10/26/2017

Bitácora de viaje. Día 5. Hacia Montreal

El camino hacia Montreal sería largo de modo que nos acomodamos como para ir leyendo un buen libro. Volví a tener entre mis manos por enésima vez a los Cien Años de Soledad y por supuesto, cada vez cosas nuevas e impredecibles. Pero no mucho la lectura. El paisaje alrededor te llenaba los ojos. Comenzaron a aparecer mas bosques y la cadena d elos Apalaches.

Muchos riachos cruzando la autopista y lagos en los valles entre los cerros. Preanuncian las grandes masas de agua que forman parte de la frontera de los dos paises junto con el Río San Lorenzo. La frontera con Canadá se viene preanunciando de varias maneras. Una es la profusión de marple o arce rojo que nos llenará los ojos, precisamente por sus colores cambiantes de verde a rojo y hojas amarronadas antes de caer en el otoño. Marple es la hoja que figura que la bandera de Canada. Pero también hay muchas especies de árboles y de bosques que llenan los costados de la ruta y las puntas de los cerros.

Una primer parada la tuvimos en Woodstock, en el estado de Vermont. Gran desilusión porque no es el que nos llamó la atención en la década del 60 con su famoso festival hippy. Muchísimas ciudades llevan el mismo nombre y es necesario acotar su estado. Es como Springfiel. Ya pasamos dos y en ninguna vimos a los Simpson.


Woodstock es un hermoso pueblo de la región de la Nueva Inglaterra, silencioso, encantador, con su puente estilos Madison que vimos en aquella película. Con no mas de 3000 habitantes da ganas de quedarse. Un andar lento, poco ruidoso, a pesar de los camiones cargados de troncos que pasan por su calle-ruta principal. A Ambos lados las casas residenciales y en una punta un supermercado. Tiendas de ropas y souvenirs y mucho verde. 
Sus casitas de estilo georgiano, permiten que durante horas sus habitantes descansen en sus mecedoras bajo el pórtico de sus casas junto a sus barandas de madera. Elevadas por varios escalones, saben que si no lo hacen asi, no tendrán forma de limpiar la nieve en el invierno. Las flores y los magníficos arreglos florales del verano que quedan, fueron para deleite nuestro ya que muchas de ellas serían retiradas en los próximos días y llevadas al invernadero para que “aguanten” los frios y las fuertes nevadas del invierno.


Un percance en el bus nos demoró un par de horas más que significaron un tiempo adicional de descanso y disfrute bajo un cielo azul y caluroso de este pueblito elegible para el descanso.




Luego del almuerzo o picoteo seguimos a tomar el postre en la Fábrica de helas Ben and Jerry donde vimos su elaboración y degustamos algunos de ellos. Me gustó el título de su presentación “capitalismo filantrópico”, algo así como lo que hemos escuchado muchas veces por aquí: “el capitalismo que se derrama”.
 Bueno, parece que allí funciona. Se inició como un negocio familiar artesana, lo siguió siendo hasta muchos años con muchas ventas en USA y creo que ahora depende de una de las cadenas más importantes de alimentos. De todos modos nos parece que siguen siendo más ricos nuestros helados de Tibet en el barrio y de Il Capo.






El cruce de la frontera implicó cambiar dinero norteamericano por canadiense. Hermosos billetes y muy nuevos, signo de que utilizaríamos en forma constante la tarjeta, hasta para un café. El trámite fue simple y sin observaciones para el grupo de gente que viajábamos juntos y de ahí en más llegar a Montreal. Ya de noche no nos quedó mucho tiempo para nada. Solo ubicarnos y esperar para conocer la ciudad al día siguiente. Por nuestra cuenta iniciamos la búsqueda de agua que es lo que consumimos en el viaje y llegamos hasta el Shopping  Des Jardins donde hicimos la compra y disfrutamos del juego de las aguas, con su música y sus luces en el hall central.
Luego a descansar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario