Por la tardecita nos embarcamos en el ferry finlandés para cruzar
hacia Turku, camino a Helsinsky. La navegación duraría toda la noche hasta el
amanecer. Con camarate y buenas pasarelas en los laterales del ferry-crucero podríamos admirar el archipiélago
sueco y al amanecer el finlandes. Realmente el Mar Báltico con sus colores
cambiantes y su superficie serena hizo que no sintiéramos el viaje salvo el
ruidoso murmullo de los inmensos motores propulsores del barco. Un par de horas antes del desembarco la
actividad fue total. Todo el mundo a desayunar
pensando que no habría o lugar o tiempo. Sobraban los dos.
Desembarcamos en el puerto de Turku, una ciudad finlandesa. El río Aura le da su razón de ser; su
archipiélago, con más de 40.000 islas e islotes, paisajes de escándalo; sus
instituciones culturales, un cosmopolita ambiente universitario; su longeva
historia, hitos arquitectónicos; y su gastronomía, magníficos restaurantes y
cafeterías para honrar al paladar. Turku siendo la primera capital fe
Finlandia, originada por la propia acción del comercio, una atractiva ciudad donde la vida transcurre
en tono nórdico. Sin prisa pero sin pausa, al ritmo que marcan las bicicletas,
luzca el sol o llueva.
Seguimos hacia Naantali un
pintoresco pueblo de casitas de madera junto al mar.
Antes del
mediodía habíamos llegado a Helsinsky. Una ciudad también hermosa que gira
alrededor de su puerto. De cargas, de cruceros, de veleros, de ferrys que se
comunican con todas las ciudades del Báltico. Y por supuesto, es una ciudad
náutica con grandes astilleros. Y como tal sigue las tradiciones de las grandes
ciudades escandinavas: puerto, comercio internacional, poderío, desarrollo y bienestar.
Muchas empresas tienen su origen en ese país, vinculadas a la electrónica, a la
madera, a las bebidas, logística, en fin. No sólo propias sino que muchas
trasnacionales tienen su base en la ciudad.
Creada durante el Medievo para competir con el grupo hanseático
del báltico, particularmente alemán (Lübeck y Tallin) se transforma
paulatinamente en una nación que busca sus límites. Siempre con conflictos con
Rusia hasta que es derrota en el S. XVIII que coincide con la modernización de
Rusia con el Zar Pedro I y la creación de San Petersburgo a partir del año
1700.
La segunda guerra mundial generó demasiados problemas para el
país. No sólo por las luchas internas de Blancos y Rojos sino por las presiones
y ocupaciones directas tanto de los alemanes como los soviéticos. Si bien
Helsinski no fue destruída , sufrió
algunos ataques aéreos. Con posterioridad a la terminación de la guerra, Finlandia
comienza a crecer a partir de los distintos programas de desarrollo y
bienestar, demasiado utópicos para esa época pero que dejaron bien plantada a
la nación para desarrollarse y descollar en muchos aspectos de su vida
institucional.
Una recorrida a pie por la ciudad, de asueto total por ser el equinoccio
de verano, nos quedamos sin compras y entonces dedicados a pasear. La biblioteca
Central, con una edificación imponente, junto a la plaza y al ferrocarril
central, también estaba cerrada. Los grandes almacenes del puerto reciclados a
Hoteles y a edificios de negocios, contrastan con la blanca estructura de la
Iglesia cristiana luterana y con el hermoso templo ortodoxo ruso a la entrada
del puerto.
La market place del puerto ofrecía no sólo artículos y souvenirs
sino que los lugareños podían comprar sus frutas y verduras. Ya veníamos
acostumbrados a nuestra clásica bandejita de cerezas, de modo que no desaprovechamos
la oferta ni bien las vimos. Sentados en la sala de espera de las lanchas, cortamos
la sed y el calor con unas cerezas que en el cartel de venta decían ser de
çAragón. Mundo globalizado, que le dicen.
Por la tarde una visita a la Isla de de Suomentina en la que se
destaca una fortaleza imponente que defendía el ingreso a la ciudad de
Helsinski . Son seis islas interconectadas. Iniciada la construcción por los
Suecos (dominantes en Finlandia) para oponerse a los rusos. Es considerada una
obra de arquitectura estratégica de primera y por su conservación ha sido declarada
Patrimonio de la Humanidad. El lugar es hermoso y bien vale la pena tomarse una
lancha para pasar un momento en ese lugar. La vuelta a Helsinski nos encontró
con un nuevo embarque en Ferry esta vez hacia la ciudad de Tallin, un par de
horas al sur del Báltico, terminando de este modo nuestro tramo escandinavo que
nos dejó muchísimas cosas para pensar. Hasta es posible afirmar que estas
cuatro naciones que hemos visitado bien pueden considerarse como el
Primer-Mundo-Plus.
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