Esta ciudad (Санкт-Петербург) te llena de asombro. Fue llegar al
hotel y como en nuestros primeros viajes, tiramos las maletas en la habitación
(nos dijimos a nosotros: está buena!) y salimos. Con dos o tres compañeros de
viaje nos dirigimos al metro con la intención de ir al centro de la ciudad, a
la Av. Nevski. El primer asombro fue bajar las escaleras (mecánicas) a 45º y a
casi 50 o 60 metros de profundidad. No se terminaba nunca. El segundo asombro,
lo constituyó la fiesta que había en la calle. Era el día del egresado y todo
el mundo estaba en la avenida.
Tres o cuatro bandas por cuadra (son
larguísimas, especialmente para caminarlas) con muchísima gente alrededor. Las
músicas más que sobreponerse parecía que se intercambiaban a lo largo de las
muchas cuadras llenas de gente. Este tipo de “muchedumbre en la calle” me
fascina. Ver a todos y a cada uno, de fiesta, tarareando canciones que no
entendíamos pero que se mezclaban muchos ritmos y la juventud dueña de la
avenida, disfrutaba.
Ya era tarde y no queríamos agotarnos con la salida, pero
había que hacerlo. Descubrimos el Café Singer, entramos con la intención de
tomar un café y pispear un poco pero no fue posible. El mundo te atropellaba
con lo que, en la calle, al ver la silueta al afondo sobre la orilla del canal,
nos dirigimos a lo que conoceríamos como el Templo de la Sangre Derramada. O de
la Resurrección de Cristo. Erigida en el lugar donde el Zar Alejandro II fue
asesinado. No es de la época de la fundación de la ciudad sino que fue
construida con un estilo muy ecléctico a fines del S. XIX y terminada a
principios del S. XX. No te cansas nunca de mirarla ya que siempre hay nuevos
detalles para el asombro.
El fresco de la tarde nos hizo regresar temprano. Las
pocas (y largas) cuadras para tomar el metro nos cansaron bastante. Nos
esperaba llegar al hotel y ver de cenar algo. Siempre hay un plato de comida
italiana con una copa de vino haciendo de perfecto “mariage”.
San Petersburgo no es una ciudad antigua. Comenzada a construir en
1700 al final del Golfo de Finlandia y en los terrenos pantanosos del delta del
rio Neva. Ya habían cesado las guerras en la región con Rusia como triunfadora
con lo que el Zar Pedro I se lanza a erigir lo que sería la futura capital del
Zarismo. Los mejores técnicos, ingenieros y arquitectos, decoradores y
artesanos de la europa central arribaron para construir lo que hoy conocemos.
La belleza de sus palacios, la organización de los edificios, la defensa de los
ríos y canales para generar las bases de las edificaciones fueron resueltos a
medida que la ciudad crecía. Hoy tiene
más de 5 millones de habitantes sin contar con los que viven en los pueblos
satélites o dormitorios que trabajan en la ciudad. A lo largo de su historia ha
tenido distintos nombres, el más conocido fue Leningrado para terminar como San
Petersburgo que era uno de sus
apelativos originales.
Temprano fue el comienzo de un día que iba a ser intenso. Llegar
hasta las afueras de la ciudad para conocer el Palacio Peterhof. Junto con los edificios, museos, palacios y
parques forman el conjunto declarado Patrimonio de la humanidad. Residencia de
los zares hasta la revolución del 1917, luego declarado museo, ante el ataque
nazi de 1941 fueron retiradas más de 8000 piezas para su resguardo. No nos
olvidemos que la ocupación de San Petersburgo (Leningrado). El sitio duró casi
tres años y muchísimos de sus pobladores (más de 1.200.000 murieron) fueron sometidos a
una larga lucha de supervivencia. Así y todo, los alemanes destruyeron muchísimo
de las instalaciones que luego fue restaurado durante el período estalinista,
quedando abiertos al público los museos y los parques, con sus canales, sus
fuentes de agua y las hermosas vistas que se obtienen. Nuestra visita fue una
visión de la monarquía zarista.
La construcción de la belleza barroca del
triunfalismo europeo se encuentra en estos museos. Casi no hay nada ruso, salvo
los controladores. Las obras de arte que contienen fueron adquiridas en
distintos momentos en Europa, incluso algunas imposibles como los Rembrandt y
obras del renacimiento. Pero es también el montaje de las salas y su decoración
al mejor estilo de los palacios europeos como Versalles, el Schörbrum, el
Belvedere y tantos otros.
El Peterhof es un conjunto que contienen varios edificios (palacio grande, pequeño, de
los granjeros) y que se ven desde los jardines, llenes de fuentes y canales que dan al Mar Báltico.
Son incansables las salas y el oleaje humano te va empujando de una sala a la
otra, Hace veinte años nos quejamos de que eso sucedía en la capilla Sixtina.
Ahora en todos los museos. La cantidad de turistas de todo el mundo que había
esa mañana de comienzos del verano europeo era increíble, De todos modos, la
imagen nos llenó los ojos y nos hizo pensar. Comprendimos porque en el 1917 se
produjo la revolución bolchevique. Ya era demasiado.
Luego regresamos a la ciudad. Recorriéndola en sus partes más
importantes te das cuenta que es una ciudad imperial. Enorme, sin escala
humana, las cuadras a caminar son larguísimas y no llegás nunca. La fortaleza
de Pedro y Pablo que es donde se inicia la vida de la ciudad en 1700. Como tal
nunca se utilizó ya que la ciudad se desbordó en sus alrededores y perdió como
tal su objetivo estratégico.
El regreso al hotel, luego de muchas horas de andar,
significó un respiro y la necesidad de reencontrarnos con una cena. El día
siguiente, sería tan intenso como el de hoy.
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