1/24/2015

Bitácora de viaje. Chile. Día 3. Chiloé

El destino era Chiloé. Dejamos el hotel y nos dirigimos para cruzar el canal y llegar con el ferry hasta el Chacao. Una llovizna que deseábamos desapareciera nos acompaño durante el cruce, al igual que las gaviotas, los pelícanos y los lobos marinos acompañando el ritmo del transbordador. Cuando ingresamos en la isla, había dejado de llover y el sol apuntaba para vencer a las nubes. Los pincoyas, los traucos y todos los seres mitológicos se habían ido a dormir. Como todos los días cuando la verde naturaleza despertaba. Y entonces, aparecían los frazos fuertes, las espaldas curtidas por el tiempo y las miradas altivas y orgullosas de sentirse Chilotes.


Historia y paisaje se confunden. Una isla fue conquistada por los españoles en 1558 e incorporaron la misma a la corona luego de fundar la actual capital, Castro y la ciudad que comunica con el continente, el Chacao. Chiloé es el “lugar de gaviotas” y también el de los huillices, cuncos y chonos, pueblos originarios que vivían junto al mar, vestidos de pieles y tejidos de lana. El clima es propio. No nieva en el invierno y el verde es tan intenso  que no es posible encontrar una zona sin ese color, salvo sus límites orientales que dan hacia un mar interno, y los occidentales que dan directamente al Pacífico.


De todos modos, Ancud es la ciudad que se presenta como la que es capaz de defenderse. Cuando formaba parte de los españoles, lo hacía de los holandeses y de los marinos filibusteros que llegaban a la región. Cuando se produce la independencia de Chile es tomada por las tropas nacionales y los “ayacuchos” (españoles derrotados) deben volver a España.  La isla significaba el control y el puerto de lanzamiento para la conquista del sur, concretamente del estrecho de Magallanes (1843).
Chiloé es una isla muy particular. Como tal,  tiene todas las características de una comunidad cerrada, con su música, sus historias, sus bailes, su trabajo y su cocina. Un microclima muy particular genera las posibilidades de sobrevivir para cualquiera, la caza y la pesca, y la utilización de las algas sobre el pacífico han permitido que el pueblo chilote mantenga una identidad especial. Con su propia mitología, sus curanderos, sus estilos arquitectónicos de construir sus palafitos, verdaderas obras sobre el agua o sobre los canales. Las supersticiones están a la orden del día, aquellas que hacen el bien y también las que hacen el mal.




La isla es la continuación de la cordillera costera, siendo el canal un viejo ventisquero glacial que permite la entrada de grandes barcos por su profundidad. Los puertos estarán en el mar interior y no sobre el pacífico sobre el que solo hay rocas y playa sin profundidad. Y  el verde no es mas que la extensión de la selva valdiviana. Los pueblos originarios se transformaron en sedentarios y lograron sus praderas para producir cereales y pasturas y pequeños labriegos para la producción de hortalizas. Entre ellas, la papa. La fauna nativa son los zorros, algunos venados y ciervos pequeños. Y los caballos traídos por los españoles se fueron achicando hasta ser unos petizos de algo mas de un metro, el mampato. Y por supuesto, los lanares sobre los que realizan toda clase de artesanías con sus tejidos especiales. La lechería es también una de las actividades de la gente. El Chilote es de una compostura robusta de color tostado, fuerte y de amplias espaldas. Su exageración es el Trauco, un ser mitológico que ataca y persigue a las mujeres por la noche para desflorarlas. Sólo que ellas lo esperan y lo desean.


Almorzamos empanadas de “loco” y la clásica merluza austral con papas naturales. El lugar, una belleza junto al pacífico, es llamado la pingüinera de Puñihuil, donde pudimos observar la fauna  marinas con la posibilidad de pasear por unos islotes llenos de pingüinos. No fuimos.



Por la tarde regresamos para visitar Ancud , con su fortificación al frente de la bahía. Luego volvimos para tomar nuevamente el ferry. Otra vez la lluvia que nos acompañó hasta el hotel. Recorrimos la zona costera de Puerto Montt. Es eso un puerto de gran importancia y gravitación en el sur de Chile.


 Una población  numerosa y el ajetreo propio del puerto: no sólo cargas, sino marinas de yates, puerto de cruceros y lanchas pesqueras. Y por supuesto, no podía faltar el monumento a la nostalgia sesentista  de los argentinos, en las voces de “Los Iracundos”:


Sentado frente al mar, mil besos yo le di. Después le dije adiós. Todo termina aquí, 
y ella me dijo así, abrásame y verás que el mundo es de los dos. Salgamos a correr 
busquemos el ayer, que  yo te hice feliz. Puerto Montt. Puerto Montt”. 

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