Todo el día por delante. Llovizna
como algo inevitable. Tomamos el tranvía frente al hotel luego de encontrarle
la lógica a la máquina expendedora de tickets al aire libre que nos permitiría
tener un pase free durante todo el día. De modo que en dirección al centro.
Primero tomar unas fotografías desde el bajo hacia la altura del castillo
(tapón volcánico que le dicen por no decir, punta de la sierra) y luego nos
dirigimos (bus mediante, aprovechando combinaciones del pase) al Palacio de
Verano de la Reina (Holyroodhouse).
Luego, comprar un paraguas porque no teníamos
garantías de no mojarnos a lo largo del día. Pousland (todo por una libra) nos
facilitó la cosa de tener un paraguas por $ 20 (de los nuestros). Abonada la
entrada (cara) tenía como enganche una exposición de pinturas en la sala real
de exposiciones de la escuela de Vermeer (pintura flamenca del 1600) que
adoramos. De modo que nos mandamos. El palacio está en uso y salvo las
habitaciones privadas de la reina, te lo muestran todo, con sus decoraciones,
su arte, su colección interminable de pinturas, sus distintos estilos.
El paseo lo hicimos con audio guía con lo que resultó de este modo mucho
mas instructivo que Pay per view. Una maravilla de construcción arquitectónica.
La reina suele venir a este castillo, hacer la ceremonia de recepción y
mandarse a mudar hacia el norte de Escocia a su propia casa de verano que es el
Castillo de Balmoral. Ese lo no vimos. De todos modos el Palacio de
Holyroodhouse es una muestra de tapices, de cuadros de todas las descendencias
monárquicas, de estilos, de habitaciones totalmente vestidas con sus
estructuras originales.
La Great Gallery muestra innumerables (casi cien)
retratos de la monarquía inglesa de verdadero valor pictórico y testimonial.
Este palacio fue construido sobre una vieja abadía, cuyos restos aparecen en
alguna esquina, al igual que las paredes y frentes totalmente derruidos de su
capilla.
Terminamos nuestro paseo por la capilla destruida al fondo y paseando
por los parques reales (sólo por las vereditas). En esta semana no estuvo la
reina. Lo estaría con posteridad a nuestra visita y todo se cierra al público.
La veneración de la reina por los escoceses es ancestral, como en Inglaterra.
Podrán tener intenciones independentistas, pero la reina es the Queen.
Pasamos luego a la Galería de Arte para ver a los alumnos de Vermeer. Un
verdadero lujo para quienes gustamos de su arte. Incluso pudimos ver algunos
originales de Vermeer (ustedes lo recordarán por “La joven de la perla” o “el
Astrónomo”. Esa mezcla de fotografía y pintura en los orígenes del renacimiento
flamenco de 1600 todavía resulta incomprensible. La misma luz que proviene de
una ventana a la izquierda y alumbra todo el espacio, en el que se pueden
encontrar objetos desparramados en el cuadro, características principales de
esta escuela.
Antes de proseguir nos mandamos un “almuerzo real” en la cafetería del
palacio. Real por el precio, pero la comida relativamente buena. Ya desde ahora
en adelante insistiremos en que los ingleses no saben comer. Por lo menos como
lo hacemos los argentinos o la versión ancestral nuestra que suelen ser los
italianos y los españoles. Estos sí que saben…
Posteriormente ingresamos en un
Cóllege de la ciudad. Siempre y con nuestro tradicional modo de hacerlo “…hasta
donde te dejen” nos mandamos. Llegamos solo al patio pero nos pareció una
verdadera joya arquitectónica. Construído en 1846 debe ser un reciclado especial
dentro del Old Town. Resultó ser el Trinity Cóllege de Edimburgo. Y no se pudo
pasar más porque también estaban en fecha de graduaciones.
De ahí, utilizando nuestros pases
de todo un día, nos dirigimos hacia el New Town, el barrio de las tres calles que
concentra la actividad económica de la ciudad, bancos, comercios, viviendas,
algunas plazas. El barrio es de construcción neoclásica, muy sencillo con
grandes monumentos en sus puntas (Waterloo Place y Wester End) y ligados entre
si por las calles, Princes Street, Queen Street y George Street.
En el transcurso del viaje encontraremos el medio. Luego de
caminar, mirar tiendas, utilizar la tarjeta en alguna de ellas, localizamos el
tranvía para volver al hotel. El wifi del tranvía nos permitía anticipar los
mensajes por Wapp a la familia ya que era una hora adecuada. Llegamos a la
tardecita al hotel. Pasamos por un minimarket y nos compramos algo para
picotear y alguna cervecita fresca para terminar el día. Fue el aperitivo. Las
ganas de una cena nos llevaron a comer una pizza en el hotel con un vino blanco
que no estuvo tan mal, pero extrañamos a nuestros vinos argentinos.
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