Se la
considera una de las ciudades con poblaciones de más de 4000 años aunque como
ciudad han superado el milenio. Su particularidad está en una hermosa iglesia
barroca luterana y en el hecho literario más importante para Dinamarca. Es el
lugar donde ha vivido Hans Christian Andersen (1805-1875), amado escritor de
los relatos de niños como aquellos de La Sirenita, el Patito feo, La niña de
los fósforos o la reina de las nieves. Su casa, pequeña, se encuentra en un
barrio totalmente reciclado, entre sus callecitas.
Recorriendo
la plaza nos llamó la atención un monumento en bronce de una mujer recostada. Se
trata de la escultura
de bronce de la diosa del mar Oceanía. Un regalo a la ciudad de la City Art Foundation y Asea Brown Boveri en 1992 y probablemente la obra de arte más
comentada en Odense. A los niños les
encanta y lo usan como un juguete, los turistas quieren saber si es masculino o
femenino y los locales lo aman o lo detestan absolutamente. También
entre nosotros hubo esa dicotomía frente a una obra tan provocante. El artista Svend Wiig
Hansen es responsable de varias esculturas a gran escala en todo el país. El arte supera a la realidad. A tal punto que hemos encontrado un afiche con resabios de Buenos Aires. En una calle, de varias semanas.
Al día
siguiente deberíamos levantarnos temprano para dirigirnos hacia el norte y
tomar el Ferry hacia Noruega. El traslado de los viajes de avión de los días
anteriores habría que diluirlo en el resto del itinerario. No obstante, había
algo nuevo. La energía que produce el viajar y el conocimiento de otras formas
de vivir, paisajes nuevos que reconocidos en forma personal enriquecen el
espíritu. Pero también fuimos encontrando nuevos
amigos, como Marisa y Julio de San Rafael, él ex platense e hijo de ingenieros vinculados con mi larga
trayectoria laboral. Y también Myriam y Mario, a quienes pudimos conocer como
pacientes y amigos de nuestro querido cuñado médico de Nueve de Julio.
Con la emoción a flor de piel nos fuimos a dormir.


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