El destino era Chiloé. Dejamos el hotel y nos dirigimos para
cruzar el canal y llegar con el ferry hasta el Chacao. Una llovizna que
deseábamos desapareciera nos acompaño durante el cruce, al igual que las
gaviotas, los pelícanos y los lobos marinos acompañando el ritmo del
transbordador. Cuando ingresamos en la isla, había dejado de llover y el sol
apuntaba para vencer a las nubes. Los pincoyas, los traucos y todos los seres
mitológicos se habían ido a dormir. Como todos los días cuando la verde
naturaleza despertaba. Y entonces, aparecían los frazos fuertes, las espaldas
curtidas por el tiempo y las miradas altivas y orgullosas de sentirse Chilotes.
Historia y paisaje se confunden. Una isla fue conquistada
por los españoles en 1558 e incorporaron la misma a la corona luego de fundar
la actual capital, Castro y la ciudad que comunica con el continente, el
Chacao. Chiloé es el “lugar de gaviotas” y también el de los huillices, cuncos
y chonos, pueblos originarios que vivían junto al mar, vestidos de pieles y
tejidos de lana. El clima es propio. No nieva en el invierno y el verde es tan
intenso que no es posible encontrar una
zona sin ese color, salvo sus límites orientales que dan hacia un mar interno,
y los occidentales que dan directamente al Pacífico.
De todos modos, Ancud es la ciudad que se presenta como la
que es capaz de defenderse. Cuando formaba parte de los españoles, lo hacía de
los holandeses y de los marinos filibusteros que llegaban a la región. Cuando
se produce la independencia de Chile es tomada por las tropas nacionales y los
“ayacuchos” (españoles derrotados) deben volver a España. La isla significaba el control y el puerto de
lanzamiento para la conquista del sur, concretamente del estrecho de Magallanes
(1843).
Chiloé es una isla muy particular. Como tal, tiene todas las características de una comunidad
cerrada, con su música, sus historias, sus bailes, su trabajo y su cocina. Un
microclima muy particular genera las posibilidades de sobrevivir para
cualquiera, la caza y la pesca, y la utilización de las algas sobre el pacífico
han permitido que el pueblo chilote mantenga una identidad especial. Con su
propia mitología, sus curanderos, sus estilos arquitectónicos de construir sus
palafitos, verdaderas obras sobre el agua o sobre los canales. Las
supersticiones están a la orden del día, aquellas que hacen el bien y también
las que hacen el mal.
La isla es la continuación de la cordillera costera, siendo
el canal un viejo ventisquero glacial que permite la entrada de grandes barcos
por su profundidad. Los puertos estarán en el mar interior y no sobre el pacífico
sobre el que solo hay rocas y playa sin profundidad. Y el verde no es mas que la extensión de la
selva valdiviana. Los pueblos originarios se transformaron en sedentarios y
lograron sus praderas para producir cereales y pasturas y pequeños labriegos
para la producción de hortalizas. Entre ellas, la papa. La fauna nativa son los
zorros, algunos venados y ciervos pequeños. Y los caballos traídos por los
españoles se fueron achicando hasta ser unos petizos de algo mas de un metro,
el mampato. Y por supuesto, los lanares sobre los que realizan toda clase de
artesanías con sus tejidos especiales. La lechería es también una de las
actividades de la gente. El Chilote es de una compostura robusta de color
tostado, fuerte y de amplias espaldas. Su exageración es el Trauco, un ser
mitológico que ataca y persigue a las mujeres por la noche para desflorarlas.
Sólo que ellas lo esperan y lo desean.
Almorzamos empanadas de “loco” y la clásica merluza austral con papas naturales. El lugar, una belleza junto al pacífico, es llamado la pingüinera de Puñihuil, donde pudimos observar la fauna marinas con la posibilidad de pasear por unos islotes llenos de pingüinos. No fuimos.
Por la tarde regresamos para visitar Ancud , con su
fortificación al frente de la bahía. Luego volvimos para tomar nuevamente el
ferry. Otra vez la lluvia que nos acompañó hasta el hotel. Recorrimos la zona
costera de Puerto Montt. Es eso un puerto de gran importancia y gravitación en
el sur de Chile.
Una población numerosa y el ajetreo propio del puerto: no sólo cargas, sino marinas de yates, puerto de cruceros y lanchas pesqueras. Y por supuesto, no podía faltar el monumento a la nostalgia sesentista de los argentinos, en las voces de “Los Iracundos”:
Una población numerosa y el ajetreo propio del puerto: no sólo cargas, sino marinas de yates, puerto de cruceros y lanchas pesqueras. Y por supuesto, no podía faltar el monumento a la nostalgia sesentista de los argentinos, en las voces de “Los Iracundos”:
“ Sentado frente al mar, mil
besos yo le di. Después le dije adiós. Todo termina aquí,
y ella me dijo así, abrásame y verás que el mundo es de los dos. Salgamos a correr
busquemos el ayer, que yo te hice feliz. Puerto Montt. Puerto Montt”.
y ella me dijo así, abrásame y verás que el mundo es de los dos. Salgamos a correr
busquemos el ayer, que yo te hice feliz. Puerto Montt. Puerto Montt”.
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