Nuestra visita por Großweikesdorf nos separó por un día de
nuestras compañeras de ruta a las que encontramos esta mañana en el desayuno.
Coincidimos en salir a caminar sin apuro, pasear por los hermosos lugares que
hemos visto, hacer una visita guiada a la Opera e ir a almorzar a los jardines
del Stadpark. Y con esa decisión y, también, algo de cansancio que ya comenzaba a aparecer,
salimos a caminar.
Primero la Opera. Ingresamos por la entrada principal y ya en el
lobby tuvimos los primeros datos de su historia. En el Escenario y mirando a la
platea nos dijeron que durante la guerra fue esa parte la que se incendió
totalmente y que fueron reconstruidas las plateas y palcos y el nuevo
escenario. Casi 2500 espectadores pueden estar en la sala con sus asientos
asignados y sus tickets pagados. Caros, por supuesto. Pero también hay de
4 y de 3 euros. Los de cuatro, detrás de
la platea, apoyados sobre un caño y de pie. Y el de 3 eurosen el clásico paraíso (ya no se dice
“gallinero”). De todos no me imagino aguantar parado las cinco horas de Las
Walkirias que van a pasar esta noche. Miraré un rato por la pantalla gigante en
el lateral derecho. Las distintas salas, los decorados, los gobelinos y los
frescos pintados son magníficos. Aunque en la restauración no se han realizado
de la forma original sino con mucha economía. La historia de La flauta Mágica y
su personaje Papageno me quedaron grabados(será por el nombre del hotel?) y sus
grabados figuran en los pinturas de las salas de ensayo. Entre una de ellas
están las imágenes de los músicos más importantes que han pasado por ese lugar.
Hay uno que es el gran abandonado y ausente. Verdi que es reconocido muchos años después y
solo su firma aparece está en las veredas laterales de la Opera. Era muy
difícil para la Monarquía aceptar una ópera como el Nabucco , donde las rejas
impedían la libertad y ésta volaba como “pensiero
sull alli doratti” . Años después, cuando se democratizó la dirección del
teatro, Verdi ingresaró con todos los
honores. Pero no su rostro en la sala de los músicos. Es verdad. La Statdoper de Viena es uno de los teatros
más importantes y de mayor prestigio y tradición musical en el mundo.
Luego, seguimos por la Karlplatz para admirar la Karlskirche o Iglesia de San Carlos Borromeo,
que estando en misa no quisimos ingresar. Fuera un gran estanque de agua con un
hermoso parque. Dos cosas nos llamaron la atención. En primer lugar, la forma
de separar los caminos de los lugares con césped (para que no lo pisoteen
tanto) es poner una barrera de bancos de plaza. ¡Si!. Bancos de plaza. Y la
gente se sienta, toma sol, lee el diario o algunos trabajan con sus laptops
(seguro que hasta wifi tendrían). Y la segunda: son los dispenser públicos de
agua que existen en la calle como modo
de incentivar a consumir agua natural. Dicen que el agua de Viena viene (¡!!)
de los Alpes y que es tomable. Vimos que mucha gente lo hacía, de modo que
cargamos nuestras botellas de agua, tomamos del “chorrito” como se dice y
disfrutamos esa agua fresca….de la montaña en plena ciudad.
Justamente sobre la calle de los Anillos (Ringstraße) existen en la misma plaza
dos obras simétricas de Art Noueveau que forman parte de lo que se llama
el Otto Wagner Pavillon, obras que más
adelante fueron adaptadas como ingresos al Metro de Viena.
Sobre la misma avenida llegamos hasta la Stadplatz a visitar sus jardines, surcado por el río Wien. Este, comparando con el Danubio es una lágrima. El parque es de estilo inglés, con infinidad
de variedades de plantas y arreglos florales, matizados con fuentes, estanques,
estatuas, glorietas, lugares para caminar, descansar y comer. Un memorial
importante es la estatua de Johan Strauss
(hijo) y un ámbito musical se encuentra sobre uno de los laterales: el Kursalon donde se realizan festivales y
conciertos prácticamente durante todos los días del año. Y ahí en
el Stadpark nos quedamos a almorzar. Luego nos prometimos una pausa de siesta
porque realmente la temperatura era agobiante.
Si Viena es conocida como la capital del Vals, es justo que
así lo sea, ya que los músicos han encontrado en esta ciudad no sólo un lugar
de nacimiento sino también de desarrollo: Schubert, Strauss padre, Mozart y
muchos otros que no están en las listas de nuestros conocidos.
Lo mismo la ciencia humanística ha tenido entre sus hijos a
Freud, a K. Popper, a L. Wittgenstein. De Viena son también Niki Lauda, Fritz
Land, Fred Zinnemann. Y no vamos a comenzar la cita de los monarcas y familias
reales porque sería interminable. En 1918, luego de la guerra, Austria sufre
por un lado la desmembración de su territorio, Wien adquiere el título de
capital de la República naciente. Forma parte de la Comunidad Europea y de
Schengen y su moneda es el euro. Su calidad de vida, tal como aparece a los
ojos del turista es excelente. Está primera en la lista de calidad de vida, no
sólo por la limpieza, prolijidad y seguridad de la ciudad, sino también por el
gran espacio verde que contiene y por las grandes posibilidades que ofrece
tanto a la educación, a la cultura y al entretenimiento. El Centro histórico de
Wien está declarado como Patrimonio Histórico de la Humanidad.
Luego de las cinco de la tarde salimos de vuelta. Nos quedamos un
rato largo mirando por la pantalla gigante la representación de las Walkirias
en la Opera. Luego seguimos hasta el Dom, visitando las distintas casas de
souvenirs y mirando las vidrieras de las grandes casas comerciales (menos mal,
cerradas a esa hora). Luego, tomamos la
calle Graben donde se encuentran también las grandes marcas y las terrazas más
importantes (y abiertas un domingo por la tarde). Allí nos encontramos con la Pestsäule o la columna de la peste. Una de las obras escultóricas más importantes
de la ciudad. Fue el emperador Leopoldo I que prometió contruirla si él y la
ciudad sobrevivían a la peste. Pero él no huyó de la ciudad. Se quedó.
Rarísimo!!! En 1683 se la construye en madera. Es un triángulo con la santísima
trinidad. A lo largo del tiempo se la reconstruye y se le recrean objetos hasta
que desaparece la madera y emerge un conjunto escultórico barroco de alto vuelo
con partes de cobre dorado al fuego. No se puede uno no detenerse. No sólo nos
llamó la atención por su forma, por donde estaba colocada, sino también por el
trabajo y la belleza del conjunto.
Ya oscurecía. Nos quedamos en una terraza (Una Hofbräu) a tomar
una cerveza vienesa original. La última de Viena... Era la despedida. Con un
trozo de Apfelstrudell ya que el Sacher no cumplió nuestras expectativas. Luego
caminando despacito hacia el hotel nos fuimos con la última mirada del tejado
esmaltado de la catedral de Viena.
Auf wiedersehen, Wien…!
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