Realmente una hermosa vista particularmente del cuerno de oro, los
puertos y las partes de la ciudad. La idea de bajar caminando se truncó por la
lluvia pero hubiera sido interesante ya que hubiéramos pasado por un cementerio
otomano.
Paredes sumamente
decoradas, alfombras hermosas y una iluminación tenue, transforma el ámbito
físico de la mezquita en un lugar profundamente sagrado. El sonido mínimo, , (por no decir, el silencio) como el chasquido
de un papel o una palabra, se escucha en todos los ámbitos de ese centro
rodeado de cúpulas. El interior está totalmente alfombrado, y el centro de
oración, que tiene unos 30 metros de diámetro, con alfombras multicolores con
detalles alucinantes. Cada aspecto de la construcción y decoración nos hacía
temblar el corazón. La emoción estaba a flor de piel.
A la salida fuimos en bus
hasta la plaza donde se encuentra Santa Sofía. El bus nos abandonó y a partir
de aquí la caminata sería la consigna. Y la llovizna.
Santa Madre Sofía o Hagia
Sophia (del griego: Άγια Σοφία, «Santa Sabiduría»; en latín: Sancta Sophia o Sancta Sapientia;
en turco: Ayasofya) es una
antigua basílica patriarcal ortodoxa, posteriormente convertida en mezquita y actualmente en museo. Ingresar a ella es pura
emoción. Desde la imponencia que tienen las bóvedas hasta la belleza de sus
inscripciones. Las cúpulas, como descubrimiento constructivo en el momento de
su hechura llaman a la admiración.
La decoración a veces simple y a veces
abigarrada muestran los momentos importantes de su vida cultural. El
cristianismo y el islam. Hoy es un museo abierto a todo el mundo. Se habla en
silencio con mucho respeto y sólo se escuchan el murmullo de admiración y
sorpresa.
Famosa por su enorme cúpula, está considerada como “lo más” de la arquitectura bizantina, y se dice de ella que cambió la historia de la arquitectura.
Fue la catedral con mayor superficie del mundo durante casi mil años. El edificio
actual fue reconstruido entre 532 y 537 para
ser usado como iglesia, por orden del emperador bizantino Justiniano I, siendo la tercera iglesia de la Santa Sabiduría edificada
en ese mismo emplazamiento.
No era posible estar todo el día, aunque realmente valiese
la pena. Cruzamos y nos dirigimos hacia la Mezquita Azul. También filas de
personas que deseaban ingresar. De todas las nacionalidades, de todo el mundo,
creyentes o no. La belleza es un valor en si misma que exige la mirada, la
concentración y el amor. No sirven solamente los ojos, es el cuerpo humano y su
alma la que disfrutan la belleza. Eso es lo que hacíamos y los pocos signos de
admiración con que contamos, no alcanzaban
La mezquita se construyó en el lugar que ocupaba
el Gran Palacio de Constantinopla, frente a Hagia
Sophia (en esa época, la mezquita más venerada de
Estambul) y el hipódromo, emplazamiento de
gran valor simbólico. Gran parte de la cara sureste de la mezquita descansa
sobre los cimientos y sótanos del Gran Palacio. Fue necesario comprar, a un
precio elevado, diferentes palacios que se encontraban en el mismo lugar y
derribarlos. La construcción de la mezquita se inició en agosto de 1609. La intención del sultán era que la mezquita Azul fuese la primera mezquita de su Imperio.
Es imposible no quedar atrapado por la belleza de esta mezquita.
La belleza de sus cúpulas y sus minaretes acompañan al musulmán en sus
oraciones. Su nombre lo indica de una manera
clara. Y es que el interior de la
Mezquita Azul está revestido por mas de 20.000 azulejos que adornan y decoran
su cúpula y la parte superior de la mezquita, teniendo mas de 40 diseños
distintos.
Las horas no alcanzan frente a tanta belleza.
Entre medio de estos dos monumentos se
encontraba el hipódromo (casi 20 metros mas abajo nuestro), ahora una gran
plaza que rellenó toda su superficie hasta los niveles actuales.
El paseo turístico se hace por unas pasarelas que van por encima
del agua. Estas pasarelas fueron colocadas a finales del siglo XX, ya que
anteriormente el paseo se hacía en barca.
Entre las 336 columnas de
la basílica hay dos que tienen como base una cabeza de Medusa,
el ser mitológico que convertía en piedra a quien mirara. Hay diversas teorías
sobre que significan esas grandes cabezas en el interior de la cisterna, aunque
la teoría más aceptada es que se pusieron ahí por fines prácticos, para ser usadas
como base de las columnas. Es un remanso de tranquilidad en medio de la
bulliciosa Estambul: su luz tenue, la música de fondo y el frescor que emana del agua
la hacen una visita imprescindible. Algunos la recordábamos de
verla en la película “The international”,
con Clive Own.
Muchas emociones a lo
largo del día. Nos olvidamos que nos mojamos varias veces y era tanta la
emoción que no hicieron mella. A la noche una caminata por el barrio La Pera
sobre la plaza Taksim. Unas rabas y una cerveza como para despedirnos.
No había
cesado la llovizna pero igual seguíamos andando. Aunque, a decir verdad, ya
estábamos de última. Al día siguiente comenzaríamos el rito del regreso y la despedida. La ciudad nos llenó de magia. Y no
puedo olvidar las palabras de Pamuk
“… que
mi Estambul no es exótico, mágico ni
raro, que en realidad mi infancia le
debe mucho al Bósforo y que simplemente es maravilloso”
.








Hola Horàcio. Me quedé encantada con el relato resumen de su viaje a Istanbul. Que bien describe, en pocas palabras cada uno de los lugares que visita. Nosotros estuvimos allí el año 2001 y me ha encantado recordar la magnificencia de aquellos lugares. Tambien visitamos San Salvador de Achora i el famoso mirador de Pier Lotti. Muchas gracias por tantos recuerdos.
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