No solo esta fue nuestra
opinión sino que es considerado como uno de los museos de este tipo más
importantes del mundo. A mi gusto que he visitado el de New York, el de Londres
y los de Berlín, no me cabe duda que el de Atenas se encuentra en una posición inmejorable.
Cada cual que
lo visita tiene sus propios amores por los objetos presentados. Aquellas láminas
que recorrimos de chico en nuestros manuales de estudio, las encontrábamos “en
vivo” gracias a esa presencia física del testimonio de una época pero visto en
el “hoy” de nuestras miradas.
Cuando terminamos el recorrido, mas por cansancio
y por saturación informativa, nos dimos cuenta que estuvimos más de tres horas
caminando, con ese paso de “vidrieras” que te cansa.
Casi como por reflejo buscamos aquel “coloso”
del que nos hablaron muchas veces en la escuela, sobre la mitología, particularmente luego de aquella clásica
película italiana que todos lloramos cuando el coloso caía en mil pedazos. El
mismo director años después haría “el
bueno, el malo y el feo”.
Desde la
entrada por el puerto, Rodas te asombra. Distintas entradas por el mar, para
los ferrys, para los cruceros, para las naves a vela y yates y en el fondo, una
ciudad con muchas murallas, todas distintas, como muestra de la constante
variación de los distintos poderes que se ocuparon de ella.
Tiene muy pocos
carteles escritos en griego en sus calles y en sus comunicaciones visuales, lo
que da la impresión de ser una de las islas más internacionales de Grecia y no
sabría medir, cuánto menos nacionalismo. Mostrada ante el mundo, es un paraíso
para el turismo. Cruceros de gran porte, aeropuerto propio y descenso de
aviones como en los grandes de Europa, Rodas se transforma en una factoría de
turismo de primer nivel. Y se la cuida por ello. Hoteles hermosos en sus playas
y en sus costas hacen que miles de turistas se intercambien en forma
permanente.
Por la tarde
tuvimos descanso. Y lo mejor fue utilizar la piscina del hotel, ideal para refrescarnos
del intenso calor que no nos abandonaba, al igual que el cielo azul de todos
los días. Un atardecer desde el balcón de nuestra habitación puso la gota
poética de un par de días intensos de viaje, movimiento, emoción y
descubrimiento de la belleza. El sueño nos acaparó rápidamente como para
olvidar la incómoda noche anterior en el ferry.



Como siempre un lujo leer tus bitácoras, tan completas e informativas. Gracias !
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