ver una increíble panorámica de Praga. Vistosa, con sus techos de teja roja y sus grandes construcciones. Y la cuesta abajo seguía... Así, caminando despacio, llegamos a la Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias para visitar al Niño Jesús de Praga. Siempre tenemos un niño que necesita y esa era nuestra intención. Siempre hay una oración para hacerle a ese Niño….


Seguimos bajando por el barrio Malá Strana hasta llegar al pie del puente Carlos IV.  Pasamos por un paredón que si bien no tiene nada de histórico tiene mucho de significado. Es el muro de John Lennon. Así lo llaman.  Cuando muere en 1980 a la mañana siguiente aparece pintado con sus canciones. La policía o la realpolitik presuponiendo un brote de anarquismo o libertad, repinta el muro. Y así sucesivamente durante mucho tiempo hasta que dejaron de hacerlo. Solamente una parte no se repintó. Y era donde aparecía la palabra  “Laska”. Y ahí quedó como un testimonio de la rebeldía y de la constancia del pueblo.


Ya no teníamos ni fuerza para subir los cincuenta escalones que nos ponían en el nivel del puente. De modo que ante un pedido nuestro la visita terminó allí. Nos explicaron los últimos detalles  y regresamos por esa misma ribera hasta nuestro hotel. Los informes de la TV de esa noche registraban mas  40 º de sensación térmica. Llegar a nuestro hotel nos costó muchísimo. En un pequeño comercio compramos agua y algunas cerezas y esa fue nuestra cena. Pero nos quedaba la sensación increíble de haber caminado a Praga hasta lo último. Valió la pena.


Nos dormimos con la palabra del muro: ¡Laska! ¡Amor! ¡Qué genial!


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