Temprano Josép Agustí y María Antonia nos vinieron a buscar
en su auto. Desde hacía tiempo teníamos programado este encontró. Cada vez que
vamos a Barcelona lo hacemos de este modo. Estamos juntos durante todo un día
paseando, charlando, almorzando juntos y disfrutando las sorpresas de viaje que
nos depara Josep. Estos amigos catalanes lo son desde el año 99 en que nos
conocimos viajando entre Venecia y Roma. Y nos hemos acostumbrado a este
formato de encuentro.
¿Cuál sería la sorpresa para este día? Esa fue la pregunta
inicial luego del saludo con fuertes abrazos. Desayunar en L´Arboc, pasar por
el Vendrell y almorzar en Tarragona para dedicar la tarde a esa ciudad. Y ahí
salimos con el programa aprobado. Las conversaciones cruzadas dentro del auto
hicieron que el tiempo pasara rápido ya que , cuando quisimos acordarnos,
ingresamos a L´Arboc. La idea de entrar en este pueblito era ver una réplica de
la Giralda y del Patio de los Leones de Granada. Las visitas suelen ser
programadas y de pocas personas. Nuestro intento era incorporarnos a estos
grupos. Ese día. ¡Sapo! Nada de visitas. Por lo que nos conformamos con el
desayuno y salir a conocer un poco la ciudad. Ubicado en la comarca del Bajo
Penedés este pueblo contabiliza algo así como 5000 habitantes, con una
tradición que viene desde los años 1000. Tiene varios edificios muy importantes
ya que en algún tiempo fue una ciudad condal. Uno de sus propietarios
originales fue el Conde Ramón Berenguer. Hay varias construcciones notables interesantes, como una
torre y un palacio construido en el S. XIX. En su historia figura el incendio y
la destrucción de la ciudad, defendida por sus heroicos paisanos que lucharon
contra el ejército de napoleón en su intrusión en España. Las reconstrucciones
forman parte del modernismo español del S. XX. Y una hermosa tradición con los Gigantes que sacan a pasear por sus calles en los días de festividades populares.
Saliendo de esta ciudad nos dirigimos al Vendrell. Montserrat
tenía un pequeño compromiso de ver una prima, con la que se conocían por el
Face pero no se habían visto personalmente. También de nombre Montserrat, ambas
se encontraron por primera vez. El diálogo cruzado y mezclado, con muchas ganas de detener el tiempo, mientras se intercambiaban
fotografías, recuerdos familiares y muchas preguntas. Todo muy mezclado como
debe ser, cuando son los afectos los que mandan. Luego de un exquisito café
comenzamos a despedirnos. Nos quedó la alegría de pasar un momento muy bonito y
siempre la promesa de volver a encontrarnos. Ojalá que así sea.
Paramos a almorzar en la Bota en la Ronda de Bora, un lugar familiar para Josep y Ma. Antonia.
Buenos pescados y una merluza con verduras grilladas para chuparse los dedos.
Con el café aún humeante salimos para Tarracó o Tarragona.
Antes de ingresar a la ciudad nos detuvimos en el Pont del
Diable a contemplar el antiguo acueducto romano. Una sorpresa visual de un
enorme puente que cruza la hondonada y lleva el agua de uno al otro lado. Silencio y soledad dos
palabras hermosas que marcan el contexto de este viejo testimonio de la
historia. POarecía que el tiempo estaba congelado. No era así. En un momento – no se sabe de donde, ya que no había micros
en el parador – aparecieron como de repente japoneses y/o coreanos y la magia
del silencio se disipó. De todos modos, El
Puente del Diablo quedó quieto en su lugar...
A los pocos minutos ya teníamos frente a nosotros la vista
panorámica del Mediterráneo, con su mar y su cielo azul y la gente disfrutando la
playa. Desde el gran mirador de Tarragona nos quedamos con la serenidad de esa
calurosa tarde. A un costado, el viejo circo romano, que los arqueólogos van desnudando de a poco. La historia (y tal vez
la gente que lo usó de fácil cantera) le fue derrumbando algunas partes y el
ferrocarril se encargó de las otras. Sólo
los amantes de la antigüedad están haciendo lo posible para reconstruir lo
perdido en la historia. El corte hecho por los trenes, difícil. De todos modos, le han dejado muchos
monumentos como para que la ciudad sea declarada patrimonio cultural de la
humanidad.
Para no caminar tanto nos tomamos el trencito turístico que
nos permitió hacer una panorámica, sin caminar. ¡Una ventaja! Pequeña, como capital de
provincia, tiene una población cercana a los 140.000 habitantes, con una
economía integrada entre el puerto de cargas, la pesca (el 30% de toda
Catalunya), la industria química (Repsol, Bayer, Basf) y la actividad de
servicios en la que progresivamente se va sumando el turismo.
Es una ciudad prolija, amable y con escala humana para andar por
sus calles, particularmente por esas callecitas angostas que nos llevaron hasta la Catedral. Dicen
que es una catedral gótica y es muy probable que asi sea, aunque me parece que
deben ser de las primeras donde no alcanzaban a distinguirse de las iglesias románicas: de gruesas
paredes, pesadas y ventanales pequeños.
De todos modos, debe haber una fuerte
influencia mora con sus arcos de medio
punto para llegar en algún momento al gótico. Casi para sintetizar se podría
hablar de un gotico catalán. La catedral es muy hermosa por dentro, no muy alta
(de ahí mi apreciación por el románico). Tiene naves laterales y la longitud
puede llegar a los cien metros. El crucero no es simétrico, probablemente
porque en uno de los laterales se encuentra un muy cuidado y prolijo claustro.
Muchas y hermosas capillas a sus costados. Su lectura puede revelar los nombres
de las familias que a lo largo del tiempo de la construcción de la catedral han
colaborado con ella, al igual que los nobles que habitaron en la comarca. En la
sacristía existe un museo donde se resguardan verdaderas reliquias, vasos
sagrados, báculos y anillos de los obispos y documentación sumamente valiosas.
Este contacto con el tiempo medieval me conmueve y gusta.- Pero también gusta esa mezcla
insertada en el mundo actual. Por eso, salir a la plaza de Tarracó (nombre
romano) o Tarragona daba gusto. Casi nos saludábamos con la gente, por la cordialidad
y el respeto. Por eso me pareció una ciudad amable y humana, como dije antes. La
mejor síntesis y con un grado de humor, lo refleje esa casa de varios pisos
donde la vida cotidiana está pintada en su frente.
Momentos más tarde circulábamos por la autopista hacia Barcelona
y a despedirnos de nuestros amigos hasta que – una vez más – se nos ocurra
encontrarnos con ellos en este formato especial: viajando juntos.
Moltes
gràcies i fins aviat, María Antonia y Josep!
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