7/21/2016

Bitácora de viaje – Día 4. Edimburgo


Todo el día por delante. Llovizna como algo inevitable. Tomamos el tranvía frente al hotel luego de encontrarle la lógica a la máquina expendedora de tickets al aire libre que nos permitiría tener un pase free durante todo el día. De modo que en dirección al centro. Primero tomar unas fotografías desde el bajo hacia la altura del castillo (tapón volcánico que le dicen por no decir, punta de la sierra) y luego nos dirigimos (bus mediante, aprovechando combinaciones del pase) al Palacio de Verano de la Reina (Holyroodhouse). 


 Luego, comprar un paraguas porque no teníamos garantías de no mojarnos a lo largo del día. Pousland (todo por una libra) nos facilitó la cosa de tener un paraguas por $ 20 (de los nuestros). Abonada la entrada (cara) tenía como enganche una exposición de pinturas en la sala real de exposiciones de la escuela de Vermeer (pintura flamenca del 1600) que adoramos. De modo que nos mandamos. El palacio está en uso y salvo las habitaciones privadas de la reina, te lo muestran todo, con sus decoraciones, su arte, su colección interminable de pinturas, sus distintos estilos. 

El paseo lo hicimos con audio guía con lo que resultó de este modo mucho mas instructivo que Pay per view. Una maravilla de construcción arquitectónica. La reina suele venir a este castillo, hacer la ceremonia de recepción y mandarse a mudar hacia el norte de Escocia a su propia casa de verano que es el Castillo de Balmoral. Ese lo no vimos. De todos modos el Palacio de Holyroodhouse es una muestra de tapices, de cuadros de todas las descendencias monárquicas, de estilos, de habitaciones totalmente vestidas con sus estructuras originales. 







La Great Gallery muestra innumerables (casi cien) retratos de la monarquía inglesa de verdadero valor pictórico y testimonial. Este palacio fue construido sobre una vieja abadía, cuyos restos aparecen en alguna esquina, al igual que las paredes y frentes totalmente derruidos de su capilla.







Terminamos nuestro paseo por la capilla destruida al fondo y paseando por los parques reales (sólo por las vereditas). En esta semana no estuvo la reina. Lo estaría con posteridad a nuestra visita y todo se cierra al público. La veneración de la reina por los escoceses es ancestral, como en Inglaterra. Podrán tener intenciones independentistas, pero la reina es the Queen.

Pasamos luego a la Galería de Arte para ver a los alumnos de Vermeer. Un verdadero lujo para quienes gustamos de su arte. Incluso pudimos ver algunos originales de Vermeer (ustedes lo recordarán por “La joven de la perla” o “el Astrónomo”. Esa mezcla de fotografía y pintura en los orígenes del renacimiento flamenco de 1600 todavía resulta incomprensible. La misma luz que proviene de una ventana a la izquierda y alumbra todo el espacio, en el que se pueden encontrar objetos desparramados en el cuadro, características principales de esta escuela.


Antes de proseguir nos mandamos un “almuerzo real” en la cafetería del palacio. Real por el precio, pero la comida relativamente buena. Ya desde ahora en adelante insistiremos en que los ingleses no saben comer. Por lo menos como lo hacemos los argentinos o la versión ancestral nuestra que suelen ser los italianos y los españoles. Estos sí que saben…




A la salida y cruzando la calle decidimos conocer el Parlamento escocés. Teníamos poco tiempo de modo que decidimos optar por conocer la sala de sesiones. Previo paso por seguridad, llegamos y nos encontramos con una estructura moderna. 




No analizamos aquí lo que se discute. Sólo que el brexit parece que les está danto una puntapié (por no decir una patada en el ..) para insistir con la idea de la independencia que hace poco tiempos se referendó y perdieron por pocos puntos. Sigue en pie.







Subimos por la Milla Real hasta llegar al Old Town con la idea de conocer el museo Nacional de Escocia. Entramos. Gratis. Y la organización y belleza a información con que nos encontramos era estupenda.




Posteriormente ingresamos en un Cóllege de la ciudad. Siempre y con nuestro tradicional modo de hacerlo “…hasta donde te dejen” nos mandamos. Llegamos solo al patio pero nos pareció una verdadera joya arquitectónica. Construído en 1846 debe ser un reciclado especial dentro del Old Town. Resultó ser el Trinity Cóllege de Edimburgo. Y no se pudo pasar más porque también estaban en fecha de graduaciones.




De ahí, utilizando nuestros pases de todo un día, nos dirigimos hacia el New Town, el barrio de las tres calles que concentra la actividad económica de la ciudad, bancos, comercios, viviendas, algunas plazas. El barrio es de construcción neoclásica, muy sencillo con grandes monumentos en sus puntas (Waterloo Place y Wester End) y ligados entre si por las calles, Princes Street, Queen Street y George Street. 





En un momento debimos parar. El cansancio de las piernas se hacía notar. De modo que buscamos el Pret a Manger para comer algo de fruta y algún café. Todavía no le encontramos la vuelta al tamaño de los café. Con algunos te podes ahogar, con otros no te alcanza ni para el saboreo.


En el transcurso del viaje encontraremos el medio. Luego de caminar, mirar tiendas, utilizar la tarjeta en alguna de ellas, localizamos el tranvía para volver al hotel. El wifi del tranvía nos permitía anticipar los mensajes por Wapp a la familia ya que era una hora adecuada. Llegamos a la tardecita al hotel. Pasamos por un minimarket y nos compramos algo para picotear y alguna cervecita fresca para terminar el día. Fue el aperitivo. Las ganas de una cena nos llevaron a comer una pizza en el hotel con un vino blanco que no estuvo tan mal, pero extrañamos a nuestros vinos argentinos.









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