Salimos temprano desde Hamburgo hacia a Berlín. La llegada a
esta ciudad resultó compleja. Muchas vueltas en el bus, esquivando cortes y
construcciones, cercas y carteles que te iban redirigiendo hacia algún lugar. Calles cerradas, plumas
incalculables, metros de cañerías de color azul de varias pulgadas (dicen para
extraer el agua subterránea), muchas máquinas y herramientas en todo el camino. Dicen que Berlín se reconstruye es forma
cotidiana. Esta es la idea que te ofrece la ciudad. Por fin llegamos hasta el
Alexanderplatz y a nuestro hotel. Inmenso como construcción, como pequeña resultó la
habitación ofrecida. En plena avenida Under
der Linden, el Park Inn al lado de la torre de la Televisión era
inconfundible para el caso de que nos sucediera lo de Hamburgo. Su fachada de
6800 paneles de vidrio se muestra imponente. Seguirá altivo o caerá bajo la
piqueta de la remodelación? Dicen que si…
Las mismas dificultades que encontrábamos para circular en el
bus las tuvimos cuando quisimos hacerlo zu
fuß (caminando). La propuesta de hacerlo hasta la Puerta de Brandeburgo no
dio resultados. Muchos obstáculos, mucha
gente, mucha distracción que te hace detener a cada rato y observar. De todos
modos, fuimos por la noche. En el Bus y con un guía. Pasamos por el barrio
Judío en plena ebullición, a pesar de ser sábado, aunque era el tercer día
consecutivo de sol en la ciudad.
Sólo caminar te permite saber que Berlín es tan cosmopolita
como New York, París o Londres. Uno tenía una imagen pequeña, no sé por qué,
pero no verdaderamente dimensionada a lo que es la ciudad. De ahí la sorpresa.
En ese barrio se mezclan sin piedad los bares, las terrazas y las tabernas con los ateliers más
importantes del arte de Berlín. Este barrio se creó en los albores del II
imperio con inmigrantes judíos del Este (Rusia, Polonia, Besarabia) y allí se
desarrollaron desde una pobreza inicial.
La segunda parte del paseo tiene que ver con la reunificación
de Alemania (noviembre del 90). Un proceso que arranca con la división de
Alemania luego de la guerra en cuatro partes, y con la partición que hace la
Unión Soviética creando su línea de separación. Y construye el muro para
impedir el paso del este hacia el oeste. La línea existe y todavía quedan
restos del muro. Pero si uno no sabría nada de eso, no se daría cuenta de cómo
fue dividida la ciudad. Mucho más aún desde que las autoridades de gobierno
recuperaron su Reichtag y las nuevas oficinas del gobierno en la zona
(Parlamento y Cancillería.
Berlín te habla desde cada esquina y siempre el mismo
mensaje: la guerra y el crimen de los nazis, el holocausto y la unificación de
las dos Alemanias. Estas cosas la saben los alemanes y ahora se orgullecen de
desarrollar otro estado, aún aquellas partes de economía cerrada, declinante y
exclusiva como era la del este. Los alemanes occidentales sufrieron la
división, por las diferencias, por el muro, por el desigual desarrollo. Y
también empujaron para que el muro se caiga. Hoy reconstruyen todos los
edificios que estaban en la avenida, verdaderos palacios y, por si fuera poco,
mientras reconstruyen arriba, por abajo, en el mundo subterráneo, están
construyendo una nueva línea del metro.
Es en el barrio del Postdam donde la ingeniería y el
desarrollo, acompañados de la planificación, donde se alcanzó el máximo
desarrollo y visión de lo que debería ser una ciudad integrada: tres grandes torres
construidas a nuevo, por concurso y con las condiciones de que un tercio de la
edificación fuera para vivienda, el otro tercio para oficinas y negocios y el último
tercio para entretenimientos (cines, locales comerciales, restaurantes y bares.
Ejemplo claro es el edificio del Sonny Center.
Mientras Berlín termina por reconstruirse, nosotros la
seguimos mañana.
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