10/10/2018

Bitácora de viaje. Día 2. Atenas


Apenas con un par de horas de sueño nos levantamos. Una relajante ducha, un buen desayuno y salir. En poco tiempo estábamos conociendo sus calles y sus plazas. Sus edificios y a través de todos ellos, su historia. Justamente es la historia la que enhebrará los relatos y las imágenes. Algunos  edificios  majestuosos lucían como el lugar de las residencias institucionales: el parlamento, la universidad, la casa de gobierno. Pero en realidad lo que nos interesaba sobremanera era trepar la colina de la Acrópolis y llegar hasta el punto más alto de la civilización griega.


 Atenas es la capital de Grecia, con casi 4 millones de habitantes, sobre un total de mas de 11 millones en la totalidad del territorio continental e insular. Los turistas duplican en cada año esa cifra de habitantes. Su forma de gobierno es parlamentaria. Tiene un presidente y un primer ministro, que es el que todos recordamos , AlexisTsipras.


Atenas es un ciudad plena de testimonios de toda su historia, lo que es a su vez,  su riqueza cultural. Los restos arqueológicos de la Grecia clásica nos hablan del ágora, de la república, del nacimiento de la democracia, de la cultura. Por eso deseábamos subir hasta la “ciudad alta” verdadero significado de la Acrópolis. Un mapa común nos lo describe: la entrada a la Acrópolis se realiza por una gran puerta llamada los Propileos. A su lado derecho y frontal se encuentra el Templo de Atenea Niké. Una gran estatua de bronce de Atenea, realizada por Fidias, se encontraba originariamente en el centro. 
A la derecha de donde se erigía esta escultura se encuentra el Partenón o Templo de Atenea Partenos (la Virgen). A la izquierda y al final de la Acrópolis está el Erecteión, con su célebre stoa o tribuna sostenida por seis cariátides. En la ladera sur de la Acrópolis se encuentran los restos de otros edificios, entre los que destaca un teatro al aire libre llamado Teatro de Dionisio, donde estrenaron sus obras SófoclesAristófanes y Esquilo. ​




A medida que transitábamos los pasos para acercarnos al Partenón descubríamos la verdadera ciudad de aquella antigua Grecia, ciudad montada sobre la colina para hacerla inexpugnable y segura.  El signo de Pericles se ve en cada paso de aquellos monumentos que uno imagina como enteros aún cuando le falten un porcentaje alto de sus piezas. 






Por suerte pudimos reconstruir los capiteles del Partenon con nuestra memoria de la visita al Museo de Londres donde habitan los restos que en algún momento deberán ser devueltos a su lugar original y privilegiado de Grecia.. Las cariátides que vimos tantas veces en nuestros libros escolares de historia se hicieron presentes ante nuestros ojos como verdaderos signos de la existencia y el valor de la historia. 

La isla de Salamina al frente de la ciudad, presencia protagonista de tantas batallas y victorias. A los pies de la acrópolis los otros simbolos de la ciudad y fundamentalmente la nueva Atenas que se derrama a las laderas de sus colinas extendiéndose hasta el mar profundamente azul. Las palabra de la bandera “libertad o muerte” reflejan los momentos de la vista de la ciudad.


El calor intenso pasado el mediodía, el cansancio de una noche no muy calma, hizo que renunciáramos a entrar en el Museo de la Acrópolis. Mucha historia sucedió sobre la colina. No sólo la griega, sino los romanos que la ocuparon, el cristianismo, el islam, sin dejar de citar a naciones modernas que se llevaron sus riquezas arqueológicas a otros lados. La colina se ve desde todos los puntos de la ciudad, incluso de noche refulge con una presencia inusitada.


Por la noche decidimos conocer la movida de Atenas y nos dirigimos hacia el centro dinámico de la ciudad que es el barrio de Plaka, donde, luego de recorrer sus callecitas, repletas de tiendas de todo tipo, decidimos elegir un restaurant para degustar la comida griega. Un estofado de carne de cordero acompañado de una papas y una cerveza fueran la clave de la cena. 
Un inesperado acontecimiento fue la frutilla del postre. Habían pasado más de 60 años en que nos buscábamos mutuamente luego de nuestro egreso de la primaria. Nunca nos volvimos a encontrar. Solo la casualidad, el destino o la charla informal que se realiza en el sereno descanso de las vacaciones, nos permitió encontrarnos, en la mesa de al lado con un compañero de la primaria: Miguel Angel.  Sorpresa, gritos, cerveza en manos, nos abrazamos como nunca lo pudimos hacer. Pasaron los años pero los timbres de voz, los rasgos de la cara y el entusiasmo  nos permitió reconocernos en forma inmediata. 






Fue un cierre hermoso y emotivo de nuestro encuentro. Tenía que ser en Grecia. Y nos fue encaminando toda vez que suspendimos una cena, dijimos que no en otro restaurante y nos acercamos a ese.  El destino. Evidentemente el oráculo del encuentro se había cumplido. El Partenón en la cima de la colina lucía iluminado y presente.-


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