No podes escaparte de la magia y del asombro al salir de San
Petersburgo. Te acompañan y creo que lo harán durante mucho tiempo. Camino a
Moscú haremos una visita a Novgorod y le dedicaremos un poco de tiempo al
“Anillo de Oro” en los alrededores de la capital de Rusia.
Hacia Novgorod volvemos a ver las Dachas a los costado del camino,
esas viviendas simples de tres ventanas y su huerto y su jardín a un costado,
una al lado de la otra por largos kilómetros. Han sido donadas a la gente y
quienes se cansan de ellas no saben que hacer sino devolverlas al gobierno. A
veces notamos claros de las viviendas abandonadas.
Novgorod originalmente fue junto con Moscú y Kiev una de las tres
ciudades mas importantes de la región. Y tiene mucho que ver con la formación
del estado ruso, a partir de la primera dinastía de los zares y de la
conversión al cristianismo en el S. X. Toda esta región está llena de
religiosidad, particularmente cuando lleguemos al anillo de oro. Aún hoy día el
Arzobispo de esta ciudad es una de las figuras más importantes de la Iglesia
Rusa. El Kremlin (fortaleza) y las
catedrales
Y por supuesto, al hablar de estos institutos
estamos hablando de copistas, de textos antiguos y de gran producción
literaria. El monasterio y la catedral de Santa Sofía lucen por su sencillez externa y su barroquismo medieval en el interior.
Por la tardecita nos dirigimos a Tver donde pernoctaríamos.
Previamente visitamos el Monasterio del lugar y su Catedral construídos en unas islas del lago.
Sus colinas (o “las alturas del Valday”) como le dicen, permiten el nacimiento del Río Volga, que tiene para Rusia una importancia sin igual.
“Me llamo Wolga. Tengo nombre de río.
En realidad, soy un río. Soy el Río Wolga. Largo, majestuoso, un verdadero río
de llanura.
Serpenteo por las tierras de Rusia, regando
sus costas, recibiendo el agua de los deshielos, de las lluvias a través de
miles de arroyos, riachos y ríos importantes.
Soy las venas de
Rusia, llevo su sangre y su vida por todas las tierras. A lo largo de más de
3700 km de distancia, desde las colinas no muy altas del Altai, entre Moscú y
San Petersburgo, hasta descargar mis aguas, en el delta del Mar Caspio. A
veces, un río profundo y rápido, otras, mi anchura me permite corretear con una
corriente suave y generosa.
“No les puedo
decir cuánta agua transporto. Lo que sí puedo decirles, que lo hago desde
millones de años. Soy una parte importantísima de Rusia, de la vida de la gente
y de su historia. Al punto que todos cariñosamente me llaman “Mamouskha” , la madrecita, porque soy la
madre de la tierra rusa, la que la alimenta a su gente con sus peces, les da vida con su riego y con su humedad, favorezco los transportes de
pasajeros y de carga y en los últimos años proveo energía para la gente..
“Soy el Río
Wolga y durante millones de años siempre miraba Y vi lo que sucedía a mis orillas. Conozco toda
la historia de Rusia. Toda tiene que ver conmigo. El comercio y las
comunicaciones pasan por mi curso. Los hombres más simples y los zares más importantes
han navegado mis aguas. Mis curvas y recodos hacen que tenga que ver con muchas
partes de Rusia. He visto crecer el imperio, sus monarquías, sus revoluciones,
sus crisis y sus progresos y he visto la tristeza de sus gentes y de los
humildes, así como las guerras dentro y fuera del estado. Nada de lo que ha
sucedido en Rusia me resulta desconocido.” (tomada de Una vieja valija de
cartón, de Horacio Agustín Walter, de próxima edición).
Cruzar el Río Wolga en varias oportunidades me
permitió recordar los orígenes de mis abuelos que nacieron junto a sus orillas,
muchos kilómetros mas adelante, en la región de Saratov, lugar de donde han
venido y se han establecido en Argentina. Somos “Los Alemanes del Volga”, nos vamos identificando y la gente nos va reconociendo. Y eso es bueno. Tocar
las aguas del Volga que en algún momento pasarán por donde han vivido mis
abuelos, fue algo importante.
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