La necesidad de nuevas tierras y su habilidad como navegantes los llevó prácticamente a todas las partes de Europa. La historia la conocen. Fuera de la ciudad de Stavanger a pocos kilómetros, un hermoso monumento realizado en piedras de más de 10 metros de altura, quieren asegurar a la posteridad la inserción de la vida vikinga en la vida nacional de Noruega. Son “Las tres espadas en la roca”. Por si mismas tienen una fuerza formidable en ese paisaje austero de una costa escarpada y el mar sereno del fiordo. Fritz Roed es el artista. Inaugurada en 1983 por el rey Harald I para recordar la batalla de Hafrsfjord, entre los años 872 y 880 en la que se unifica finalmente el estado de Noruega. Simbólicamente las tres espadas representan al rey vencedor y a los reyes vencidos. De eso se trata cuando se habla de unificación. ¿Reconciliación de las espadas? Pareciera que si. Pasarán algunos años y los vikingos se establecerán en la región y se incorporarán al cristianismo, formando la base de la identidad noruega.
Y seguimos andando… Por carreteras, combinando ferrys para cruzar
algunos fiordos y utilizando los famosos
túneles que, algunos, pasan por debajo de los fiordos, construidos a más de 400
metros de profundidad y, en otros casos, de muchos kilómetros de largo. Ahora
entiendo a Nóbel y a su dinamita, porque de otro modo, sería muy difícil
obturar estas montañas de puro granito.
El destino es la ciudad de Bergen, pero el camino hacia ella es fabuloso.
Los fiordos con sus aguas tranquilas, que se internan en la tierra hasta 250 km
generando un ámbito muy particular. En algunos casos, montañas bajas, en otros,
altas con sus casquetes de nieves y muchas cascadas bajando hacia el mar. El
frescor de la mañana , con sus nubes bajas manchando el paisaje, nos permite
descubrir ese perfume a mar sereno y a pasturas húmedas.
Pequeños valles en sus
orillas con sus casitas para el verano nos crean una imagen de paz y de ganas
de vivir allí. Ahora, casi entrando al verano, mucha luz, hasta las 2 y 3 de la
mañana. Pero, ¿seríamos capaces de imaginar el invierno con sólo un par de
horas de luz?
No sé si viviríamos allí. Pero de una cosa estamos seguros y es
para admirar. Estos pueblos escandinavos (vikingos, germánicos, los mal llamados bárbaros en nuestra educación
secundaria), fueron capaces de mantener sus costumbres, sus tradiciones, raras
para nosotros occidentales y latinos, pero importantes, tanto como guardar su
lengua que no alcanzamos a descifrar. No es ni más ni menos que guardar la
identidad. Para imitar o por lo menos para ir pensando….
En esta reflexión, viajando con la energía del agua salada del
fiordo, llegamos a Bergen. Nuestra primera parada fue el puerto. Un mundo de
gente. Al fondo, tres cruceros nos daban
la razón de tanto desembarco. Todas las terrazas de los bares llenas de
turistas a los que nos agregamos nosotros. La ciudad como tal,
independientemente de nosotros, se impone por si misma. Toda la historia del
comercio hanseático que arrancaba en Lübeck, tocaba las costas del Mar Báltico
hasta San Petersburgo y se internaba en Rusia hasta Novgorod, y en la puerta
del mar del Norte se encontraba esta ciudad. Magnífica, combinando las casas
hanseáticas de tres pisos con la modernidad del Medievo que se transformaba en
capitalismo y con la contemporaneidad que la llevaba a ser una de las ciudades
más importantes del bienestar y progreso noruegos. Es la segunda ciudad en
importancia de Noruega con casi 300.000 habitantes.
Ubicada en un valle
enmarcado por las siete montañas. Es una ciudad que renace sobre si misma a lo
largo de la historia: la peste negra, las guerras, los ataques de extranjeros,
los incendios y por fin la segunda guerra mundial hicieron estragos en la
ciudad que maneja más del 50% del comercio noruego. Todo se reconstruyó y en
muchos casos con verdaderos hallazgos de art nouveau. Basta adentrarse por
alguna de las callecitas internas y ver sus edificios para darse cuenta.
Y además es bella. Sus seis casas hanseáticas (del comercio
medieval) han sido reconstruidas y son un testimonio de la época. La mirada
plana desde el puerto se potencia cuando subimos al mirados del funicular del
Mount Flouyen desde donde no nos cansamos de admirar la ciudad. Además, existe
un hermoso parque en el que se pueden encontrar esculturas de madera. El día
había sido largo, hermoso, intenso, con muchas emociones del viaje y los
paisajes. Llegamos temprano al hotel. Esa noche descansaríamos en serio. Bajando las cortinas porque la claridad penetraba por
todas las ventanas.
Magnífico paseo estoy haciendo, con el mejor guía de turismo. Gracias
ResponderEliminarGracias por tu acompañamiento. Y que sigas disfrutando como nosotros.
ResponderEliminarcordiales saludos.
Bellisimo tu relato, completo y ameno. Se disfruta mucho. Y también me encanta verlos en las fotos. Gracias!!!
ResponderEliminarEspectacular viaje a través de tu relato Horacio.
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