
En la semipenumbra del amanecer cada vez que se lanzaba
dentro del globo un gran chorro de aire caliente, todo se iluminaba cual si
fuera un gran farol chino. Nos subieron a las canastillas, cabíamos unas veinte
personas por globo y cuando nos quisimos acordar estábamos ascendiendo lenta y
silenciosamente sobre esas chimeneas surrealistas,
descubriendo un paisaje totalmente desconocido en nuestro planeta.



Bajamos de la canastilla en silencio, con ganas de gritar de
excitación y con el entusiasmo de un niño. La ceremonia final fue la ronda con el
capitán, un brindis con una copa de champán y el certificado que confirma
nuestro vuelto de bautismo. A partir de ahí comenzamos a intercambiar las
emociones, la experiencia y compartir nuestras fotografías. En el primer lugar
de wifi que fue el hotel donde llegamos para desayunar, salieron las fotos para
nuestras familias y amigos. Del otro lado de esa fantástica comunicación
salieron los ¡Huauuuu! , los vivas y las felicitaciones por habernos animado a
estar más de una hora flotando en ese cielo azul (que ni es tan cielo ni tan
azul) que nos venía acompañando desde que iniciamos nuestro paseo, unos trece
días atrás.
El murmullo del
agua y la deliciosa comida preparada y como un cierre, un clásico Baclava,
seguimos nuestro camino con destino final al anochecer en Konya. Casi como una
copia de los viejos sultanes, el almuerzo se realizó sobre unas pequeñas carpas
sobre el río, con mesas pequeñas y almohadores para retozar a gusto.
Pero en Sultahan nos esperaba otra sorpresa. Un
Magnífico Karavanserail nos llamaba a visitarlo. Era el alojamiento de las antiguas
caravanas que cada tantos kilómetros alojaban a los comerciantes, a sus cargas,
sus hombres y sus camellos en el “camino
de la seda”. La historia otra vez se hace presente y nos remonta a la época
de Marco Polo y sus aventuras del comercio entre Oriente y Occidente. Sus
nombres son distintos según los lugares y son las clásicas estaciones de relevo
de los comerciantes en Europa, o nuestras “postas” criollas en la época
colonial.
Atender a los comerciantes, a las personas, a los animales
porteadores y resguardar las cargas que eran todo el capital transportado.
Siempre las caravanas fueron un blanco fácil de los piratas de caminos, en toda
la histora hasta el presente. De ahí la creación de estos edificios. Enorme, de
casi una manzana de dimensión, había lugar para los hombres y establos para los
animales y también bodegas para las cargas. Podían alquilarse habitaciones
especiales si así se solicitaba.
Esta
construcción dada de 1229 según las inscripciones y sigue una línea imaginaria
desde Konya, Aksaray hasta Persia. Este es uno de los más grandes, destruido y
reconstruido, forma parte de las construcciones de la arquitectura de Anatolia.
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