7/25/2013

Bitácora 2013. Día 24. Barcelona


A las cinco de la mañana de ayer nos esperaba la van que habíamos contratado por internet antes de salir de Argentina para sacarnos del hotel y llevarnos al Aeropuerto. Impresionante la cantidad de gente que a esa hora ya estaba a punto de viajar y muchos de ellos – como nosotros – a Barcelona. Si bien estaba lloviendo (nos llevábamos el sol a España) el viaje fue bueno y llegamos temprano a nuestro nuevo destino.

Barcelona estaba en nuestro itinerario por el síndrome del “ya que estáaaa”. De modo que. Aquí estamos. Por la tarde a eso de las tres de la tarde nos encontramos en nuestro primer punto de visita: la Sagrada familia.  Hicimos la cola correspondiente (larga) para sacar los tickets y entramos. 

Para nosotros era la cuarta vez que ingresábamos y siempre nos pareció que lo hacíamos por primera vez. Esta vez también. En el año 99  caminábamos sobre tablones en lo que es ahora la nave del templo, en la que casi no se puede caminar por la gran cantidad de personas que vienen a ver esta obra. La obra de un hombre con un gran sentido de lo trascendente y con una capacidad imaginativa para traducir lo trascendente en una obra material. Hay un punto en el templo que me hace pensar de este modo. Y es esa linterna dorada que permite ingresar la luz sobre el altar. Invita a pensar...




 Nos quedamos sentados en los bancos como otras personas, algunas que oraban, otras que observaban. Gaudi logró del templo esas dos miradas; la del monumento de un pueblo y la de la oración. Encontramos torres terminadas, nuevos locales, mejor disposición de lo educativo y mediático y una tienda del templo. Sigue siendo para nosotros una obra grandiosa. Y como todas las catedrales, arrancan con un estilo y a lo largo del tiempo se adaptan  a lo que viene y se van construyendo bajo otras formas. Según los actuales arquitectos es un modo de reinterpretar a Gaudi. Es muy probable que muchas de las cosas que se realicen ahora, el mismo Gaudi no tenía la menor idea. Fue un gran soñador y ahora otros le dan forma a su sueño. Como la sacristía que ahora está en marcha y que serán dos edificios muy grandes, equivalentes casi a torres de diez pisos. Según los arquitectos, serán los ensayos para las seis torres centrales que ya se están diseñando. Esta es una de los monumentos que no necesitan que toquemos algo para regresar. Volveremos igual, porque siempre hay una oracioncita que echarse por ahí.




Y esta mañana decidimos hacer una Barcelona en calma, tal como nos lo habíamos propuesto para todo el viaje. Antes de ingresar a la catedral  nos propusimos desayunar en La Taberna del Bisbe. Café con un par de croissants. Luego, entramos en la catedral. La poca cantidad de gente nos permitió observarla con detenimiento. Este es un templo que ha ido creciendo uno sobre otro. De una iglesia cristiana primitiva  a una románica, nuevas construcciones hasta llegar a la gótica desde el S. XII hasta el XV Será terminada mucho tiempo después. Dedicada a la Santa Cruz y a Santa Eulalia tiene un pequeño claustro fuera de la misma con toques góticos que es muy hermoso.




Y así caminando, casi con las manos en los bolsillos seguimos por el barrio gótico mirando y descubriendo cosas, buscando encontrar novedades hasta llegar al lugar donde nació Montserrat, en el Carré Avignó 30. Dejó de ser la antigua casona de varios pisos, abandonada para transformarse ahora en un hotel de varias estrellas, con puertas impecables y un frente totalmente remozado. Lamentamos el estado pobre de la escuela de Artes que siempre ha sido un punto referencial de nuestro paseo, aunque vimos muy bien el pequeño parque en los fondos de la vivienda, en la plazoleta llamada Orwell. Paso a pasa, por las callecitas  llegamos hasta el puerto y –como siempre- nos sentamos en el Maremagnun a observar el mar, los gaviotones que revoloteaban sobre algún velero que pedía entrada en la marina y a la gran cantidad de turistas que – como nosotros – que hacían su paseo por esos lugares.



La vuelta fue una caminata por las Ramblas,  con sus gentes, sus disparatadas estatuas mudas, algún grupo de indignados reclamando por el trabajo perdido y autocercados en su propio límite. Las terrazas ofreciendo la clásica paella para almorzar o para los desayunadores tardíos un plato de natilla. Los puestos de las flores y de los souvenirs. Y así pudimos llegar hasta el Mercat de La Boquería. 
La muchedumbre apelotonada en su entrada nos quitó las ganas de entrar. Lo hicimos a duras penas, pero ya sin el glamour que siempre había tenido ese lugar, encantador para los lugareños, exótico para los turistas los que caían como moscas en los primeros puestos donde le vendían jugos y caramelos multicolores. Salimos como pudimos buscando el aire y añorando nuestras visitas anteriores en las que simplemente acompañábamos a los vecinos a realizar sus compras de verduras, de pescado, de alubias y garbanzos, de boquerones y también de algunas yerberas multicolores para adornar la mesa tras los visillos de la ventana.



Por la noche tuvimos un encuentro familiar con otros primos hermanos de Montse: Maribel, acompañada de su esposo, Manolo, Rosamaría y Jordi y su esposa Maricarmen. Fue un momento familiar dulce y emotivo. Las historias se cruzaban como las conversaciones y los recuerdos de encuentros anteriores se pausaban con lo sucedido en los momentos en que no nos encontramos. Un par de excelentes  vinos elegidos por el dueño de casa enriquecieron los platos fríos preparados y el buen cava familiar hizo que brindis de despedida fuera cordial con muchos deseos de mutuo cuidado y promesas de volver a vernos. No sabíamos si en Barcelona o en Argentina. El tiempo lo dirá…. las ganas de encontrarnos están!



Con ese Cava de los Escudé iniciamos el regreso a nuestro piso  y a nuestro descanso. Ya era algo tarde y al día siguiente tendríamos que madrugar.

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