7/17/2016

Bitácora de viaje - Día 1.- Londres.


El aterrizaje fue en Gatwick, un aeropuerto grande, no lo sé si tan grande como el de Barajas, en el que hicimos una parada intermedia, pero sí, mucho más ordenado y pese al primer contacto con una lengua distinta el trato recibido por migraciones, información, etc. fue gentil, respetuoso y agradable. De ahí un transfer al hotel en la ciudad. A las 9 de la mañana el tránsito era infernal. Calculo que el chofer optó por un camino vecinal ya que anduvimos por una floresta durante casi más de treinta minutos. 
Agradable el viaje, lleno de verde, con sus casass y urbanizaciones ordenadas, se transformó en el primer contacto con la cosmopolita Londres. Más tarde, ubicados y almorzados iniciamos nuestro paseo por la ciudad. Primer objetivo: Westminster, su palacio, el Big Ben, el Támesis y la multitud de personas en la zona. Optamos por pasear en forma relajada por las orillas del Támesis donde nos encontramos con todos los órganos informativos preparados para el Brexit que tendría lugar el día siguiente. Todas las cámaras apuntando a la torre del reloj como para transformar esa imagen en un ícono (como si ya no lo fuera).




Eso del trato gentil, respetuoso y agradable tiene que ver con las palabritas mágicas a los que los argentinos (en casa) no nos acostumbramos: Please – Thank you  - sorry. En verdad, abre la puerta, ablanda al preguntado y la respuesta es como dije antes. Al punto de ser generosos en ayudarte al aprendizaje de la máquina expendedora de boletos o de indicarte cual es el próximo metro que debes tomar (ya que pasan como seis o siete de direcciones distintas por la misma vía), o marcarte con calma y tiempo el recorrido conveniente para llegar a donde deseas.


Siempre me han gustado las ciudades europeas con su río cruzándolas por el medio. Las vistas son imponentes y más todavía cuando son las primeras que uno tiene cuando llega a un lugar. Si bien uno las reconoce por haberlas visto innumerables veces en películas, en las olimpíadas, en los informes, la sensación del “aquí y el ahora” es fantástica. Ver la correntada, sentir el murmullo del pequeño oleaje y el reverbero de los débiles rayos del sol cuando éste se animaba a asomarse.





Cámaras, micrófonos, periodistas, entrevistados hacían el ambiente de lo que sucedería al día siguiente. Cada cual defiende su juego. Y las informaciones daban un “palo a palo” en el resultado aunque inclinando la balanza hacia el quedarse en la Unión Europea.
De todos modos, el tema era de discusión permanente, entre todos. Me daba la impresión que era como el fútbol. Todos directores técnicos. Todos entendedores de la política y cada cual lo veía desde su punto de vista particular, los jóvenes, los no tanto, las distintas partes del Reino Unido (4) tenían sus formas particulares de ver el problema.  Los europeos marcaban un punto, los ingleses otro. No quedaba más que esperar los resultados.















Si bien parecía que el tema estaba en las orillas del río,  sobre el puente del Támesis, una multitud increíble tenía sus pensamientos en otro lado, incluso aquellas que estaban paseando alrededor del Parlamento y de la Abadía de Westminster, o aquellos que hacían su fila para subir el London Eye, esa noria gigante que te propone una vista increíble de todo Londres. No hicimos la fila ni subimos, ya que lo nublado del día y la llovizna que comenzaba a aparecer, opacaría cualquier buena visión que te vendieran (y no era barato).  El Parlamento te cubre todo el espacio de la vista. El edificio es un ejemplo del estilo neogótico. Una de las características más notables del palacio es la torre del reloj, otra atracción turística que alberga la campana llamada Big Ben, que  suena cada quince minutos. Se escucha desde bastante lejos  y todo el mundo debe aprovechar ese momento para ajustar sus relojes. El edificio es muy grande, contiene más de mil habitaciones y albergan a las dos cámaras parlamentarias, la de los Lores y la de los Comunes. 



Por supuesto que hay innumerables pasillos, bibliotecas, bares hasta gimnasios. Sus dos torres magníficas cierran los límites. La torre Victoria y la Torre del Reloj. La Bandera del Reino Unido está siempre presente, salvo que sea remplazada por la de la Reina si ésta se encuentra presente en el Parlamento.

Hermosas vistas, muchas ilusiones de entrar y visitar largamente el parlamente como la abadía que se encuentra un poco más alejada del río.  Un café orgánico en un lugar que siempre buscaríamos a lo largo del viaje nos proporcionó calor y gusto. Pret a Manger sería uno de nuestros objetivos en otras ciudades. Una boccata bien hecha, frutas en potes y un café honorable a un buen precio parecía una solución para la media tarde. No dió la impresión que el cuidado por el medio ambiente en estas cosas de la gastronomía parecían funcionar.


El tiempo nos obligó a retirarnos y a descansar ya que al día siguiente comenzaríamos un largo camino por el Reino Unido e Irlanda que iremos desgranando en los próximos días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario