No
se podía abandonar Indianápolis sin pasar a saludar a las glorias del
automovilismo que hicieron historia en el Ovalo de la ciudad. De ahí al Indianápolis Motor Spedway Musem era un
paso. No tuvo desperdicio. Mirar las gradas y las pistas e imaginar lo que
muchas veces hemos visto por televisión o en películas. Una multitud vivando
sus marcas favoritas que no son muy distintas que las nuestras y de nuestro
particular TC. Ford y Chevrolet no son las únicas, pero si las más importantes,
Porche, Camaro, Coyote y las glorias que pasaron por ese lugar te muestra un
poco de la emoción por los “fierros” que todos tenemos. Todos los autos
posibles, de las mejores carreras, un mundo de fierro y velocidad.
El museo es
una verdadera colección de autos, información, murales, fotografías, recortes
de diarios como para entusiasmarse un par. Sólo que nos quedaba por delante un
buen camino.
Al
llegar a Daytona hicimos una parada en el Air Force Museum para que nos
mostraran (por si no estábamos convencidos aún) el gran poderío militar de
Estados Unidos desde los principios de la aviación hasta el momento, incluyendo
todos los aviones, todas las historias, desde el On Air forc2 de Kennedy hasta
la Capsula Apolo bastante quemadita, por cierto, por su entrada en la
atmósfera. Interesante. El espacio a ver es inmenso y resulta a esta altura del
viaje, cansador.
Asi
siguiendo camino y pasando por Pittsburg nos alejamos de la ruta para conocer
un punto histórico del país que no deja de resultar importante. Es Harpest
Ferry, un lugarcito perdido en la historia y congelado en el tiempo, a los
pies de los Apalaches.
“En la noche del 16 de octubre de 1859, John
Brown, un abolicionista acérrimo, y un grupo de sus partidarios abandonaron el
escondite de su granja camino a Harpers Ferry.
Al descender sobre la ciudad en las primeras horas del 17 de octubre, Brown y
sus hombres capturaron a ciudadanos prominentes y se apoderaron de la armería y
el arsenal federal. Brown tenía esperanzas de que la población esclava local se
uniría al ataque y con el éxito del ataque se suministrarían armas a los
esclavos y luchadores por la libertad en todo el país; esto no iba a ser.
Primero detenido por la milicia local a última hora de la mañana del día 17,
Brown se refugió en el arsenal. Sin embargo, este santuario de la tormenta de
fuego no duró mucho, cuando a última hora de la tarde llegaron soldados estadounidenses
bajo el mando del coronel Robert E. Lee y asaltaron la casa de máquinas,
matando a muchos de los atacantes y capturando a Brown. Brown fue llevado
rápidamente a juicio y acusado de traición contra el estado de Virginia, asesinato
e insurrección de esclavos”
En
este lugar se produce el inicio de la guerra civil o de secesión en Estados
Unidos. Se lo recuerda y se lo visita muy seguido. El paisaje de este pueblito
perdido corresponde a los Montes Apalaches donde el norteamericano medio hace
sus travesías de montaña. El ferrocarril, los puentes y la confluencia de dos
ríos importantes (Potomac y Shenandoah) hace del lugar
un verdadero encanto. Y con el toque histórico, ni les cuento. Una forma muy
particular de “ingresar” en el pasado. Almorzamos en una posada griega. No creo
que la población de este lugar exceda los 300 habitantes.
En USA no saben comer.
No
hace falta hablar de Washington. Todos la conocen. Es la Capital de Usa y casi
del mundo entero. Como ciudad es muy bonita y vale la pena cualquier recorrido
que se haga.
Nosotros
hicimos por la noche el recorrido de cuatro memoriales. Los norteamericanos
tienen pasión por los memoriales. Son grandes monumentos que ocupan muchos
metros cuadrados e intentan mostrar a propios y extraños sus propias historias.
Normalmente tienen que ver con las guerras en las que han participado y en las
que han muerto muchísimas personas. Esos memoriales son casi un cementerio y
vale la recordar esto porque concocerlos es mirar desde el punto de vista del
país que estamos visitando. Y se lo hace con altísimo respeto.
El
primero que recorrimos es el de la segunda guerra mundial. Del Pacífico al
Atlántico y donde se recuerda a todos los países intervinientes. Tiene la
mirada del vencedor y de eso se trata en estos casos. La propia mirada podrá
encontrar otros y diferentes motivos para tener una claridad objetiva de lo que
se visita. Si se puede. Como monumento es imponente y su interpretación no es
por si misma sino a través de un guía que te permite interpretar los momentos.
Al igual que el Memorial de Franklin Delano Roosvelt. Ocupa miles de metros
cuadrados y cada escena es una reproducción de los principales momentos de su
vida y de su presidencia, es decir, de sus decisiones. Con críticas o no, al
Presidente de USA, actual o anteriores se los respeta muchísimo.
El
siguiente memorial era el del Pastor Martin Luther King. Hermoso y bello en su
presentación estética. Pareciera que un muro de granito blanco con el cuerpo
del Pastor sale de la montaña para hablarnos. Al sueño americano de tener un
gran país, de hacerlo con el esfuerzo de todos (self made mann) Martin Luther
King quiso avanzar y proponer otro paradigma: el de la igualdad. Por eso su
histórico discurso comienza con “…yo
tengo un sueño”. El también tenía el
sueño americano. Su muerte fue la semilla y el sueño crece. En algún momento
tendremos un presidente que sea afroamericano, es decir, descendiente de los
antiguos esclavos negros de Estados Unidos.
El
último memorial que recorrimos fue el del Pentágono. Nos salimos de Washington
para entrar en el estado de Virginia y nos acercamos hasta casi 100 metros del
Pentágono. El memorial recuerda la muerte de las 184 personas, tanto del avión
como del edificio, en aquel fatídico 11 de septiembre. Este memorial consta de
184 bancas, cada una dedicada a una víctima. Estas están alineadas con la
trayectoria del vuelo 77 cuando se estrelló contra el Pentágono. Además, estas
bancas de acero en volado se orientan hacia el Pentágono o hacia el exterior,
dependiendo si corresponde a la de un pasajero o alguien que estaba dentro del
edificio. Bajo la parte que vuela de cada una de estas bancas, hay una pequeña
fuente de agua que se ilumina se ilumina de noche, creando el efecto que ven en
las fotos nocturnas. El proyecto incluye también árboles caducos (Acer griseum) que irán
cambiando de color durante el año. Su construcción sintetiza la tierra y el
fuego, el aire y el agua, con una plástica de luces y agua circulando en todo
el tiempo. Como propuesta estética es de lo mejor. Visitarlo de noche te
produce escalofríos por la simpleza y a la vez, por la dureza de la memoria que
los recuerda. Realmente un homenaje interesante.
Para no perdérselo si uno anda
por ahí.
Era
muy tarde cuando regresamos al hotel para descansar.
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