7/25/2019

Día 11. San Petersburgo 1


Esta ciudad  (Санкт-Петербург) te llena de asombro. Fue llegar al hotel y como en nuestros primeros viajes, tiramos las maletas en la habitación (nos dijimos a nosotros: está buena!) y salimos. Con dos o tres compañeros de viaje nos dirigimos al metro con la intención de ir al centro de la ciudad, a la Av. Nevski. El primer asombro fue bajar las escaleras (mecánicas) a 45º y a casi 50 o 60 metros de profundidad. No se terminaba nunca. El segundo asombro, lo constituyó la fiesta que había en la calle. Era el día del egresado y todo el mundo estaba en la avenida. 


Tres o cuatro bandas por cuadra (son larguísimas, especialmente para caminarlas) con muchísima gente alrededor. Las músicas más que sobreponerse parecía que se intercambiaban a lo largo de las muchas cuadras llenas de gente. Este tipo de “muchedumbre en la calle” me fascina. Ver a todos y a cada uno, de fiesta, tarareando canciones que no entendíamos pero que se mezclaban muchos ritmos y la juventud dueña de la avenida, disfrutaba. 


Ya era tarde y no queríamos agotarnos con la salida, pero había que hacerlo. Descubrimos el Café Singer, entramos con la intención de tomar un café y pispear un poco pero no fue posible. El mundo te atropellaba con lo que, en la calle, al ver la silueta al afondo sobre la orilla del canal, nos dirigimos a lo que conoceríamos como el Templo de la Sangre Derramada. O de la Resurrección de Cristo. Erigida en el lugar donde el Zar Alejandro II fue asesinado. No es de la época de la fundación de la ciudad sino que fue construida con un estilo muy ecléctico a fines del S. XIX y terminada a principios del S. XX. No te cansas nunca de mirarla ya que siempre hay nuevos detalles para el asombro. 
El fresco de la tarde nos hizo regresar temprano. Las pocas (y largas) cuadras para tomar el metro nos cansaron bastante. Nos esperaba llegar al hotel y ver de cenar algo. Siempre hay un plato de comida italiana con una copa de vino haciendo de perfecto “mariage”.

San Petersburgo no es una ciudad antigua. Comenzada a construir en 1700 al final del Golfo de Finlandia y en los terrenos pantanosos del delta del rio Neva. Ya habían cesado las guerras en la región con Rusia como triunfadora con lo que el Zar Pedro I se lanza a erigir lo que sería la futura capital del Zarismo. Los mejores técnicos, ingenieros y arquitectos, decoradores y artesanos de la europa central arribaron para construir lo que hoy conocemos. La belleza de sus palacios, la organización de los edificios, la defensa de los ríos y canales para generar las bases de las edificaciones fueron resueltos a medida que la ciudad crecía.  Hoy tiene más de 5 millones de habitantes sin contar con los que viven en los pueblos satélites o dormitorios que trabajan en la ciudad. A lo largo de su historia ha tenido distintos nombres, el más conocido fue Leningrado para terminar como San Petersburgo  que era uno de sus apelativos originales.




Temprano fue el comienzo de un día que iba a ser intenso. Llegar hasta las afueras de la ciudad para conocer el Palacio Peterhof.  Junto con los edificios, museos, palacios y parques forman el conjunto declarado Patrimonio de la humanidad. Residencia de los zares hasta la revolución del 1917, luego declarado museo, ante el ataque nazi de 1941 fueron retiradas más de 8000 piezas para su resguardo. No nos olvidemos que la ocupación de San Petersburgo (Leningrado). El sitio duró casi tres años y muchísimos de sus pobladores  (más de 1.200.000 murieron) fueron sometidos a una larga lucha de supervivencia. Así y todo, los alemanes destruyeron muchísimo de las instalaciones que luego fue restaurado durante el período estalinista, quedando abiertos al público los museos y los parques, con sus canales, sus fuentes de agua y las hermosas vistas que se obtienen. Nuestra visita fue una visión de la monarquía zarista. 
La construcción de la belleza barroca del triunfalismo europeo se encuentra en estos museos. Casi no hay nada ruso, salvo los controladores. Las obras de arte que contienen fueron adquiridas en distintos momentos en Europa, incluso algunas imposibles como los Rembrandt y obras del renacimiento. Pero es también el montaje de las salas y su decoración al mejor estilo de los palacios europeos como Versalles, el Schörbrum, el Belvedere y tantos otros.




El Peterhof es un conjunto que contienen  varios edificios (palacio grande, pequeño, de los granjeros) y que se ven desde los jardines, llenes de fuentes y canales que dan al Mar Báltico. Son incansables las salas y el oleaje humano te va empujando de una sala a la otra, Hace veinte años nos quejamos de que eso sucedía en la capilla Sixtina. Ahora en todos los museos. La cantidad de turistas de todo el mundo que había esa mañana de comienzos del verano europeo era increíble, De todos modos, la imagen nos llenó los ojos y nos hizo pensar. Comprendimos porque en el 1917 se produjo la revolución bolchevique. Ya era demasiado.

Luego regresamos a la ciudad. Recorriéndola en sus partes más importantes te das cuenta que es una ciudad imperial. Enorme, sin escala humana, las cuadras a caminar son larguísimas y no llegás nunca. La fortaleza de Pedro y Pablo que es donde se inicia la vida de la ciudad en 1700. Como tal nunca se utilizó ya que la ciudad se desbordó en sus alrededores y perdió como tal su objetivo estratégico.


Contiene la  Catedral de San Pedro y San Pablo donde están enterrados la mayoría de los zares de Rusia. Y como tal, es uno de los monumentos nacionales más importantes. La visita siguió por las calles  hasta terminar nuevamente en el Templo de la Sangre Derramada. A lo largo del paseo pudimos observar todavía algunos vestigios publicitarios del Mundial de Fútbol del año anterior.





El regreso al hotel, luego de muchas horas de andar, significó un respiro y la necesidad de reencontrarnos con una cena. El día siguiente, sería tan intenso como el de hoy.

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