Desde temprano nos dirigimos al Centro para sentir
el valor de una capital frenética de día. Ya a las 9 de la mañana el ritmo era
infernal. Miles de autos confluyen hace el centro administrativo y los autos
desaparecen como si se los tragara la tierra (eso es lo que sucede con los
miles de lugares subterráneos para estacionamiento. Sobre los parques y las calles circundantes al eje histórico
sólo en los lugares de aparcamiento por minutos para los buses de turistas y grupos
de funcionarios o manifestantes que pueden hacerlo con total libertad frente a
la Casa Blanca.
El
recorrido siempre comienza con los memoriales. Antes de ir al Museo de Lincoln
pasamos por el memorial de Vietnan que resulta un tajo (una herida) en la
tierra. Una guerra en la que el ciudadano de a pie no quería participar pero
sus autoridades lo hicieron y obligaron a todos los jóvenes a anotarse en las
files militares.
Aparecieron movimientos pacifistas y aquel fuerte movimiento
de Woodstock que marcó el comienzo del hippismo por un lado pero por otro, la
firme voluntad de los jóvenes de no ir a la guerra.
Años
antes ya estados Unidos se había embarcado en otra guerra que aún no ha
terminado que es la Guerra de Corea. Aquella etapa terminó con el paralelo
divisorio entre las del Sur y las del norte, pero como toda contienda que no
termina en paz sigue silenciosa, con los dientes apretados y armándose
militarmente por dentro, cosa que hicieron a lo largo de todos estos últimos años
y lo están manifiestando ahora, comprometiendo nuevamente a USA a intervenir en
otra guerra loca que podría ser la III mundial. No jodamos. Esto hay que
pararlo desde ahora.
El
Memorial de Corea con su frente de granito negro bruñido y su escenificación de
los 28 solados saliendo del bosque llama poderosamente la atención. Lo mismo el
memorial de Vietnam con todos los nombres de las víctimas escritas en las
paredes con toda una hermenéutica para encontrar los familiares en el lugar y
en el numero de línea indicado. Realmente, los artífices de estos monumentos
son artistas increíbles.
Y
lo hacen para el americano medio que no es politizado en cuanto a los partidos.
Es mas bien patriótico, tradicionalista, cumplidor de la ley, amante de la
verdad, casi un hombre de derecha, que inclina su voto a quien le ofrece
garantías sobre sus tradicionales deseos. A partir de estas reflexiones uno
entiende porqué ha ganado TRump con los votos democráticos de sus ciudadanos.
Antes
de entrar en el Museo de Artes al que teníamos especial ganas de visitar
pasamos por el Kennedy Center que es un verdadero centro de convenciones, suma
de artes y varios módulos de teatros y escenarios para la vida cultural
completa en la ciudad. Los espectáculos son múltiples y a lo largo de todo el
año, siendo sus entradas en la mayoría de los casos distribuidas entre los
grupos colaboradores y financiadores del centro.
Los
ejes van desde el Monumento a Lincoln y la Casa blanca y el Obelisco con el
palacio del congreso. Todo se ve muy enorme y es increíble lo que hemos
caminado para ir desde un lado hacia
otro. La hora del almuerzo lo hicimos en la cafetería del Centro de Artes con
un tentempié como para seguir caminando. Aunque ya las piernas comenzaban a acusar el cansancio de todo el viaje. Hicimos
una recorrida, llena de admiraciones por el Centro, atentos a las distintas
colecciones de pinturas y esculturas. Hay mucho arte acumulado en Estados
Unidos, tanto por las instituciones públicas como por los grandes centros y fundaciones
multinacionales que han comprado todo lo que estuviera a su alcance en Europa.
Hacia
el final, ya no pudimos cruzar el parque y hacer una visita al Museo del Aire
porque ni nos daban los tiempos ni las piernas, de modo que despacito,
esperamos el bus que nos llevara al puerto para hacer una pequeña navegación
por el río Potomac. Cómodamente sentados en el barco disfrutamos de otra perspectiva
de la ciudad. Bien acuática con mucho verde y recorriendo uno de los perfiles
de la ciudad.
George
Washington murió en 1799, en su casa, luego de haber ejercido en dos
oportunidades la Presidencia de la nación, elegido casi por el
100% de los
electores. Es declarado Padre de la Patria y se lo reconoce a través de muchas
ciudades, innumerables calles, nombres de instituciones y por la bandera que
cuelga no sólo en los edificios públicos sino en muchísimas casas particulares
de la nación.
Una
pasadita clásica por la casa Blanca y la vuelta al hotel marcó el fin de
nuestra recorrida por el Distrito Capital de Estados Unidos.
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