10/22/2018

Bitácora de viaje. Día 14. Konya – Pamukkale


En esta ciudad, Konya, el objetivo era visitar la tumba de uno de los pensadores musulmanes más importantes como es Mevlana. La tumba, una edificación moderna y amplia se ubica en un centro magnífico de construcciones justamente para posibilitar el gran movimiento de masas que hace de este lugar un punto de peregrinación de homenaje y de respeto a este hombre. Al igual que una mezquita se lo considera lugar sagrado por lo que compartimos con los musulmanes la rutina de descalzarnos, las mujeres de cubrir su cabeza con pañuelos y sus piernas con unas polleras o pareos que les prestaban y eso nos permitió conocer por dentro un lugar santo de mucho respeto y recogimiento. 

Hay un sector de exposición de los libros sagrados antiguos y otro de oración. Nos hacía recordar los lugares de peregrinación cristiana que hemos conocido como Fátima o en Salvador De Bahia, Nuestra Señora de Bon fin, o en Canadá, la iglesia de Santa Ana de Montmorency. La misma piedad, el mismo respeto y la misma necesidad de espiritualidad de la gente.



Sobre Mevlana tuve que leer algo para conocerlo y confirmar su fama de sabio y santo que tiene para la comunidad musulmana. En principio tomo  dos temas. La del pensador. Acompaño unos consejos que son clásicos de este hombre y que van a continuación. La segunda, este sabio es uno de los incentivadores del sufismo, un movimiento espiritual que tiene como eje el movimiento estelar donde se pierden las energías negativas y se absorben las positivas.

El concepto de Sufi ha derivado de la palabra Suf, y esta palabra significa Lana, forma en que se vestían los derviches. También ellos la usaban como señal de desprecio hacia la vestimenta lujosa y símbolo de la sumisión del cordero, análoga a la sumisión, un musulmán verdadero. También significa blanquear o purificar; destacando así un aspecto esencial y común del Camino: la purificación del corazón para convertirlo en digno asiento de la Presencia Divina. La representación más clara resulta el Baile de los “derviches” que incorporarán a su vida espiritual y contemplativa. Konya es el centro de la vida de estos monjes o derviches, donde por las tardes realizan sus interminables giros sobre si mismos hasta entrar en “trance” y desplegar toda su energía.



Y ahí van los siete consejos de Mevlana:
1. Sé como el río en generosidad y en ayuda.
2. Sé como el sol en ternura y misericordia.
3. Sé como la noche cubriendo los defectos de los otros. 
4. Sé como un muerto en cólera e irritabilidad.
5. Sé como la tierra en humildad y modestia.
6. Sé como el mar en tolerancia.
7. Sé visto como eres o sé como eres visto.



Como ciudad, Konya tiene su valor histórico ya que en el S. XII gobernaban desde esta ciudad los sultanes y será la ciudad a partir de la cual se organizará el imperio otomano. Hasta ese momento resistió los embates de los cruzados, las guerras internas de los musulmanes, los fines del reino selyucida, el ataque de los mongoles. Con esta historia, hoy resulta una ciudad moderna, progresista y maravilla en el centro turco de la Anatolia. Con casi un millón de habitantes forma un conglomerado único. En lo religioso por las peregrinaciones al museo y tumba de Mevlana, por sus mezquitas modernas, por su hotelería de primer nivel. Trenes de alta velocidad y aeropuertos la comunican con toda Turquía.



Nuestra salida tendría por objeto al final del día en Pamukkale. Haríamos una parada en Egridir. Una antigua ciudad hitita fundada en el S. XII AC. Alejandro Magno la conquistó en su momento y luego los romanos y bizantinos hicieron de ella su plaza fuerte. En el camino de la seda fue una ciudad comercial. Los griegos la conquistaron y la mantuvieron hasta el intercambio de ciudades en el 1920. Su gran mezquita es el centro de atracción de esta ciudad que se encuentra a orillas del lago del mismo nombre. No pudimos ingresar a ella porque se encontraban en el momento de la oración y nosotros no teníamos la ropa adecuada. No obstante compartimos con otros visitantes del lugar que apreciaron tomarse una fotografía con nosotros que nos identificamos como argentinos.


Desde allí partimos hacia Pamukkale. Su nombre significa “el castillo de algodón” y tiene que ver mucho con el paisaje especial y único con el que nos encontramos. Antiguamente se la llamó Hierápolis, ciudad que se la veía desde muchos kilómetros a la distancia por estar situada justamente sobre esa superficie blanca denominada “de algodón”.


Terremotos, aparición de aguas termales y permanencia en el tiempo hicieron que se formara una gran superficie blanca de material de Creta que por las lluvias se fue extendiendo sobre el valle. Este fenómeno natural produce gruesas capas blancas de piedra caliza y travertino que bajan en forma de cascadas por la ladera de la montaña, lo que da la sensación de estar ante una catarata congelada. Estas formaciones también adquieren el aspecto de terrazas de travertino en forma de medialuna que contienen una capa de agua poco profunda dispuestas en el tercio superior de la ladera formando escalones, que oscilan de 1 a 6 metros de altura, o estalactitas que sostienen y unen estas terrazas. Entre las rocas más antiguas se pueden encontrar mármoles cristalinos, cuarcitas y esquistos, que datan del periodo del Plioceno, mientras que la capa superior es de la era Cuaternaria. 
Los depósitos más recientes de carbonato de calcio le dan al lugar un aspecto blanco deslumbrante. Junto con Hierápolis, Pamukkale, está declarado Patrimonio de la Humanidad desde 1988.







La llegada al hotel, una hermosa cena desplegada en los alrededores de la piscina fueron la preparación clara un buen descanso ya que teníamos unos días de trajín intenso desde nuestra salida de Capadocia. Era importante descansar porque todavía quedaban varios días de paseo y de visitas también intensas.

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