11/26/2017

Bitácora de viaje. Día 13. CHICAGO

El largo enlace hacia chicago nos fue mostrando las grandes extensiones de cultivos, los polos industriales al lado del camino, casi temáticos ya que las empresas fabriles se sucedían unas a otras en mismos temas como por ejemplo, casas rodantes y acoplados, buses, grandes productoras de maderas para el prefabricado de casas, ajustándose a los paisajes de arroyuelos y afluentes de los lagos Eire y Míchigan al que nos íbamos acercando. Lagos tan inmensos como mares.

La llegada por la tarde a la ciudad de Chicago nos llenaba de emoción. Los miles de kilómetros recorridos casi como un plus de nuestro tour para llegar a esta ciudad merecía un premio especial. Visitamos, como de pasada un clásico, para entender a la ciudad. El cuerpo de Bomberos que actuó como pudo en los grandes incendios de 1871 donde prácticamente mas de 6 km cuadrados de ciudad quedaron totalmente destruidos.


Era una ciudad que crecía muy rápido. En aquella época con más de 300.000 habitantes y construcciones de madera, incluso hacia lo alto llegando algunas a tener más de seis pisos. Todo se quemó a partir de una lámpara encendida de una familia que aún hoy está negando su responsabilidad. Más allá de los desastres del fuego siempre queda la crisis de los despojos, saqueos y robos. No fue casual esta parada. Desde el tema del incendio deviene  el origen de dos cosas. El surgimiento de los Bomberos de Chicago (Chicago Fire Department)  y un proceso de gran reconstrucción de la ciudad. 


Leyes nuevas para la construcción con autorización de materiales durables, como ladrillo, piedra, caliza y mármol. Pero también dejó la oportunidad para muchos arquitectos jóvenes que emprendieron con imaginación, buen gusto y estética una nueva forma de construcción, rápida y liviana, de hierro y cristal dando origen a los rascacielos. Allí comenzó a actuar la Escuela de Chicago. La expo mundial realizada en 1893 dio el despegue definitivo a la ciudad, sin olvidarnos lo que dijimos en el dia anterior sobre esa conjunción de hierro, acero, petróleo, construcciones y finanzas que generó una década de alta evolución en el norte de Estados Unidos.


A medida que uno va ingresando a la ciudad se encuentra con una ciudad moderna, de alturas distintas, modelos de edificio con estéticas totalmente diferentes que van ocupando todos los espacios posibles, no sólo aquellos vinculados a las orillas del río sino también en todo el frente de las orillas del lago Míchigan.



Una nueva parada la realizamos en el Parque Millenium. Es uno de los lugares que uno no se puede perder en esta ciudad. Paisajismo, arte, diseño, imaginación, tecnología es como para transformarse en una síntesis de la ciudad.
No se puede dejar de asombrarse ante esa estructura que muchos la llaman el frijol o el poroto, pero que en realidad es un globo muy grande realizado en acero inoxidable totalmente bruñido que hace de espejo gigante ante la persona que se acerca o los grandes rascacielos que se ven al fondo. No es cuestión sólo de mirar. Es encontrarse en ese espejo, sacarle-se fotos y descubrirse en la fotografía, Ponerse debajo y mirar como si fuera un torbellino al infinito la increíble reproducción de los espejos. Cloud Gate su autor, ha mostrado su capacidad imaginativa y de diseño al máximo. Desde cualquier lado que uno se acerque a la esta estructura la verá de un modo distinto.


A pocos metros, la fuente Crown Fountain es otro de los tesoros del parque y tiene una característica única: las dos torres de vidrio de 15 metros proyectan fotografías de los habitantes de Chicago (más de 15.000) y parece como si el agua de la fuente saliera de sus bocas. Es normal caminar sobre el lago que separa ambas columnas que no tiene una profundidad mayor a los dos centímetros con lo que el chapoteo es también una forma de interactuación con el arte expresado.


La caminata iniciada en este punto siguió hacia el río y con la idea de embarcarnos por la tardecita para hacer un recorrido de la ciudad desde el río y por todo el frente del lago.
La caminata nos llevó por el tren aéreo, el hotel , las calles anchas por las que mirar hacia arriba y descubrir los encantos de una ciudad hiper moderna, con un cosmopolitismo increíble donde distintas etnias nos confundimos sin saber si somos lugareños, paseantes, turistas, ocasionales visitantes hombres de negocios o un sinfín de posibilidades de mundo caminando.


Llegamos al embarcadero cuando era de tardecita. Todavía el sol nos permitía ver los reflejos en las paredes de cristal simultáneamente cuando se encendían las luminarias de la ciudad y de los edificios.  El río chicago también es un misterio. Siempre sus aguas descargaron sobre el lago. En un momento determinado, se cambió el curso del agua con distintas obras de ingeniería y luego de más de 250 km el río afluye sobre el Misissipi. Alrededor de sus orillas miles de rascacielos muestran sus esbeltas siluetas. 

Los hay de residencia, de oficinas, incluso de estacionamiento de autos. Carteles luminosos de las multinacionales importantes así como un gran cartel que sale en todas las fotografías como es el nombre de Trump en su propia torre (lo hace siempre y en todos lugares).

 Las luces multicolores nos mostraban una silueta de esfuerzo humano y creatividad sin fin.

Ida y vuelta por los recodos del rio nos fuimos asombrando frente a cada descubrimiento. Al final llegamos a la exclusa que nos permitiría pasar del río al lago, junto al Navy Pier. Luego de un operativo que no duró más de treinta minutos estábamos navegando por el Lago Michigan observando todo el frente costero de la ciudad. Ciudad que nos dejaría asombrados y que no alcanzaríamos a ver al día siguiente.

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