Aunque uno no lo desea todo en
algún momento se acaba. Desde el primer día uno va palpitando el final que
resulta de un viaje: volver. Uno viaja para volver. A lo cotidiano, a la que
hacemos todos los días, seguramente con mejores “pilas” y con una nueva
perspectiva que es el “bonus” que te regala el hecho de viajar.
Como los
antiguos griegos, nosotros deseamos que la realidad “nos asombre” ya sea con su paisaje, con su historia, con su gente,
con sus cosas especiales y diferentes a las nuestras. Y en eso radica la bondad
de un viaje. Saber separarse de lo propio pero no tanto. Saber apreciar lo que
se nos ofrece pero sin subestimar lo propio. Saber distinguir lo diferente y
aceptarlo como tal.
De ahí que la vuelta por el Reino
Unido y por Irlanda haya sido una experiencia interesante, con muchos paisajes,
novedades, modernidad e historia. De la que nos gusta.
El viaje tuvo que ver con amigos
que logramos hacer durante el recorrido, con amigos que visitamos porque fuimos
capaces de hacernos amigos en viajes anteriores. Tiene que ver con los afectos,
de ahí que Catalunya sea un punto importante a visitar en cada uno de nuestros
viajes. Viven allí primos hermanos de Montserrat a quienes visitamos y
disfrutamos aunque sea en pequeños momentos. Todos esos tiempos son válidos y
por supuesto, inalterables.
Y nuestra despedida de esta
bitácora que fuimos elaborando a nuestra vuelta tiene que ver con los deseos de
compartir esa mini experiencia personal que resulta andar paseando… Gracias a
todos por el acompañamiento.
Escribir la bitácora hace bien porque permite
recuperar datos, ordenarlos, al mismo tiempo que ordenar las casi 1800
fotografías tomadas durante los días del viaje.
Post viaje - Laboratorio de la Bitácora de HAW |
Significa dudar y recuperar
información, rever la folletería y los mapas que constituyen el 90 % de la
papelería traída (gramos que pesan en
las maletas que puede jugar en contra al momento del check in).
Y nuestra despedida, fue como
siempre. En Barcelona. Concretamente en la Barceloneta, en esos lugares en que
Montserrat paseaba con su abuelo y sus padres antes de viajar hacia Argentina.
Esos
recuerdos se viven de pasear en el tranvía y pasar el día en los merenderos rebrotan emociones. De modo que lo que hicimos
fue un paseo por la playa, sentarse a la sombra y mirar y dejar que la vista y
el pensamiento fluyan en silencio y a lo lejos… Y luego un buen almuerzo de
pescados y mariscos en uno de los restaurantes del lugar.
Después de eso, el taxi, las
maletas, el check in, las esperas, el interminable ronroneo del avión que no te
permite dormir. Y llegar a casa y encender la calefacción. Y comenzar de nuevo nuestra vida cotidiana…
¡Hasta la próxima!
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